Fabio Alberti dejó huella en generaciones enteras por los emblemáticos personajes que encarnó en Cha cha cha y Todo x 2 pesos. Tan es así que, más de dos décadas después, Boluda Total y el sacerdote Peperino Pómoro, siguen haciendo estallar de la risa a cualquiera que los enganche haciendo un zapping, o en algún video de TikTok, gracias al algoritmo. Ahora, alejado de la televisión, Alberti dio un giro radical en vida que lo llevó a Uruguay. Allí, más precisamente en Pueblo Edén, departamento de Maldonado, disfruta de uno de sus tantos proyectos: un restaurante a puertas cerradas llamado Choto.
“Me vine a vivir acá hace más o menos seis años. Era fines de 2018, la situación económica del país estaba muy complicada, yo estaba alquilando, pero tenía esta chacra con agua mineral de la canilla, huerta y animales. ‘De hambre no me voy a morir’, pensé. Además, tenía amigos y vecinos... No sabía exactamente qué me esperaba, pero no me arrepiento de esta decisión. Lo que más extraño es ir a la cancha a ver a River”, contó el capocómico a Teleshow, en alusión a su pasión por el Millonario.
A pesar de describirse como una persona “totalmente citadina”, después de instalarse en Pueblo Edén, Alberti se sorprendió de sí mismo. “Aprendí a disfrutar y ver la naturaleza: desde ordeñar una vaca, hacer queso y manejar una huerta hasta arreglar un alambre. Un montón de cosas que me di cuenta de que disfruto”, señaló sobre cómo logró amoldarse a su nuevo estilo de vida, el cual muchas veces comparte con sus fanáticos a través de las redes sociales.
Cocinar a puertas cerradas
“Siempre estuve vinculado a la gastronomía”, explicó Alberti sobre su nuevo proyecto culinario, el cual promociona a través de su cuenta de Instagram (@choto.uy). “Lo llamé Choto en referencia a un plato característico de Uruguay: es el chinchulín del cordero, que se prepara a la parrilla. Obviamente, para los argentinos tiene otras varias acepciones, pero bueno, tiene que ver un poco con mi humor y con mi irreverencia. Nadie le pondría Choto a un restaurante. Incluso me causa gracia porque a veces da vergüenza, sobre todo a los argentinos: llaman por teléfono y te dicen ‘Hola, ¿restaurante?’. ahí te das cuenta de que les da vergüenza decir Choto”, explicó Fabio, divertido.
Pronto a cumplir 60 años, el comediante aseguró que, en algún momento de su vida, pensó en dedicarse a la cocina. “Cuando terminé el colegio, una de las alternativas que barajé fue estudiar gastronomía. Pero hace 40 años no había escuelas de cocina. Como tengo muchos amigos gastronómicos, aprendí mucho de ellos. También de libros y de Internet. La comida que hago es casera, no tiene mayor ciencia: me baso fundamentalmente en un buen producto porque los que vienen a comer buscan una experiencia”.
En cuanto a la modalidad de su negocio, Fabio detalló: “El restaurante funciona a puertas cerradas. Es mi casa en realidad y no es que yo estoy esperando a que vengan: tienen que contactarse un par de días antes para ponernos de acuerdo con el menú y el horario. Es como cuando recibís gente en tu casa a comer y le cocinás, básicamente”.
Si bien su trabajo al frente de Choto le fascina, Alberti descarta la idea de abrir un restaurante a la calle. “Así está bien. Cuando tenés un local, es otro negocio. Justamente no me dediqué a eso porque es muy esclavo y muy sacrificado; de esta manera lo disfruto. De lo contrario, me agotaría”, señaló el comediante quien, hace unos años, manejó un food truck en San Isidro, que ofrecía una serie de platos que iban desde hamburguesas con papas fritas a sánguches de bondiola.
Un día en la vida de Fabio
“Lo primero que hago es abrir los postigos para ver cómo está el día”, contó Fabio sobre su rutina en Pueblo Edén. “Me levanto muy temprano, desayuno, me ocupo de los animales, hago algo de huerta... Ahora quiero construir un invernadero que se me fue abajo con los años. Después me junto con amigos a jugar al pádel y, si viene gente a comer, voy al pueblo a comprar ingredientes para cocinar desde el día anterior. También preparo la casa: limpio, lustro y encero el piso. Hay mil cosas para hacer”, continuó.
En el día a día de Alberti además hay tiempo para leer, escribir y, por qué no, para el ocio. “Algunos días que no hago nada”, sumó.
Fabio también produce sus propios productos, los cuales vende tanto en su restaurante como en distintas provincias de la Argentina. “La salsa Peperino Pómoro, una salsa de tomate que está hace diez años en el mercado, se hace en Mendoza y se distribuye por todo el país. También vendo sacacorchos y un vino. Antes, como tenía una vaca y un toro enanos, hice productos lácteos enanos. Un dulce de leche de mini vaca, por ejemplo. Pero después me cansé porque no era redituable”, siguió.
“Ahora estoy criando ovejas dorper, que es una raza ovina nueva, que es lo que se viene en ese tipo de ganado. Me la jugué con algunos animalitos: tengo dos vaquitas con un amigo vecino y todos los negocios los hago sin poner un peso, como hice a lo largo de mi vida... Sigo todo el tiempo generando cosas y está bueno”, aseguró.
¿Si en su vida hay lugar para el amor? “Tengo una novia”, señaló Fabio sobre la relación a distancia que mantiene con Leyla, una licenciada en Bellas Artes y estudiante de La Plata. “Nos vemos seguido y la tecnología te acerca un montón, así que tenemos contacto diario. Por ahora no podemos convivir por razones laborales de ella. Así que, o viaja ella, o viajo yo; aunque generalmente lo hace ella porque nos gusta más estar acá”, comentó.
Para alegría de sus fanáticos, Alberti reconoció que sigue actuando. “Cada tanto hago algún unipersonal con personajes míos, ya sea acá, en Montevideo o en Punta del Este. He hecho cosas en mi casa y lo he invitado a Alfredo Casero. Damos de comer y hacemos show. Hace dos años participé en la serie de Armando Bo, El presidente, de Amazon Prime; hice una película tipo road movie; y fui parte del reality LOL, que sale a finales de este año. También estuve en el JIFF, que es el festival internacional de cine y cortometraje de José Ignacio, con un corto que quedó clasificado. Siempre salen nuevos proyectos. Mientras tanto, sigo escribiendo y me llaman para algún proyecto. Ese lado mío siempre está”, aseguró.
Lo que viene y lo que fue
“No puedo hacer futurología, pero hace años que escucho que la televisión va a morir. Como no murieron ni la radio ni el teatro, no creo que muera la televisión. Yo creo que siempre va a haber gente que querrá verla y otra que quiera ver streaming”, destacó Alberti.
Sin embargo, reconoció: “Siento que ya estoy grande para las nuevas tecnologías. No consumo streaming, pero me parece que todo se volvió demasiado conservador. Debería ser al revés, porque se supone que son bastante independientes, pero lo veo todo parecido. Como que todos debemos ser políticamente correctos, lo cual hace que todo se vuelva muy naif, muy: ‘¿Qué gusto de helado te gusta más?’. No sé si me interesa mucho. Me gustaría un poco más de rebeldía, en especial de parte de la gente joven, que me parece muy prolija”.
También hizo alusión a Cha cha cha y Todo x 2 pesos, que marcaron un antes y después en el humor argentino. “Lo vivo con mucha más alegría cuando se repiten (las emisiones). En Internet, la gente se lo pone a ver y te comenta un sketch”, explicó.
Y cerró: “En el momento en que hacía esas cosas no tenía consciencia: era hacerlo y hacerlo. Creo que hoy me pasa lo mismo, no sé si soy consciente de las cosas que hago, pero está buenísimo haberlo hecho, haber formado parte de eso y que tanto tiempo después siga dando vueltas por ahí ese material y la gente siga disfrutándolo”.