Nacida en la ciudad de Londres, pero criada en Haití, Estados Unidos y Madrid, quizás la vida algo nómada de Elsa Punset le haya otorgado un carácter que le permite poner distancia al contexto, y desdramatizar la vida.
Hoy es considerada una gurú de la felicidad, título que se desprende de su inquieta carrera y trayectoria, y cuyas claves encontró luego de una minuciosa búsqueda por los pensamientos de antiguos y contemporáneos filósofos de todo el mundo.
Es hija del famoso escritor, economista y divulgador científico español Eduard Punset. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Oxford y tiene un máster en Humanidades, Periodismo y Educación Secundaria. También dirige el Laboratorio de Aprendizaje Social y Emocional , desde el que impulsa talleres y proyectos relacionados con la inteligencia emocional para adultos y niños.
Los libros de su autoría incluyen Inocencia radical, Brújula para navegantes emocionales y Una mochila para el universo. Este último se convirtió en un best seller con más de 150.000 ejemplares y 14 ediciones en Japón, México, Italia, Turquía y Grecia entre otros.
Sus ámbitos de interés se centran en la aplicación de la inteligencia emocional, la toma de decisiones y los procesos de aprendizaje en adultos y niños. Desde el año 2015, inició la publicación de una colección de cuentos ilustrados, dirigidos a un público infantil que ayuda a los niños a entender y controlar sus emociones a través de sus aventuras.
Un legado de antiguos filósofos griegos y chinos
A través de un legado de antiguos filósofos griegos y chinos, poetas y científicos, la escritora acerca en sus libros herramientas con altas dosis de pragmatismo, rutinas, gestos, intuiciones y pistas para acercarse día a día al ideal de felicidad.
"Los filósofos entendieron la filosofía como una forma de vida y querían encontrar herramientas para que las personas pudiesen practicar a diario la autoayuda, no solo para sí mismas, sino también para relacionarse y convivir con los demás", cuenta en su libro Felices.
De la sabiduría de los estoicos rescata la habilidad de mantener la calma y ser razonablemente felices en situaciones difíciles y explica que una buena parte del sufrimiento humano se debe a que intenta ejercer control sobre los elementos que no puede controlar como el trabajo, la economía y el futuro.
"La felicidad no es un lujo biológico, ni un egoísmo, ni un capricho como se ha pensado, sino que tiene un impacto directo no solo sobre el bienestar emocional y la salud mental pero sobre la salud física, la memoria, la longevidad, la creatividad y el cociente intelectual", explicó en diálogo con Infobae la escritora.
Una generación de múltiples retos
Para Punset, al ser humano se le presentan hoy múltiples oportunidades, pero la velocidad en la que vive es un arma de doble filo: si bien permite acceder a la información como nunca antes, las vidas de los seres humanos son más inestables que nunca. El ser humano se encuentra en una guerra cotidiana entre abrirse al mundo de la información y no hacerlo para protegerse de la invasión de información.
"El trabajo, la pareja, el lugar donde vivimos, todo eso es inconstante y el cerebro humano odia la incertidumbre. Por eso, es un momento muy apasionante para vivir, pero que provoca mucho estrés", afirmó Punset.
Según la gurú de felicidad, se ha observado desde hace décadas que la velocidad con la que aumenta el bienestar o la capacidad para ser feliz, no es equivalente a la velocidad con la que lo hacen las facilidades materiales que ofrece el consumismo.
A su vez, si hablamos de redes sociales, un medio de gran impacto en la sociedad que ha logrado transformar las formas de comunicación, este fenómeno en el cual el ser humano se encuentra inmerso tiene su lado positivo y negativo. "Uno nunca se aleja de nada, todo se encuentra tan cerca que cuesta mucho tomar distancia y no agobiarse", advirtió.
Las emociones se contagian como un virus
Para la experta, las redes sociales rompen la capacidad de vinculación física con el otro. "El anonimato y la lejanía les permiten a las personas agredir y no sentirse afectadas por la reacción del otro. Estamos dotados de empatía y sentimos físicamente las emociones, a menos que seamos psicópatas", aseguró.
La mayoría de las personas cree que cambiando de trabajo, de país o de entorno van a huir de las personas tóxicas o negativas. El problema para Punset, es que a donde vayan se las reencontrarán porque así funciona la humanidad, que es un gran ecosistema emocional y hay "de todo en todas partes".
“Es más inteligente aprender a gestionar a quienes te hacen daño, poner límites, aprender a decir no, no cargar con los problemas de los demás, que huir”, afirmó.
En su libro, propone un pequeño protocolo para enfrentarse a la ira del otro, aprender a gestionar y a expresar las emociones negativas de las que estamos rodeados inevitablemente.
El secuestro emocional de la ira
La ira es, después del miedo, una de las emociones principales de un cerebro programado para sobrevivir. Si bien tiene muy mala fama, no es ni negativa ni positiva. Como el resto de las emociones, es útil o perjudicial al momento de defender algo importante; es "el germen de la justicia social". "La ira provoca una reacción emocional muy fuerte en el cerebro humano de querer agredir o huir, las emociones negativas nos hacen menos inteligentes y menos creativos", explicó.
Los humanos somos una especie de volcán químico y eléctrico, que necesita expresar las emociones y no reprimirlas. "Si se quieren dar el lujo de vivir las emociones al cien por cien tienen la responsabilidad de aprender a gestionarlas", sostuvo.
Un cerebro programado para sobrevivir: teflón para lo positivo, velcro para lo negativo
El cerebro humano está programado para buscar el placer para la supervivencia, no el placer por sí mismo, y, sobre todo, disfruta de la comida y del sexo.
Aprender a renunciar a algo temporalmente aunque no haga falta hacerlo, es la clave para comprobar que no se necesita tanto como se cree y para luchar contra el proceso de habituación del cerebro humano, que se acostumbra a cosas agradables y al final deja de disfrutarlas como al principio.
Los estoicos eran partidarios de desacostumbrarse de los pequeños placeres para luego volver a centrar la atención en lo positivo y disfrutarlo más: vivir en el presente, no vivir en el cerebro alocado que está siempre en el pasado y en el futuro.
"Los niños -explicó- tienen un cerebro mucho más preparado para disfrutar el presente porque fisiológicamente no está desarrollado. Sonríen una media de cientos de veces al día y los adultos una media de entre 17 a 20 veces al día".
Pequeñas revoluciones en el mundo en búsqueda de la felicidad
En Australia, la tradición aborigen del walkabout se trata de un viaje de descubrimiento. Cuando llega la adolescencia, los aborígenes australianos deben atravesar un rito de paso duro y esencial que les exige vivir solos en el desierto durante unos seis meses. El tiempo en soledad les permite encontrarse a sí mismos.
En los Estados Unidos, festejar el Día de Acción de Gracias cada cuarto jueves de noviembre es una tradición que se remota hacia el año 1620. Cultivar una actitud agradecida ante la vida tiene múltiples beneficios: mayor felicidad, mayor autoestima y mejores relaciones sociales. Celebrar y entrenar la capacidad para la gratitud expresa aprecio por lo que se tiene, en vez de poner énfasis sobre lo que no.
En Tailandia, el festival Loy Krathong enseña a dejar ir las emociones negativas, a través de un ritual donde miles de linternas de papel suben hacia el cielo simbolizando una invitación a dejar ir las preocupaciones, la renuncia y superación de todos los rencores, malos humores y puntos débiles de cada uno, a fin de comenzar una nueva vida sin ellos.
"Cuando hablo de felicidad no digo que la vida sea fácil, entre las enormes pérdidas a las que se enfrenta el ser humano, la primera es el temor a su propia vida que se termina. Perdemos seres queridos, oportunidades y trabajos y lo que más nos ayuda a superarlo es el afecto de los demás y aún así no podemos evitar pasar duelos largos y llevar heridas", advirtió Punset.
Muy a menudo el ser humano enfrenta grandes pérdidas y sin embargo lo que realmente le causa infelicidad de forma sostenida es su manera de gestionar las pequeñas emociones negativas. "Las grandes desgracias no las podemos evitar, son incontrolables y una vez que llegan tenemos un sistema inmunológico psicológico muy potente para enfrentarlas", concluyó.
SEGUÍ LEYENDO
Empleados felices, resultados positivos: la importancia del bienestar emocional en el trabajo
Enseñanzas del "profesor de la felicidad": ¿qué diferencia a las personas más felices del mundo?