¿Hay combinación más perfecta que leer mientras se toma un café? Quizás no. Y eso bien lo sabe Lautaro Loguzzo, quien junto a sus amigos Gerónimo Messineo y Julián Cerati, transformó un viejo y abandonado puesto de diarios para convertirlo en un espacio que además de lectura propone un encuentro de arte, la mística barrial y un exquisito café recién molido a pocos metros del ingreso a la Facultad de Medicina, frente a la Plaza Houssay, en la ciudad de Buenos Aires.
La impronta del puesto Canillita —así se llama este emprendimiento único en el país— rinde homenaje al oficio que por siglos fue uno de los indispensables para la sociedad y revaloriza a quienes décadas atrás trabajaron en el antiguo puesto verde de Junín y Paraguay. Desde allí se ocuparon de repartir los diarios y revistas a los vecinos y vecinas de Balvanera y Recoleta. O, también, los esperaban con el ejemplar en la mano.
“Lograr esto nos costó horrores, pero acá estamos. Me rompí el alma y el cuerpo para poder sacarlo adelante porque, en realidad, este proyecto no fue sólo cuestión de plata... O sea, hubo gente con muy buen poder adquisitivo que intentó hacerlo y no lo puedo ejecutar, y algunos fueron grandes cafeteros, pero lo hicimos tres pibes de 26 años. Y eso nos llena de orgullo”, dice Lautaro emocionado por el emprendimiento que acaba de inaugurar y que en pocas horas se ganó el apoyo de cientos de personas en las redes sociales.
“Somos un puesto de diarios que vende café”, cuenta Lautaro
El café como excusa
En septiembre de 2023, Lautaro, que tiene una agencia de marketing, recorría Europa y vio algo que lo maravilló: un legendario puesto de diario que vendía café. “Ahí lo vi por primera vez y me voló la cabeza. Yo soy de La Plata, pero al ver ese puesto de diario convertido en un café no entendía por qué en Argentina no había uno igual y me puse a investigar. En ese momento, no se podía vender café en esos kioscos de diarios y revistas aunque algunos que otros lo hacía con la maquinita Nespresso, pero muy agarrado de los pelos... Pero en noviembre salió una resolución que modifica esa prohibición”, cuenta sobre cómo nació todo.
La que llegó como una solución al deseo de replicar aquello que tanto lo impactó fue la Resolución 1481 del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social que autorizó a “los titulares de los kioscos de venta de diarios, revistas y afines, y a los titulares de líneas de distribución de diarios, revistas y afines, que se encuentren inscriptos en el Registro Nacional Integrado de Vendedores y Distribuidores de Diarios y Revistas, a incorporar para su venta y/o distribución y/o entrega una serie de nuevos rubros y prestaciones”, entre ellas el expendio de bebidas no alcohólicas, incluye servicios de cafetería.
Con ese tanto a favor, le quedaba por hacer lo que más le gusta: poner manos a la obra para ejecutar el proyecto anotado en su cuaderno. Como a él le gusta mucho el concepto de “marca”, asegura, decidió “crear una que reivindique al canillita de toda la vida”. Al igual que toda idea explosiva, necesitó del aval de sus amigos y futuros socios.
“No se trataba de que llegaran unos pibes a borrar el concepto del canillita sino darle una vuelta de rosca, por eso es que cuando adquirimos el puesto, que estaba activo, nosotros justamente quisimos mantener el reparto de todas las mañanas. A las 6 se abre y le llegan los pedidos a los 90 suscriptores que tenemos, y a las 7 de la mañana abre la cafetería y el puesto a la calle. Nosotros somos un puesto de diarios que vende café, no somos una cafetería Es diferente el concepto”, aclara.
En esa idea de buscar reivindicar al canillita buscaron la manera de agregar al puesto “todo lo que es cultura y pisar muy fuerte en la Ciudad con ese sentido y poder representar artistas urbanos”, sostiene. “De eso también se trató la inauguración en la que hubo una batalla de freestyle y otra de breakdance porque queremos poder representar a los artistas urbanos”, agrega el joven emprendedor.
“Hoy en día, con la crisis que hay, lo que ellos nos fueron transmitiendo es que muchas marcas se fueron dando de baja porque no tienen espacio para mostrarse; nosotros queremos brindarles ese espacio. Por eso, el café es una excusa que se adapta al entorno donde estoy. A este espacio lo llamo ‘reconstrucción del espacio urbano’, en donde tratamos de rehabilitar toda una zona que estaba totalmente deteriorada, y a partir de una propuesta de valor disruptiva, darle vida otra vez. Tuvimos muchísimo apoyo tanto del barrio, como de la Facultad de Medicina, que fue la que más nos arropó, y también orgánicamente de toda la comunidad. Sabía que iba a explotar este proyecto, porque era disruptivo, pero nunca imaginé que iba a llevar a esta escala y menos tan rápido”, admite.
Entre la originalidad que tiene, destaca una muestra de revistas intervenidas que recuerda la antigua función del puesto que, cuando llegaron, estaba completamente abandonado y convertido en un depósito de muchas cosas. Hoy, lucen 40 collages diseñados por la artista Monsy Abril que busca devolver a las revistas más vendidas en la década de los 90 su lugar de origen.
Lautaro, que además de marketing estudió arquitectura, reformó el espacio y para el resultado final quiso que se mantuviera la misma esencia que recordaban los vecinos que antaño llegaban allí cada día a buscar su ejemplar para informarse.
“No buscamos hacer algo totalmente diferente, pero sí lo readapté para poder aprovechar al máximo el espacio. Como estudié arquitectura, aparte de tener la agencia, me encantan los modelos demográficos en circulación de gente, entonces hice un estudio muy fuerte de los 30 puestos de Buenos Aires y al ver éste, particularmente, entendimos que es el mejor de todos porque pasan a diario miles de personas”.
Este, dice entusiasmado, es el primero y desea que se replique en las ciudades más grandes del país. “Arrancamos por acá y después seguiremos creciendo, pero la idea en principio era reivindicar al canillita y darle una nueva vida al entorno a partir de una apuesta diferencial”.
El objetivo fue logrado, dice orgulloso: “Lo pintamos de otro color, le dimos una nueva vida, le pusimos una buena luminaria, tenemos música y la zona se volvió un lugar de movida interesante a la que llegan los estudiantes y jóvenes profesionales del Hospital de Clínicas que no se sentían representados con las cafeterías que ya había en la zona”.
El deseo primero además de ser cumplido sumó otro. “Queremos reconvertir un poco al canillita de toda la vida —ese que conversaba con los vecinos, que hacía chistes— con el barista, que también cumple un poco ese rol de cercanía, que te cuento la historia del café, el que preguntas cómo fue tu día... Es otro tipo de atención a la que hay en el entorno”, asevera.
La oscura esquina ya es el nuevo espacio de encuentro entre los clientes que se toman un rato de descanso para charlas mientras toman una infusión: “Salen de estar encerrados en la Facultad para despejarse y tomar un rico café colombiano o peruano que tenemos de 90 puntos, que es excelente. Todo preparado por un equipazo. Es un lujo”, finaliza.