Por Fabricio Portelli
Michel Rolland tiene 70 años. En el 2018 se cumplen 30 desde que el "flying-winemaker" más famoso comenzó a elaborar vinos en la Argentina. Primero asesoró al grupo francés Pernod Ricard, luego se asoció con uno de los patriarcas salteños del vino (Arnaldo Etchart), y luego plantó su propia viña, un jardín de 10 hectáreas de Malbec en Vista Flores, donde nació en 2002 el Val de Flores, uno de los mejores exponentes de nuestro cepaje emblema.
Rolland nació en 1947 en Pomerol (Francia), cuna del Merlot más prestigioso, y se crió entre viñas, ya que su padre era productor. En la facultad de enología ya demostraba tener ideas "locas", algunas de las cuales pudo llevar a cabo, como la del Clos de los Siete, un campo de 800 hectáreas al pie de la Cordillera de los Andes, donde construyó la bodega Mariflor.
Con las uvas del campo que aportan cuatro bodegas, se hace el Clos de los Siete, el blend más vendido de su categoría (un millón de botellas a USD 20), concebido entre su bodega y otras tres que él mismo asesora y que conforman el Clos (Monteviejo, Diamandes y Cuvelier Los Andes).
Desde hace 40 años elabora vinos en 12 países, pero en la Argentina encontró su segundo hogar. Degusta alrededor de 40.000 vinos al año y es, además del enólogo más famoso del mundo, una de las máximas autoridades internacionales en la materia. Disfruta mucho de su trabajo, de viajar por el mundo y, sobre todo, de tomar buenos vinos.
En una entrevista con Infobae, el célebre enólogo habló sobre el Malbec argentino y por qué este país tiene todavía un gran potencial para explotar.
-Se dice que de Francia salen los mejores vinos del mundo. ¿Qué ocurre con la Argentina?
-En cualquier ocupación o negocio hay que tener una referencia, y creo que Francia ha sido una muy buena para todos los productores de vino del mundo, con sus Merlot, Syrah, Pinot Noir y espumosos. Yo pienso que Argentina es un país que tiene un enorme potencial, lo he dicho mil veces y estoy seguro de que se pueden hacer vinos para competir muy bien.
Sin dudas es el país referente en Malbec, y si bien se pueden hacer otros buenos vinos con cepajes como el Pinot Noir, nunca llegarán a ser como los de Francia. En cambio, con el Malbec pasa algo único y especial.
-Estamos en plena cosecha. ¿Cómo viene la 2018, teniendo en cuenta que desde 2014 todas fueron difíciles?
-Volvemos a sonreír un poco porque los años 2014, 2015 y 2016 no fueron tan divertidos. Llegué ayer de los viñedos y hay uva en las plantas. Esa es una gran noticia porque el año pasado la calidad fue buena pero hubo poca cantidad. Ahora respiramos un poco mejor en el Clos de los Siete porque tenemos la cantidad deseada con un alto nivel cualitativo.
-Hace 30 años llegaste al país y fuiste de los primeros en apostar fuerte por el Malbec. ¿Te dio todo lo que esperabas, y qué es lo que se viene?
-Hay una buena respuesta y una mala. Si me hubiera dado todo ya no tendría por qué estar acá. Por suerte siempre hay algo para seguir buscando, novedades para imaginar, evolucionar. El Malbec es la cepa emblemática de Argentina, pero no se puede pretender hacer grandes vinos con todas las uvas.
Sin embargo, el Malbec ha demostrado ser el mejor que se da en estos suelos, y nuestro trabajo es ir siempre un paso más allá, buscando cómo lograr más expresión y fineza en los vinos.
-¿Existen los Terroir en la Argentina? ¿Cuáles son los más destacados?
-Sin dudas existen. Yo había hecho una cata hace varios años en Vinexpo -la exposición de vinos más importante- para Wines of Argentina, donde se presentaron Malbec puros de todas las regiones, desde Salta hasta la Patagonia. Y lo bueno es que eran todos diferentes y ya lo hacían sentir en las copas; eso es el Terroir. Después se puede tener uno preferido de acuerdo al gusto personal. Por ejemplo, en Mendoza, el Valle de Uco es un mosaico de diversos terruños, y es impresionante. Eso es lo que hace divertida mi profesión, pero, más importante, lo que distingue a los países productores interesantes.
-¿Cuáles son los vinos argentinos que más te gustan?
-Yo llegué a la Argentina hace 30 años, a Salta. En Yacochuya, a más de 1800 metros, hice mi primer gran Malbec y me encanta Cafayate, por supuesto, porque allí los vinos tienen un carácter especial, más marcado. Después, en Mendoza, elegí el Valle de Uco, donde hicimos el Clos de los Siete. Y además tengo muy cerca de allí un pequeño viñedo que se llama Val de Flores. Pero se puede ir a Barrancas, Vistalba o Agrelo. Con la viticultura adecuada hay muchos lugares donde se pueden hacer buenos vinos en Argentina.
-Entonces hay presente, pero ¿hay futuro para el vino argentino?
-Seguro que hay futuro. Hay que dejar atrás el problema cultural de mezclar todo, y separar bien las uvas para lograr vinos con mayor identidad. Hoy, las grandes bodegas prefieren tener muchos vinos diferentes en una misma línea, y cada uno con su propio carácter, que muchas botellas de una sola etiqueta. Ese es el camino al futuro, y eso va a permitir descubrir lugares que nadie conoce aún. Para mí, Argentina es uno de los países con mayor potencial vitivinícola, por eso estoy acá.
Fabricio Portelli es sommelier argentino y experto en vinos
Twitter: @FabriPortelli
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