Hasta que desarrollan el lenguaje -y un poco después también- los niños se hacen entender a través del llanto. Así hacen saber a sus padres o cuidadores que algo no anda bien. Es su única manera de "decir" que tienen hambre, sueño, que están sucios, algo les duele o que quieren upa.
Visto así, el llanto de un bebé no debería ser desatendido nunca. Ignorarlo sería como taparse los oídos cuando un adulto habla.
Hasta aquí, un cuadro de situación. Ahora, qué hacer ante el llanto de un niño es un tema que divide aguas como pocos otros en lo que crianza se refiere.
De un lado, "si le hacés upa ni bien llora te va a manipular", "lloró tres noches seguidas pero ahora duerme de corrido", "si no querés que sea un malcriado, no lo levantes ni bien llora". Y del otro: "El niño no deja de llorar porque aprendió a dormirse solo, sino porque se da cuenta de que sus necesidades no serán atendidas y se resigna", "desoír el llanto de un bebé puede tener consecuencias fisiológicas, psicológicas y emocionales".
Hay que diferenciar situaciones traumáticas de cotidianas y en qué marco el niño llora
¿Y en el medio? ¿Hay grises? Si mamá está sola en casa y tiene, por ejemplo, que ir al baño, ¿puede dejar al niño, que quiere upa, llorando unos minutos? Si al pequeño no le gusta ir en la sillita del auto y llora cada vez que deben trasladarse, ¿se lo debe dejar o sacar y llevar a upa con el riesgo que eso implica ante un accidente de tránsito? A un niño que comienza a gatear y explorar el mundo y se enoja porque su mamá no lo dejó tocar el enchufe, ¿se lo deja que lo toque o se lo aleja aunque llore desconsoladamente?
El abanico es amplísimo. Los matices son infinitos. Como en la vida misma. Y es allí donde conviene no generalizar.
"Aquellos niños que son dejados llorando sin atención de ningún tipo pueden sufrir depresión anaclítica, que es uno de los cuadros más severos en pediatría. Ahora, decir que si un bebé llora es porque necesita desesperadamente algo y hay que dárselo de inmediato es falso". La afirmación pertenece al médico pediatra Martín Gruenberg (MN 78.743), que en diálogo con Infobae explicó que el origen de ese trastorno se remonta a 1945, cuando el psicoanalista René Spitz realizó una investigación en niños cuyos padres habían muerto en la Segunda Guerra Mundial y encontró que "el desequilibrio en el desarrollo causado por las condiciones ambientales desfavorables durante el primer año de vida de un niño produce un daño psicosomático que no puede ser reparado".
Y tras aclarar que "la mayoría de las veces los bebés demandan de acuerdo a sus deseos", el autor del libro ¡Vamos a dormir! destacó que "el padre debe responder acorde a las necesidades, que si coinciden con el deseo, será ideal, pero la prioridad es siempre lo que el niño necesita".
A los tres meses aparece la sonrisa social, que es el primer reflejo voluntario y lo que se conoce como la primera organización del psiquismo
En ese sentido, remarcó que es clave determinar el grado de maduración del bebé. "Un niño menor de tres meses no tiene la capacidad de calmarse solo, no puede hacer nada por sí mismo y por más que lo que motive el llanto sea que le molesta un pliegue en la sábana, no se va a calmar solo y hay que responder inmediatamente -explicó-. A partir de los tres meses, que es cuando aparece la sonrisa social, que es el primer reflejo voluntario y lo que se conoce como la primera organización del psiquismo, un niño puede malcriarse".
Y sin dudar meterse de lleno en la polémica, Gruenberg sentenció: "A los niños mayores de tres meses que no tienen hambre, sueño, ni ningún dolor se los puede dejar llorar, siempre hablándoles, acompañándolos, de manera controlada".
"De hecho, el psicoanalista y pediatra Donald Winnicott, autor de la teoría del apego fue el primero en hablar de la madre 'suficientemente buena', que es aquella capaz de 'encantar' a su bebé para luego 'desencantarlo' y dejarlo abrirse al mundo", manifestó el pediatra, quien alertó que "cuando empiezan con la angustia de separación otra vez no se los puede dejar llorar".
"Alrededor de los ocho meses, el niño descubre que la mamá es una cosa diferente a él; es el segundo organizador del psiquismo, y cuando no ve a la mamá siente que lo abandonó y nunca más va a volver -detalló Gruenberg-. Esta etapa conocida como 'angustia por separación' marca el psiquismo a futuro, por eso siempre digo que entre dejarlo llorar o malcriarlo, prefiero malcriar y después resolverlo".
Para Marisa Gandsas (MN 78.223), pediatra, psiquiatra infanto juvenil y especialista en sueño, "los niños lloran por muchas causas, es la manera que tienen de comunicarnos que hay un displacer y son los padres quienes deben aprender a diferenciar el llanto de sueño, de dolor, de hambre".
Y tras asegurar que "a través de la falta y del llanto también se van construyendo circuitos neuronales, según la manera en que ese llanto sea calmado", la autora de El pícaro sueño señaló que "cualquier situación de ansiedad aumenta el cortisol, que es la hormona del estrés, y hay un impacto a nivel cerebral, pero no es sólo el llanto responsable sino cualquier estrés".
"Si el bebé llora y nadie acude ahí sí habrá una situación de estrés, en caso de que esto se reitere y extienda en el tiempo. Si un niño es extremadamente desatendido de forma crónica, dejará de llorar, se retraerá y deprimirá por falta de atención", sostuvo Gandsas, para quien "en esas situaciones extremas sí habrá un daño, pero tiene que ser algo crónico y sostenido en el tiempo".
Un bebé no manipula, si llora necesita algo, la diferencia es que ya a los nueve o diez meses puede aprender a esperar
En coincidencia con Gruenberg, aseguró: "Hay que diferenciar si se trata de un bebé recién nacido o si es más grande". Y consideró que "no es lo mismo llorar solo que acompañado; podrá haber llanto de enojo pero no habrá sufrimiento psíquico".
Acerca de la afirmación que asegura que los niños "manipulan" a través del llanto, opinó: "Un bebé no manipula, si llora necesita algo, la diferencia es que ya a los nueve o diez meses puede aprender a esperar si los padres logran reconocer el llanto y diferenciar su origen".
"Hay que diferenciar situaciones traumáticas de cotidianas y en qué marco el niño llora. Hay una edad en la que se le puede comenzar a enseñar que hay momentos de espera, la mamá puede ir al baño a hacer pis y volver y que el niño llore un minuto y eso no le generará daño", finalizó.
Qué pasa en el cerebro
Para conocer si efectivamente el llanto desatendido tiene consecuencias fisiológicas en el cerebro de los bebés, la consulta fue al médico neurólogo infantil Nicolás Schnitzler (MN 107.885).
"El llanto es una forma de expresión fisiológica en bebés y niños pequeños. Ya sea dolor, temor, necesidad de afecto. Es habitualmente consecuencia de una necesidad o deseo. No existe evidencia científica con adecuado nivel de calidad que asegure la existencia de consecuencias fisiopatológicas por llanto prolongado. Aunque sí existe evidencia del factor protector y preventivo de complicaciones perinatales del contacto físico afectuoso desde los primeros momentos de vida cuando este es posible". Así comenzó a explicar el especialista del departamento infantojuvenil de Ineco.
El llanto es claramente una manifestación de un cambio a una situación displacentera
Consultado acerca de los posibles efectos neurotóxicos que podría tener el llanto desatendido, destacó que "el llanto, claramente es una manifestación de un cambio a una situación displacentera que se correlaciona con modificaciones corporales como un desequilibrio en el llamado 'eje Hipotálamo-Hipófiso-Adrenal', ocasionando un aumento en la sangre del nivel de esteroides endógenos siendo el cortisol el glucocorticoide más potente".
Este mecanismo, también llamado de estrés, es fisiológico y fundamental para adaptarnos a diferentes situaciones logrando la mejor respuesta. "Si bien hubo algunos reportes sobre la medición de cortisol elevado en bebés a los que se los dejó llorar prolongadamente, los mismos no cuentan con mecanismos de calidad de evidencia suficientes como para confirmar la posibilidad de que esa situación cause daños neurológicos", aseguró Schnitzler, quien agregó: "Otros trabajos descartaron la posibilidad de daño a largo plazo luego de implementar estrategias de llanto desatendido".
Y si aportar evidencia científica se trata, resumió: "Existen trabajos de investigación que demostraron que la exposición permanente a múltiples situaciones causales de estrés en los bebés, sobre todo prematuros, aumenta la posibilidad de ocasionar alteraciones del neurodesarrollo. Y, hasta posiblemente ocasionar la falta de desarrollo suficiente de algunas estructuras cerebrales como el hipocampo, estructura de los lóbulos temporales cerebrales y componente del Sistema Límbico que regula emociones y memoria. También hay evidencia en cuanto al impacto del trastorno por estrés post traumático en la infancia temprana y sus graves consecuencias en la adultez. O sea, no es suficiente considerar al llanto como causa de neurotoxicidad o daño neurológico. Sino más bien pensar en el conjunto de situaciones que existen alrededor del bebé, como que sus necesidades nutricionales, de salud y afecto estén adecuadamente satisfechas. Cuando esto no ocurre total o parcialmente, aumenta la posibilidad de daño neurológico futuro. Siendo el llanto, un mecanismo de demanda o alarma y no un factor neurotóxico en sí mismo".
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