Dejó los hábitos para fundar una misión solidaria: “Sigo unida a Dios sin estructuras que corten mis alas”

Tras renunciar a la Iglesia y después de 23 años de recorrer el país, Mercedes Cisternas se afincó en Mendoza, conoció a su pareja, escribió dos libros y creó una ONG que trabaja por la ecología y brinda empleo a mujeres vulnerables. Su horror por las denuncias de abusos sexuales de curas en el Próvolo

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Mercedes Cisternas dejó los hábitos y creó la ONG Gestión Nativa
Mercedes Cisternas dejó los hábitos y creó la ONG Gestión Nativa

Fueron tantas y tan profundas las experiencias vividas como religiosa durante 23 años, que hoy, lejos de la Iglesia pero siempre cercana a Dios, Mercedes Cisternas asegura que solo tiene palabras de agradecimiento. Claro que desde entonces a hoy corrió mucha agua debajo del puente y entendió, en ese proceso, que los mandatos no existen y, mucho menos, vivir encerrada entre cuatro paredes. Que la libertad no tiene precio y que la tarea social fuera de las estructuras resulta, sencillamente, infinita.

“La Iglesia me enseñó la introspección, la meditación, el silencio, la vida en comunidad y el encuentro con uno mismo. Soy lo que soy gracias a esos años y rescato todo lo aprendido. Sin embargo, si me piden un consejo, diría que ya no estoy de acuerdo”, relata la mujer que hace 15 años --y fuera de los hábitos-- fundó en Las Heras, Mendoza, la ONG Gestión Nativa, comunidad integrada mayoritariamente por mujeres de bajos recursos que producen y comercializan plantas autóctonas y que colaboran con el ecosistema a partir de diversas actividades.

Mercedes Cisternas (centro, sonriendo) en 1984 partiendo de Rafaela al Impenetrable Chaqueño, donde comenzó más activamente su trabajo social en barrios y villas
Mercedes Cisternas (centro, sonriendo) en 1984 partiendo de Rafaela al Impenetrable Chaqueño, donde comenzó más activamente su trabajo social en barrios y villas

Mira hacia atrás y reconoce, en diálogo con Infobae, que no puede creer lo mucho que logró desde el mismo día en que decidió seguir trabajando de otra manera: “Cambió nada menos que mi libertad, porque la tarea fue siempre social. Antes misionaba y hoy, de alguna manera, lo reemplacé por algo parecido, algo que llamo rondas inclusivas. Recuerdo allá por los años ‘90 a una mujer que me miró y me reconoció sin el hábito. Me dijo que sabía quién era y me preguntó por qué usaba otra ropa”, evoca, riendo.

Mercedes nació en la Capital Federal el 28 de abril de 1952. Sus padres, Enrique Cisternas y Sara Santillán, ambos profundamente religiosos, se mudaron a San Nicolás, provincia de Buenos Aires, cuando ella era muy pequeña para criar a sus 7 hijos.

Mercedes Cisternas mientras su papá celebra una misa. Se hizo cura cuando enviudó
Mercedes Cisternas mientras su papá celebra una misa. Se hizo cura cuando enviudó

Finalizó la secundaria a los 16 años, convencida de ingresar al noviciado, que cumplió en el Colegio de la Misericordia, en Rosario. Paralelamente, se recibió de profesora de Matemática. Ella no lo sabía, pero aquel título docente la iba a ayudar, muchos años después, para salir adelante cuando tomó la gran decisión de su vida en Mendoza, la “Tierra de la Libertad” y empezó de cero sin recursos, empleo ni vivienda.

“Muchos me preguntan por qué aguanté tanto y, en realidad, no siento que lo haya hecho porque me di cuenta de que esa vida no me completaba y la abandoné de inmediato, sin sufrimientos, culpas ni reproches. Insisto, fue allí, al empezar de nuevo, que entendí lo que representaba ser libre”, relata.

Lo cierto es que, después de consagrarse en Rosario, “sor Mercedes” se desempeñó en Rafaela y, más tarde, en el Impenetrable Chaqueño. Trabajaba en villas de emergencia y en barrios populares, siempre muy cercana a los jóvenes. Tiempo después, regresó a Buenos Aires, donde la congregación le comunicó que Mendoza sería el próximo destino. Corría 1986.

Mercedes Cisternas en medio de un proyecto en Capdeville
Mercedes Cisternas en medio de un proyecto en Capdeville

-- Mercedes ¿Qué sintió cuando le hablaron de Mendoza?

-- Lloré desconsoladamente. Era una religiosa abnegada que venía de misionar en Chaco. Me hablaron de esta zona de Cuyo y me puse a llorar. Pero recé muchísimo, me repuse y, por algún motivo, grité a los cuatro vientos: “Tierra de la libertad ¡allá vamos…!”. Hoy, mirando hacia atrás, puedo decir que, efectivamente, fue la tierra de la libertad y mucho más: fue la tierra de la felicidad y del aprendizaje.

--¿Qué sucedió después?

-- Durante algunos años iba y venía desde Buenos Aires, siempre trabajando en obras solidarias y construyendo comunidades. Fue en 1990, cuando se fundó una sede de la congregación en el barrio “5 mil lotes”, y en ese momento senté bases aquí. Fue cuando empecé a sentir, de a poco, un profundo deseo de continuar mi tarea de otro modo, tal vez más personal, y a entender que las instituciones despersonalizan. Tenía 40 años cuando me alejé de la Iglesia y no fue fácil empezar de cero. Las cosas de la vida: mi papá había quedado viudo y se convirtió en sacerdote a los 69 años en San Nicolás, donde ejerció hasta morir, con 92. Fue durante más de dos décadas un religioso al que todos adoraban, dedicado y con gran poder de escucha hacia los fieles. Tengo fresca en la memoria la larga fila en el confesionario para conversar con él.

--Usted se alejaba y él ingresaba a la Iglesia ¿Cómo tomó su padre su decisión?

-- Nunca me dijo nada, es decir, ni cuando ingresé al convento siendo una adolescente ni cuando decidí cerrar esa etapa. Cada cual supo acompañar la vida del otro, nos respetamos siempre.

Mercedes Cisternas con mujeres productoras de Gestión Nativa
Mercedes Cisternas con mujeres productoras de Gestión Nativa

--¿Jamás sintió arrepentimientos?

--No, y es más, ratifiqué lo que hice. La muerte de mi padre en 2016 coincidió con un hecho muy terrible que se conoció en Mendoza un año después, el caso Próvolo, que involucró horriblemente a la Iglesia con denuncias por hechos de violencia física, psicológica y sexual por parte de sacerdotes y monjas hacia niños y adolescentes de ese instituto. Aquel hecho espantoso marcó mi vida para siempre, me hice millones de preguntas existenciales y no hice más que convencerme de que había tomado la decisión adecuada.

--¿Cómo reinició su vida?

-- Quedé inmersa en la pobreza. Una familia me albergó y de manera inesperada mi título docente me ayudó a gestar un proyecto escolar destinado a adultos. Poco después pasé a ser directora de ese colegio en Las Heras y así fui saliendo adelante. En realidad fue mucho más que salir adelante, fue iniciar un camino de crecimiento que sigo transitando día a día y que sé que nunca dejaré de hacer.

--¿Cómo nació Gestión Nativa?

-- Fue para dar respuesta a las necesidades de un grupo de mujeres vulnerables de la zona norte de Las Heras, como Capdeville, Panquehua y El Resguardo, entre otros. Trabajamos en la plantación de especies autóctonas como cactus, jarilla, cola de zorro, retama y acacia, además de plantines para huertas de estación, para luego comercializar y posibilitar que las familias del sector cuenten con un sustento económico. Hoy se expandió muchísimo, al punto de que sumamos alrededor de 40 personas, entre hombres y mujeres, que trabajan en distintos proyectos, entre ellos la apicultura, que nos está dando grandes satisfacciones. Contamos con un predio propio donde conservamos las especies y colaboramos con la restauración de ecosistemas ambientales y el cuidado del recurso hídrico. Claro que también es un espacio de encuentro, porque representa un bálsamo, contamos nuestras historias y pasamos momentos muy lindos.

Mercedes Cisternas en Gestión Nativa fiesta del Inti Raymi
Mercedes Cisternas en Gestión Nativa fiesta del Inti Raymi

--¿Cómo conoció a su pareja?

-- Cinco años después de desvincularme de la Iglesia encontré un compañero de ruta maravilloso con quien comparto mi vida, mis sueños y mi cuerpo. Esto último es muy importante porque creo que el cuerpo es sagrado y enseña ¿Cómo lo conocí? De casualidad, de la “vida”, como suele decirse, y desde entonces estamos juntos, aunque no compartimos el mismo techo. Cuido muchísimo la relación y elijo preservarlo porque es una persona de bajo perfil.

-- ¿Cómo se define hoy?

-- Como una mujer feliz y agradecida que está sanando junto a otras mujeres con las que se siente hermanada a través del trabajo colectivo.

Mercedes Cisternas, hermanos y cuñados
Mercedes Cisternas, hermanos y cuñados

Dos libros y una sola conclusión: “Solo creo en lo que veo”

Algunos de los episodios más salientes de su vida, así como sus pensamientos y reflexiones, llevaron a Mercedes a la necesidad de escribir. Nació, así, su primera obra “No me hables en nombre de Dios” y, poco después, “A veces creo”, que acaba de presentar con un año de demora debido a la muerte de su hermana, que la dejó devastada.

En el primero, publicado en 2019, intenta llegar a la conclusión, a través de su propia experiencia, de la necesidad de ser uno mismo: libre, genuino y sin ataduras.

“Estamos atados a estructuras no solo religiosas, sino políticas o educativas, por citar ejemplos, que suelen imponer ideas en nombre de un dios con minúscula, es decir, asociamos a ciertas personas con el poder. No lo comparto” explica y cuestiona: “¿Hay algo mejor que la propia identidad sin que alguien gobierne nuestras ideas?”.

Mercedes Cisternas dando una charla sobre su último libro
Mercedes Cisternas dando una charla sobre su último libro

“Creo en un Dios personal que cada uno va descubriendo y respeto el misterio de otras de sus formas, la energía, la luz”, señala y continúa: “Solemos poner la fe de por medio porque no siempre podemos mirar alrededor y descubrir la perfección de la naturaleza y de las personas”. Dicho de otro modo, concluye, “nos inventamos mandamientos, doctrinas teóricas y apostamos a eso porque no nos animamos a mirar o escuchar lo que la naturaleza y la experiencia nos va diciendo. Vamos viendo que lo que realmente importa es amar, compartir, respetar y considerar al otro. Pero para darnos cuenta hay que observar alrededor con el corazón abierto. A veces inventamos preceptos para no aceptar la realidad”.

En “A veces creo” retoma ese mismo camino de llegar a la autenticidad plena, algo que ella intenta construir todos los días de su vida: “Creo que en lo que veo, por eso el título del libro. Y yo veo un domingo alrededor de una mesa, un encuentro, una comida, un disfrute. Creo en tanto veo”, insiste, para redondear que ese largo y complejo camino hasta llegar a conocerse a uno mismo en profundidad lo aprendió en la Iglesia y lo profundizó en su obra, que representa, ni más, ni menos, el hijo que nunca tuvo.

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