Se acerca el verano y fallamos una vez más en querer restringirnos o buscar dietas milagrosas que terminan en la nada. Y peor aún, sin darnos cuenta podemos desarrollar trastornos alimentarios. Miles de personas las enfrentan y otras tantas no son conscientes de que las tienen. El trastorno alimentario es un pedido de ayuda en silencio. Un llamado de atención inconsciente: a las personas con esta problemática les cuesta mucho hablar, contar lo que sucede, poner en palabras muchas cosas. Es por eso que en este nuevo Pamlive, Pamela David y a la licenciada en Nutrición Agustina Murcho intentaron visibilizar aquellos trastornos de los que se hablan, y también de los que no. Las dietas restrictivas y los métodos compensatorios que no colaboran, y la importancia de saber por qué uno come lo que come. Educación alimentaria, y no para llegar bien al verano, sino para toda la vida.
—En esta época empieza la locura por llegar al verano. ¿Se empiezan a marcar más los trastornos alimentarios?
—Sí, porque en general los trastornos alimentarios se empiezan a desarrollar a partir de una dieta, de una restricción. Ahora, no toda persona que empieza a hacer una dieta desarrolla un trastorno alimentario: se tienen que cumplir varios factores. Sí es un momento donde uno empieza a restringirse y donde las personas pueden desarrollar trastornos alimentarios. También, quienes tienen un trastorno alimentario y lo están pasando, se empieza a agravar por esto de que llega el verano, se quieren poner una bikini y les da vergüenza, o por los mensajes que se suelen escuchar cuando se acerca el verano, que es siempre lo mismo. Es muy complicado; incluso me pasa con mis pacientes.
—¿A vos te piden que seas más exigente, más estricta, para ver los resultados más rápido?
—No, porque ya saben lo que les voy a decir: me lo han pedido pero mi respuesta es no. Cada cuerpo va como puede y esto del resultado rápido es siempre contraproducente. Uno nunca sabe si es vulnerable a padecer un trastorno alimentario, pero mejor es no arriesgarse. Con las dietas uno también sufre, la pasa mal, no son sostenibles para toda la vida: te tenés que dejar de juntar con tus amigos, empiezan con atracones, están más disconformes con su cuerpo… Aunque no parezca, la dieta hace que todo el tiempo estés pensando en el cuerpo. Es una obsesión permanente, por lo que hace que la disconformidad también aumente.
—¿Cómo se debe abordar este tema en esta altura del año? ¿Cuáles son los pasos para prevenir y no caer en una obsesión?
—Primero, acudir con un profesional, con un nutricionista, pero lamentablemente también hay que tener cuidado con qué nutricionista vas porque hay algunos que también dan dietas para llegar al verano y te pueden generar un trastorno. Uno tiene que consultar con alguien que te enseñe a relacionarte mejor con la comida, a saber cómo comer, que te enseñe por qué comés, porque muchas veces comemos por emociones. Es fundamental saber por qué uno come… Cuando hay angustia muy grande con el tema del cuerpo, hay que ir con un psicólogo.
—Cuando le preguntás a alguien por qué come, ¿la respuesta aparece fácil?
—No, no es fácil. Hay personas que comen por ansiedad, hay otros que vienen de dietas restrictivas y tienen mucha hambre. Primero, para saber por qué uno come tiene que saber comer: comer bien y no pasar hambre. Después uno ve si come por ansiedad, por aburrimiento, por placer, por compartir, o porque una comida te recuerda a algo. La comida no es solo nutrirse: el helado no nutre, lo tomás por placer. La comida significa un montón de cosas.
—¿Qué son los trastornos alimentarios?
—Son alteraciones de la conducta alimentaria que tienen que ver con cuestiones emocionales. Es como un iceberg, lo que uno ve desde arriba son todos los síntomas de un trastorno alimentario: el atracón, la obsesión con las calorías, los vómitos, los ayunos, el ejercicio físico. Lo de abajo, que es lo que no se ve, es lo que uno inconscientemente tapa con la comida: baja autoestima, intolerancia a la frustración, dificultad para resolver problemas, un pasado traumático, familias disfuncionales. Todo lo que no se ve es lo que uno tapa con los síntomas que están arriba. Cuando uno empieza a estar mejor, todo lo de abajo empieza a salir. Siempre pasa que cuando una persona con un trastorno empieza a correr la comida y se empieza a sentir mejor con ella, se empiezan a angustiar o a pensar en cosas que antes no, porque eso era una anestesia. No es que el que sufre de un trastorno hace esto para adelgazar; en realidad, tapa con la comida todo lo que le está pasando.
—¿En qué se diferencian los distintos tipos de TCA?
—La más conocida es la anorexia y hay dos tipos. Una es la restrictiva, la persona restringe absolutamente todo y tiene muy poquitas ingestas durante el día, come lo mínimo y a veces hasta nada. Los más extremos llegan hasta no tomar agua, no lavarse los dientes, cuestión de no comer nada. Después está la anorexia purgativa, que son las pacientes que tienen anorexia, cada tanto tienen un atracón y vómitos, pero también pueden vomitar una mínima ingesta. La bulimia son atracones recurrentes. Para un diagnostico tenés que tener un atracón por semana como mínimo, a partir de tres meses sostenida en el tiempo. Tiene métodos compensatorios que no son solo vómitos: puede ser ejercicio excesivo, ayunos no prolongados, diuréticos, laxantes. Un atracón en realidad es una cantidad excesiva de comida que uno ingiere. Es como consumir 2000 calorías en un periodo muy corto de tiempo, con una sensación de descontrol muy fea. Después, está el trastorno por atracón que es lo mismo que la bulimia pero sin método compensatorio. Muchas personas se dan cuenta que lo tienen, pero como no se conoce, no se sabe que es una enfermedad.
—La gente naturaliza eso pero está dentro de un trastorno alimentario.
—Piensan que si uno come mucho un día, con salir a correr basta. No es así. Si bien no es bulimia por la cantidad de comida que ingeriste, estás naturalizando una conducta compensatoria.
—¿Qué pensás del ayuno intermitente?
—Todos ayunamos cuando dormimos. Incluso podés levantarte sin hambre y no es necesario que te pongas a comer ya. El tema es cuando te indican una cierta cantidad de horas y pasar hambre. Tener que esperar a que te llegue la hora de la comida porque te están indicando un ayuno. Tengo muchas pacientes que han empezado con un trastorno a partir del ayuno. El ayuno genera dopamina, placer, una sensación de fortaleza que a las personas vulnerables les pasa. Les genera miedo volver a comer. Lógicamente, no todos caen o desarrollan un trastorno.
—¿Qué es la pregorexia?
—Es el trastorno alimentario en el embarazo. En general son personas que ya vienen con cuestiones con la alimentación, quedan embarazadas y empiezan con la dieta, el ayuno, el ejercicio excesivo, y es muy peligroso tanto para el bebé como la mamá. Se aconseja que quien empieza a tratar un trastorno no quede embarazada hasta que esté mejor con el tema alimentario. También hay problemas después de tener un bebé: salen muchas notas sobre el cuerpo de tal famosa después de haber tenido un hijo y es complicado.
—No es lo que sucede, generalmente...
—Por más de que todos comamos lo mismo y entrenemos, todos vamos a tener cuerpos distintos. Existe un cuerpo hegemónico y una presión social de tener cierto cuerpo: uno quiere llegar a eso, pero la realidad es que no existe. Hay manipulación de imágenes, retoques, o hay personas que son así realmente, pero en general se muestra más eso porque es lo que vende.
—¿Qué pasa con los padres que recompensan o castigan a sus hijos con la comida?
—Si a un nene le privas de comer ciertas cosas y se las das solamente cuando te come una verdura, el chico lo va a querer comer en algún momento. Estas previsiones en niños terminan en que comen a escondidas pudiendo generar un trastorno alimentario.
—¿Y la obligación de lo sano? ¿Cómo se maneja?
—Con educación alimentaria, no obligando. Si el nene te dice que no le gusta la lechuga, intentar con otra cosa: hacer platos lindos con comidas saludables. Pero si un día te pide de comer un alfajor, dáselo. Si te lo pide todo el tiempo y es una cuestión ansiosa, ya ahí se verá con un psicólogo qué es lo que pasa. Pero la restricción a un chico genera que después termine con un trastorno alimenticio. Lo saludable depende mucho de los padres, porque en general, el que no come verduras de grande o come mal es porque de chico no le dieron ni una verdura. Eso pasa siempre.
—¿Qué es el TERIA?
—Es el trastorno de evitación / restricción de la ingesta de alimentos. Se da mucho más en niños. No tiene que ver con una distorsión de la imagen ni por querer adelgazar. Se da más por la textura de los alimentos. Son chicos que son muy limitados para comer, pero no por capricho. Son niños que realmente tienen un problema, como un trauma, o el autismo, que tiene que ver con la cantidad, un color determinado de los alimentos o su textura. Me pasó una vez con un nene que lo único que podía comer era un pan tostado, carne y arroz. Solo eso. Le daban arcadas, lloraba y no podía comerlo. Ni siquiera un dulce de leche. Se trabaja con especialistas en niños, psicólogos, exponiéndolos al alimento de a poco. Muchos pediatras no lo conocen y lo toman como un capricho. Y no: les da asco y ansiedad.
—¿Qué es el TAE?
—Trastorno alimentario no especificado: son los trastornos que no encajan con ninguno. No es anorexia ni bulimia, pueden tener un atracón cada tanto, restricciones, o ser un dietante crónico. Son las conductas que no son saludables. Dieta, un vomito cada tanto, ayunos, combinaciones de distintos trastornos. No encaja en uno sí o sí. Se pueden ir agravando. Muchos se etiquetan con el nombre del diagnóstico. Prefiero no decirlo, pero se trata.
—¿Qué es la ortorexia?
—La ortorexia está muy vista pero se camufla. Es el trastorno alimentario por la obsesión con lo 100% saludable. No está mal comer saludable, pero llega un punto donde comer saludable no te deja vivir: “No puedo ir a un cumpleaños porque la pizza no la hice yo”, “No puedo comer un alfajor que me gusta mucho porque tiene ciertos químicos”. Hay muchas personas con ortorexia que no tienen conciencia de la enfermedad. Se creen que lo que están haciendo está bien y son superiores a los demás porque comen más saludables que otros y eso tiene que ver con otros trastornos también. Me pasó con una paciente con ortorexia que sí tenía conciencia de la enfermedad, que me vino a consultar porque ya no daba más vivir así. Ella quería comer una medialuna e hicimos la tarea de que se coma una medialuna con el novio. Cuando la comió, me contó que le agarró taquicardia, ansiedad, porque se estaba comiendo una medialuna que ella creía que la iba a enfermar. Eso es una enfermedad, al nivel que genera síntomas en el cuerpo que no están buenos. Es una obsesión por estar todo el tiempo pensando si como esto, como lo otro… Obviamente, hay que comer sano, pero la ortorexia es algo ya más complejo. Por ejemplo, llegan al extremo de no ir a lo de sus abuelos porque no pueden comer sus pastas porque son fideos con harina blanca.
—¿Qué es la vigorexia?
—Es el trastorno dismórfico muscular: son las personas que sí tienen distorsión de la imagen. Se ven muy delgadas pero tienen muchísima masa muscular. Es la obsesión con generar exceso de masa muscular, a niveles en los que uno deja de estar con la familia por ir al gimnasio. Están todo el tiempo haciendo ejercicio, empiezan a fallar en el trabajo, consumen anabólicos, exceso de proteínas. Se obsesionan con eso y luego terminan con lesiones, problemas de hígado. Se ven siempre igual o cada vez más flacos, aunque tengan más masa muscular. Muchas veces la autoestima pasa por eso.
—Es una distorsión de lo que ven cuando se paran al espejo: ven algo diferente a lo que ve el resto.
—Eso se llama anorexia reversa, es al revés: se ven más flaquitos y en realidad tienen mucho musculo, mucha masa muscular. Son chicos y chicas que no la pasan bien porque están todo el tiempo con esa presión de ir al gimnasio, de levantar más peso. Llega un punto que pierden hasta la vida social. Tuve un caso de un paciente con vigorexia que me decía que se había quedado sin amigos.
—¿En qué momento se dio cuenta? Me hace acordar a los que sufren ortorexia: tienen una convicción tan fanatizada de ellos mismos o del tema donde no hay discusión, no hay debate.
—Se empezó a dar cuenta cuando se quedó solo. También empieza a generar cambios en el estado de ánimo: estaba triste, agresivo. La química del cerebro se empieza a desregular. Ahí ya uno se da cuenta de que hay algo que no está bien. Hay que animarse a pedir ayuda.
—¿Cómo hace el entorno para ayudar a alguien con estos trastornos?
—Si no hay conciencia de enfermedad, es muy difícil. A veces se dan cuenta con sus hijos porque no quieren que ellos, por ejemplo, tengan esa obsesión con ir al gimnasio. Muchos tocan fondo cuando se quedan solos y no está bueno. Siempre hay que hablar desde la calma, sin pelea. No ir al choque.
—¿Qué es la diabulimia?
—Esa es una de las más peligrosas porque se mezcla la diabetes con trastorno alimentario. Son pacientes con diabetes que se inyectan insulina. La insulina es una hormona que si se genera en exceso empieza a generar más masa grasa, que es lo que les pasa a las personas con resistencia a la insulina: les cuesta bajar de peso. Ahora, los pacientes que tienen diabetes, cuando están muy avanzados, empiezan a bajar de peso, entonces se les da insulina para empezar a nivelarlo y tratar de revertirlo. Son los pacientes con diabetes que no se dan insulina porque les da miedo engordar. Más todas las conductas: los ayunos, los vómitos, las dietas, atracones. No se inyectan insulina para que el peso no se les modifique. Es peligroso porque se descompensan muy fácil, pueden terminar con problemas en el riñón, amputación de pie, problemas en los ojos, todos los síntomas de la diabetes conlleva. Hay gente que se murió muy joven porque es una mezcla de los dos. No se conoce esto tampoco.
—¿Qué opinión tenés de cuando una persona le dice a la otra que está más gordita o más flaquita?
—No está bueno. Si yo estoy más gordita o más flaquita, ya lo sé. Mejor no decir nada porque uno no sabe por lo que está pasando la persona. Quizá tiene una enfermedad grave que hace que baje de peso. Hay personas con cáncer que bajan mucho de peso, o tienen depresión, o no pueden parar de comer por hambre emocional, o toman una medicación, o por lo que sea, la están pasando mal. Los comentarios no están buenos. El cuerpo es un envase, la persona sabrá qué hacer o no con lo que le está pasando.
—¿Sirven las dietas restrictivas? ¿Qué generan?
—Generan desnutrición, anemia, osteoporosis, amenorrea, falta de masa muscular. Pero también hay cosas que se generan en el cerebro. Hay un neurotransmisor que se llama serotonina que es lo que regula el estado de ánimo, el sueño, la motivación y se genera a partir de la glucosa, que son los carbohidratos. En las dietas no están los carbohidratos, entonces, ¿qué pasa? Uno está de mal humor, desmotivado, llora por todo, irritable. Esto sucede por la falta de serotonina, que no se genera. Entonces cuando uno empieza a comer mejor, como legumbres, batata, arroz integral, la gente se empieza a sentir mejor de ánimo. También lo que suele pasar es que hay desregulación de la dopamina, un neurotransmisor que regula el placer. No es lo mismo que yo me coma cuando tenga ganas un chocolate a estar con una restricción y cuando lo vea me lo coma todo junto porque la dopamina se me disparó. Cuando uno está con una restricción muy grande, la hormona de la saciedad baja y la hormona del hambre, que es la que se genera por el estómago, sube un montón. Por eso uno, cuando está a dieta, no lo puede aguantar y empiezan los atracones por la desregulación hormonal. Como no hay placer, uno necesita comer, comer y comer. Por eso después de las dietas siempre hay un montón de descontrol. Es muy difícil frenar, pero se trata. No hagás algo que te hace mal. Uno tiene que sentirse bien y estar bien. La comida está todos los días, es necesaria, y uno tiene que tener una buena relación con ella.
—Un persona que nos escribe dice que sufrió de anorexia purgatoria y que su ex acompañante terapéutica le dijo que “deje de llamar la atención”.
—Hay falta de información 100%, empatía y prejuicio. Todo. Se suele creer que los trastornos son un capricho y no. Es un pedido de ayuda en silencio.
—¿Cómo hacemos para derribar esos mitos?
—Esto en los colegios casi que ni se habla. Tiene mucho que ver también en lo que habla el entorno, en la familia, en los medios de comunicación. Estas cosas se tienen que hablar más. Está pasando, pero falta más.
—En esta locura de llegar al verano y querer lograr mucho en tan poco tiempo, ¿qué le decís a esas personas?
—Siempre hay que pensar que lo que uno quiera hacer pueda ser sostenible para toda la vida. Si yo pienso en hacer una dieta y saco todo lo que me gusta y sé que no lo voy a poder sostener, siempre hay que pensar que el cuerpo me va a pedir toda esa comida que no le di. Va a llegar el verano y me voy a comer todo. Al cuerpo no se lo engaña. Comer lo más sano que uno pueda, disfrutar de las cosas que nos gustan, no dejar de comer pizza con los amigos; eso también es la vida. Lo del llegar a verano tiene que ver con estereotipos y una sociedad que te exige cierto modelo. Es solo eso.
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