Pensado en cómo lograr el estado de meditación jugando, Javier Bertinatto creó a puro ingenio unas piezas de madera, con forma de piedras, que ayudan a la concentración y a la búsqueda del equilibrio.
“Este juego mantiene alejados a niños y adultos de las pantallas, de lo plástico, de lo artificial”, asegura el emprendedor nacido hace 40 años en Mendoza y creador de “Apacheta juegos y objetos”.
“El emprendimiento nació en 2015, como resultado de una incansable búsqueda creativa, diseñando productos nobles y amigables con la naturaleza, influenciados por nuestro amor por la fotografía, la madera, y el equilibrio con piedras”, cuenta sobre el juego construido de manera artesanal, con diversas maderas nativas recuperadas.
“No utilizamos maderas jóvenes de aserradero, ni pinturas sintéticas. Cada pieza creada es única e irrepetible”, asegura el hombre en pareja con Marcela desde los 13 años y padre de mellizos.
La búsqueda del equilibrio
Una apacheta es un montículo de piedras colocadas en forma cónica una sobre otra. Esta técnica milenaria, según se estudió, se utilizaba como ofrenda que los pueblos originarios andinos, en América del Sur, ofrecían a la Pachamama como a sus deidades del lugar.
Pensando, justamente, en eso, Javier bautizó así a su juego. “Nos permite rescatar maderas para darles una nueva oportunidad de volver a la vida como piezas de arte. También nos regala la posibilidad de volver al origen, a lo primitivo, y desempolvar costumbres y juegos del pasado, para que grandes y chicos puedan volver a tener ese estrecho contacto con la madera, con lo simple, con lo natural… Con todo eso que tanto necesitamos”, asegura.
Todo comenzó en 2012, cuando se inició de manera autodidacta en el mundo de las esculturas y dos años más tarde, comenzó a practicar ejercicios de equilibrios en piedra como terapia de meditación. “De la fusión de ambas disciplinas nació la idea de armar nuestra casa/taller en la antigua casa de los padres de Marcela, mi pareja. Esa casa estuvo muchos años abandonada y, para darle una nueva oportunidad al lugar, una vuelta de rosca comercial a mis creaciones, logrando brindar mucho más que un simple juguete de madera”, explica.
Maravillado por su idea, cuenta que suele decirle a sus clientes que “lo interesante y mágico es lo que sucede en nosotros mientras practicamos el equilibrio con las piedras, las piezas son solo un medio”.
También cuenta que el resultado se logra tras una producción “noble y amigable” con la naturaleza. “Usamos a nuestro favor el amor que sentimos por la fotografía, la madera, y el equilibrio con piedras. Cada trozo de madera que ingresa al taller, cuenta una historia. Por supuesto, esto vuelve más interesante y mágico el proceso de creación de nuestros objetos. Y cada pieza terminada fue realizada totalmente a mano a partir de troncos recuperados que recolectamos de la poda urbana o rural”.
Durante este año, la familia también quiso apostar más a las esculturas de madera. “Claro que hay mucho por aprender y mejorar en este complejo camino, pero creemos que lo importante es mantenernos siempre en movimiento y hacer lo que nos apasiona”.
Meditar jugando
El juego está compuesto de ocho piedras de madera. “Jugarlo brinda la posibilidad de sentarte, tomarte el tiempo e intentar algo distinto. Es difícil, por eso se lo juega diez, cien veces hasta lograr apilar cada pieza. En ese no dejar de probar creo que también está el mensaje. Por todo esto, disfruto mucho cada vez que llega alguna buena devolución de la gente que lo compra y manda fotos sobre sus experiencias”.
Aunque admite que algunas personas pueden considerarla como una actividad aburrida, asegura que apilar piedras es “por demás divertido”.
“Al practicarla, trabajamos el equilibrio interno entre quietud y movimiento, tensión y relajación, sostener y soltar... Como en la vida, debemos practicar mucho para comprender cuando soltar en el momento correcto. Cuando de apilar se trata, mientras más pequeño es el objeto, más difícil se vuelve el ejercicio. Y es que mantener el pulso y la motricidad fina al sostener piezas de pequeño tamaño, se vuelve todo un desafío y debemos ser delicados, cuidadosos con los mínimos movimientos de nuestras manos, y hacer un uso adecuado y consciente de la respiración. Rara vez prestamos atención a estas cuestiones tan importantes, ¿no? Todo es cuestión de equilibrio”.
Paradójicamente, Javier trabaja para una empresa que fabrica máquinas eléctricas de poda y motosierras. “En mi trabajo me ocupo de que se corten árboles, pero lo que quedan, esos troncos que quedan por ahí luego se convierten en estas piezas, que son ocho por cada letra de su nombre, Apacheta”, cuenta sobre los juegos que tienen tres tamaños y cuyos valores oscilan entre los $2150 y 8600 pesos.
“La experiencia es diferente, porque somos todos diferentes aunque quieran hacernos creen que somos todos iguales, por suerte, ¿no? Aunque se arme cien veces, las piezas nunca quedarán igual. Ahí reside la magia”, finaliza.