El 14 de diciembre de 1821, Bernardino Rivadavia, entonces ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de Buenos Aires durante el mandato de Martín Rodríguez, firmó el decreto titulado “Edificios y calles de las ciudades y pueblos”. Este documento disponía que todas las esquinas de las construcciones en Buenos Aires debían tener lo que hoy se reconoce como “ochava”.
La “ochava”, también conocida como “chaflán” en España, consiste en un corte oblicuo en los edificios que se encuentran en las esquinas de cada cuadra. El motivo fue para facilitar la circulación y la visibilidad a los transeúntes y, sobre todo, reducir los robos sorpresivos que eran comunes en esa época. La medida pretendía que la gente no se chocara en las esquinas, sobre todo con vendedores ambulantes que en ese entonces solían usar un palo en el que colgaban sus productos.
La implementación y evolución de las ochavas
En ese tiempo, Buenos Aires no tenía diferencias entre distritos. La normativa se aplicó en la ciudad de Buenos Aires y se extendió al resto de las ciudades y provincias. Sin embargo, aún es posible encontrar varias esquinas en Buenos Aires sin ochava. Algunos de estos casos son construcciones previas al decreto de Rivadavia y que lograron sobrevivir a la modernidad.
Gran parte de las edificaciones que resistieron este cambio se debe a demoliciones, aperturas de calles y ensanches que las hicieron quedar exentas del requisito de la ochava. En cuanto a Buenos Aires, se calcula que hay más de 20 esquinas sin ochava que todavía logran resistir la modernización de la época de Rivadavia.
Agustín Avenali, que se define como Flâneur (como un paseador urbanístico) y periodista, en 2020 hizo un hilo en X sobre el origen de este diseño en las esquinas. En ese entonces contabilizó las esquinas de Buenos Aires que no tienen una ochava y llegó a encontrar 29 que seguían como en la era pre Rivadavia.
Hay algunos puntos emblemáticos sin ochava, entre los que se encuentra por ejemplo Altos de Elorriaga, en Adolfo Alsina y Defensa. Allí se encuentra la vivienda de dos pisos en pie más antigua de la capital argentina. Este tipo de lugares son testigos de una era pasada y de cómo la ciudad evolucionó.
En adición a los problemas de visibilidad y seguridad en las esquinas, otro factor relevante en la decisión de implementar ochavas fue el estilo europeo, tan admirado por muchos dirigentes del siglo XIX. En ese contexto, el corte diagonal en las esquinas era una medida práctica, pero que tenía oculta una elección estética con la mirada puesta en ciudades emblemáticas como París y Roma.
Más allá de ser una moda en aquella época, no era algo nuevo en Europa. Una reforma de Roma, llevada a cabo por el Papa Sixto V, logró que se hayan implementado grandes avenidas que unían puntos de interés, y en sus cruces se colocaron ochavas para facilitar la movilidad y mejorar la estética urbana.
Un aspecto curioso es que algunos edificios históricos, como la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, en Avenida Independencia y Salta, no presentan ochavas, ya que son previos al decreto de Rivadavia. En estas antiguas construcciones, se puede observar cómo era Buenos Aires antes de la implementación del “chaflán”.
El contexto urbano actual
En la actualidad, las ochavas todavía son una característica destacada en el planeamiento urbano de Buenos Aires. Aunque la ciudad cambió mucho desde los tiempos de Rivadavia, la idea de tener esquinas con ochava sigue vigente. La ochava, actualmente, mejora la visibilidad para los conductores en cada esquina, así como para los transeúntes. Y también se integró como una parte esencial del paisaje urbano porteño.
Es una decisión tomada hace más de 200 años que aún influye en la estructura y seguridad de la ciudad. Este legado de Bernardino Rivadavia, más allá de su desempeño como Presidente, muestra cómo una simple medida puede tener un impacto duradero y práctico en la vida cotidiana de las personas.