Por primera vez, un estudio científico de alcance nacional expuso el impacto que tuvo la pandemia en los problemas de salud mental junto a otras cuestiones que se vinculan directamente, como las creencias populares sobre el origen del coronavirus y la confianza en las medidas sanitarias para contrarrestarlo. De acuerdo a esa investigación, el 47,2% de las personas consultadas contestó que tuvo algún “trastorno de ansiedad”, seguido por la “depresión” (36,8%) y afecciones de tipo “psiquiátrico” (14,0%).
Las conclusiones se desprenden del estudio “Salud, bienestar, coronavirus y vacunas según región y adscripción religiosa”, a cargo de la doctora en Ciencias Sociales, Gabriela Irrazábal (UNLP-UBA), del centro de estudios CEIL-Piette de CONICET. Irrazábal forma parte de un programa de académicos con trayectoria que investigan el pensamiento religioso y creencias de las personas, y su vínculo con la salud. Sostienen, como hipótesis, que determinados credos y cultos pueden influir en las actitudes frente a temas críticos. Los informes de los últimos años focalizaron en otras dimensiones, como los comportamientos en torno al aborto, la pena de muerte o la educación sexual integral.
Más allá del tema de investigación, una de las cuestiones reveladoras de esta primera entrega de 60 páginas es que se corroboró que los padecimientos mentales se constituyeron en un mal de época durante el último año de coronavirus. La población declara haber padecido tres dificultades principales en su salud: las afecciones mentales encabezaron el primer lugar de las respuestas, y en segundo orden, las alergias (42,3%) y los problemas de la piel (34,7%), un tema con poco lugar en el debate público. El coronavirus aparece recién en el quinto lugar, con el 25% de quienes contestaron haber transitado la infección.
Cabe señalar que las respuestas al cuestionario son autoadministradas y, como tales, no tienen una rigurosidad clínica. Pero sí refleja una aproximación a los problemas de salud mental que se dispararon en el último tiempo, y el comportamiento de la población frente a esos padecimientos. Quienes tuvieron ansiedad o depresión recurrieron a profesionales de salud mental en un 35%, lo que expone una preocupación por resolverlo. Con una muestra de 4537 casos en todo el país, del grupo de 1799 casos que declararon sufrir ansiedad, 511 (28,4%) consultó a psicólogo/a y 118 (6,6%) consultó al psiquiatra. Para los 1401 que consignaron depresión, unos 367 (26,2%) recurrieron a un psicólogo/a y 122 (8,7%) a un/a psiquiatra. Entre un 14 y 16 por ciento acudieron a un familiar o amigo para contarle sus problemas.
Sin embargo, un grupo no desdeñable de personas quedó a la deriva ante sus afecciones mentales. El informe expone que tres de cada diez personas que tuvieron ansiedad y depresión no recurrieron a nadie, y casi dos de cada diez (16,5%) que reflejaron algún problema “psiquiátrico” asumieron la misma actitud.
Según Irrazabal, este malestar en la psiquis se produjo por un contexto de vulnerabilidad que trajo la pandemia y que trascendió lo meramente sanitario. Una importante proporción de la población consultada reveló hechos de violencia en su familia o haber sufrido algunas tragedias cercanas.
“La salud y el bienestar se vio afectada por situaciones de maltrato. Casi el 20% de los consultados sufrió en el último año algún tipo de violencia. De ese grupo, el 18,1% tuvo violencia física y el 5,6% del tipo sexual”, expresó a Infobae la investigadora de Conicet. “Tampoco fue menor que cuatro de cada diez personas tuvieron algún allegado, amigo o familiar que falleció. Todo esto evidencia una presión bastante fuerte a la salud mental y a las personas”, precisó.
Las creencias religiosas no incidieron en estas dimensiones, si bien los ateos declararon haber sufrido más violencia física (31,1%) que el resto de los credos. Frente a los problemas de salud, se constató que los evangélicos recurren con más frecuencia a la oración (78,7%) que el resto, mientras que los católicos alcanzaron el 42,5% de las respuestas afirmativas. En pequeñas proporciones, quienes están más alejados de la religión utilizan en menor medida oraciones o “curas del empacho”.
Geográficamente se registraron algunas variaciones. Quienes viven en la Patagonia tuvieron más respuestas de sufrir violencia psicológica (82,3%) y casi triplicó las agresiones sexuales(13,9%), mientras que quienes residen en el noroeste argentino (NOA) mencionaron mayores niveles de violencia física (24,8%) y afecciones a la piel (48,9%) superiores que el promedio global.
Con respecto al coronavirus y la vacunación, no hay grandes sorpresas, ya que los resultados están en sintonía con la cantidad de población inmunizada. La mayoría está a favor de la vacunación obligatoria tanto para adultos como niños, y menos de dos de cada diez personas cree que debería ser una decisión individual de las familias. Además, en la evaluación positiva, el 56,7% declara que las vacunas sirven para “proteger” o “evitar” enfermedades, y un 39,0% considera que las vacunas “refuerzan el sistema inmunitario”.
“También en este caso de la vacunación notamos una menor incidencia de las creencia, aunque entre los evangélicos hay una tendencia mayor a manifestarse contrarios a la vacunación”, dijo Irrazábal. Según las respuestas de los creyentes a este credo, cuatro de cada diez consideraron que vacunarse no debe ser obligatorio, y que tres de cada diez debe corresponder a una atribución de las familias.
En lo geográfico, aunque con diferencias pequeñas, las provincias del centro del país son las que tienen opiniones más contrarias a la vacunación obligatoria en general, si bien la variación no supera los 2 puntos con el promedio.
Por otro lado, la mayoría de la población comparte que el uso del barbijo y la higiene, como la distancia entre personas y la ventilación de ambientes, es útil para evitar la propagación del coronavirus. Sobre la controversia que generó la cuarentena y las restricciones sanitarias, hay una información llamativa. Se mantuvo una alta proporción de apoyo a las medidas de emergencia en caso que sea necesario: la mitad estaría dispuesta a cumplir aislamientos preventivos por 15 días (53,7 %) y cuatro de diez personas evitaría enviar a sus hijos a la escuela o suspendería sus visitas a abuelos. La mayoría está de acuerdo con suspender actividades en espacios cerrados, como ir a restaurantes o bares (69,2%), o suspender festejos.
“Queríamos publicar esta dimensión también porque estamos atravesando una nueva ola y queríamos saber qué cosas la gente está dispuesta dejar de hacer”, sostuvo Irrazábal.
Información falsa sobre ADN, autismo y origen del COVID-19
La encuesta también indagó sobre información falsa que circula en las redes sociales y vinculada con la vacunación, como el hecho de si las personas creen que la inmunización modifica el ADN: el 20% respondió afirmativamente o que no sabe. La mayoría también descartó que haya una conexión entre las vacunas y el autismo, aunque un 15,8% duda y otro 3,9% cree que hay una relación.
Por otro lado, quedó cuantificado el universo de pensamientos que acreditan una mirada conspirativa sobre la irrupción de la enfermedad a escala global. Tres de cada diez personas creen que el coronavirus fue creado artificialmente (26,3%), es un dispositivo de control poblacional (3,8%) o bien “se escapó” de un laboratorio (3,2%). Uno de cada 10 no saben bien qué es. El resto considera que su surgimiento está vinculado “a la interacción con humanos y animales”, a la naturaleza o a la ecología.
En el grupo de aquellos que creen en la creación artificial de la COVID-19, los católicos (37,2%) y los evangélicos (36,8%) son quienes más adhieren a esta opinión. Están diez puntos por arriba del promedio. En contraste, aquellas personas consideradas ateas (49,5%), sin pensamiento religioso (40,9%) o que no adhieren a un credo institucional como los agnósticos (58,6%), son quienes más tienden a acreditar como hipótesis el origen zoonótico o ecológico.
Desde el punto de vista de quienes están en desacuerdo con la inmunización al COVID-19, los imaginarios “antivacunas” están distribuidos en tres principales argumentos: la “falta de confianza”, que llega al 58% entre quienes rechazan vacunarse; un 40,3% asegura que “te contagias igual de coronavirus”, y el 37% señala que le “da miedo los efectos adversos”. “Es un porcentaje importante que no confía en la vacuna, si bien no es masivo, ronda el 6 por ciento”, concluyó la investigadora.
FICHA TÉCNICA:
FECHA DE RELEVAMIENTO: Agosto-Octubre 2021
CANTIDAD DE CASOS: 4537 usuarios/as de internet y teléfonos móviles residentes de Argentina
TIPO DE MUESTRA: River Sampling con captura de casos vía redes sociales de internet y mensajes de texto, muestreo no probabilístico.
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