“Bajé 50 kilos en un año”, dice Gastón Marote (41), orgulloso de haber mejorado su calidad de vida. A finales de junio de 2020 el periodista pesaba 136 kilos y sabía que debía hacer un cambio radical, pero siempre encontraba excusas. Hasta que un día estaba por salir al aire en el ciclo Nosotros a la mañana y el pantalón de vestir no le entraba. “Le pedí a la vestuarista que me cosiera el botón. Lo cosió y no me abrochaba porque había engordado más. Me hice mala sangre y usé un jean. Llegué a mi casa a la tarde, estaba relajado y sentí que flotaba. Me tomé la presión: 19.4 la máxima y 14.6 la mínima. Ahí dije: ‘¡Basta!’. Me di cuenta de que no podía seguir así”, explica a Teleshow.
El panelista de El Trece comenzó a generar hábitos saludables. “Primero arranqué por reducir la porción de comida y hacer un poco de ejercicio en casa”. Si bien comprendía que lo ideal era consultar a un médico, prefirió no concurrir a una clínica por miedo a la pandemia. “Empecé solo porque si iba al médico con 136 kilos y me contagiaba de coronavirus, me moría. En ese momento había mucho desconocimiento, las guardias estaban colapsadas y no sabíamos dónde se contagiaba la enfermedad”, explica Marote.
Por entonces, se puso objetivos pequeños: bajar de a cinco kilos, caminar todos los días, hacer ejercicio, comer sano y consumir menos harinas, aunque no de manera estricta. Contó con el apoyo de su familia: Claudia, la madre de sus dos hijos, Agustín (10 años) y Lourdes (siete), con quien mantiene una relación desde hace casi dos décadas. También lo asesoró Valna, una amiga que tiene un centro de estética y le dio consejos útiles porque tenía experiencia en haber ayudado a personas con obesidad. “Salía del canal, me iba a casa y después, a otro trabajo. Si yo me hacía la comida, me preparaba un sándwich. Entonces, cuando llegaba a casa mi esposa ya tenía la comida lista. El acompañamiento viene de ese lado. Porque cuando estás apurado caés en el error”, advierte.
Con el paso de los meses, Marote, que mide 1,70 metros, fue perdiendo peso hasta que llegó a su objetivo principal: 86 kilos. Su calidad de vida mejoró y dejó atrás serios problemas de salud. “Mi promedio de presión era 16.12. Tenía dolores de cabeza constantes, apnea, se me entumecían las manos. En las piernas tenía retención de líquido y me dolían. Mis tobillos eran como si fueran una papa, como el de Maradona en el Mundial de Italia -compara-. Me agitaba al subir las escaleras del subte. Cuando hablaba estaba como ahogado. Dormía 10 horas y me quedaba dormido en cualquier lado. Era todo un combo. Al dolor lo relegás para no enterarte de una mala noticia, y así vas empeorando”.
Recientemente dejó sus miedos de lado y realizó una consulta con un profesional de la salud para hacerse un chequeo. “El médico me dijo: ‘A vos, de milagro no te cortaron las piernas, no te agarro un infarto, no tuviste diabetes... No sé si sos creyente, pero tuviste un Dios aparte’. Tenía una especie de trombosis que se frenó a partir de cambiar los hábitos, comer sano y hacer ejercicio. Al tener mala circulación, se te hacen coágulos y no pasa sangre por las venas. Primero, la pierna se va poniendo colorada y más oscura, hasta llegar al color negro. En mi caso era hasta la rodilla. Hoy tengo desde el gemelo para abajo. Y en un momento hasta me supuraba: me tocaba las piernas y hervían. Siempre bromeaba con mis compañeros, porque cuando entrás a la productora te toman la temperatura con la pistolita en el brazo o en la frente. Yo decía en chiste: ‘Si me la ponen en la pierna, directamente me echan...’”.
Una nueva vida
El cambio físico es tan drástico que muchas personas no lo reconocen cuando lo ven. “Algunos me preguntan: ‘¿Te pasó algo? ¿estuviste internado?’”. Incluso sus compañeros de Nosotros a la mañana se sorprendieron al verlo delgado. El ciclo había terminado a principios de abril por la pantalla de El Trece y fue reemplazado por el magazine Lo de Mariana. Como no funcionó, las autoridades del canal decidieron apostar otra vez por el programa conducido por el Pollo Álvarez y Sandra Borghi. “Volvimos a los tres meses y yo tenía 13 kilos menos”, señala el periodista, que también trabaja en la agencia NA.
“Ahora puedo jugar y correr con mis hijos, agacharme, tirarme al piso, saltar. El nene está contento porque podemos jugar a la pelota. Y la nena me dice que estoy bien, que no baje más. Antes iba a buscar a mis hijos al colegio en colectivo por diez cuadras, abusaba del transporte público: tenía temor de que me agarrara un ataque cardíaco si salía a caminar, pero si seguía así me iba a agarrar igual. Hoy voy a buscar a los chicos caminando y puedo hacer hasta 30 cuadras. Ya no me agito si voy rápido, incluso puedo correr alrededor de la plaza. Además, no tengo hipertensión”, destaca Marote.
A lo largo de su vida tuvo problemas de obesidad en diferentes épocas: cuando era chico era gordito, hasta que a los 18 años hizo un click. A los 30 años volvió a engordar: por tener mucho trabajo y poco tiempo, comía mal y apurado. Fue subiendo de peso de a poco y, sin darse cuenta, llegó a los 136 kilos. Hasta que el año pasado emprendió este camino para cuidar su salud con excelentes resultados y sin gastar dinero. “No hice ningún tratamiento caro, fue todo sacrificio. A veces no me alcanzaban las horas del día porque tengo dos trabajos. Entonces en vez de dormir la siesta, salía a caminar. Y a la noche antes de dormir hacía abdominales”, señala.
“Todo en exceso es malo”: es una máxima que el periodista respeta siempre. No sigue una dieta estricta, sino que tiene una alimentación sana. “Ahora como ensaladas, verduras, huevo y carnes blancas. El domingo es el día del permitido y puedo comer ravioles, tomar gaseosa o vino. Después, el lunes vuelvo a mi rutina. Si hago dieta me aburro y es un efecto rebote. Mi idea es seguir comiendo sano y continuar haciendo ejercicio. No me corrió nadie y bajé 50 kilos. Voy a mantener la rutina de estar sano. No quiero que sea una obsesión, ni pasarme de un extremo a otro”, aclara.
Ya pasó un año del episodio en el que se hizo mala sangre porque no le abrochaba el pantalón de vestir y sufrió un pico de presión. En estos meses, Gastón Marote debió renovar gran parte de su guardarropa. “Tuve que regalar jeans, los doné. Y tenía mucha ropa guardada sin estrenar que pude recuperar, como remeras, pulóveres y camperas nuevas que antes no me cerraban. Antes usaba remeras de talla XXXL y ahora tengo M. Hoy me veo y me siento mejor”.
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