Esoterismo, New Age, naturopatía, sexo, templarios, viajes astrales, rosacruces, nazismo, apocalipsis y dinero, mucho dinero. En el juego de naipes del destino, esas y otras barajas se mezclaron. De esa ensalada, aderezada con locura y fanatismo, sólo podía salir algo malo, muy malo. Fue lo que sucedió.
El 5 de octubre de 1994, un grupo de bomberos suizos irrumpieron en una casa que se prendía fuego en la bucólica localidad de Cheiry. Al entrar, hallaron a un hombre acostado en una cama, muerto por un disparo y con una bolsa en su cabeza. Continuaron investigando y descubrieron una pared secreta. La abrieron y lo que vieron parecía la escena final de una película de cine gore: había un altar de ceremonias tapizado de rojo, un cáliz, una armadura con rosas, cruces y espadas cruzadas, y en el centro de la habitación, 18 cadáveres dispuestos en círculo. El espanto se apoderó de los bomberos. Del total de los cuerpos, diez tenían un disparo en la cabeza. Y el resto se habían suicidado con veneno. Entre ellos había un periodista canadiense, su esposa y su hijo de 10 años, y luego de un arduo trabajo se identificó a Joseph Di Mambro y a Luc Jouret, los fundadores de la secta de la Orden Templo Solar y artífices del suicidio colectivo.
Ese no fue todo el horror de esa jornada: a poco menos de 200 kilómetros de allí, en Granges-Sur-Salvan, tres chalets ardieron. Cuando los oficiales de esa localidad ingresaron, hallaron 25 cadáveres carbonizados, la mayor parte de ellos muertos tras ingerir un veneno derivado del curare, aunque los tres adolescentes y cuatro niños encontrados estaban acribillados a balazos. Las edificaciones tenían un sistema de explosivos activado. Y todos los muertos pertenecían a la misma secta.
La tragedia, en rigor, había comenzado cuatro días antes lejos de allí, en Morin Heights, Canadá, con el asesinato de un bebé de cuatro meses, llamado Emmanuel Dutoit, por orden de Di Mambro. La criatura fue muerta con una estaca de madera, que clavaron en su pecho a repetición. Era hijo de Antoine Dutoit, un ex miembro de la Orden que se ocupaba de ambientar con luces y efectos especiales los rituales y había decidido abandonarlos, y Nicky, ex niñera de Emmanuelle, la hija del creador de la Orden del Templo Solar. En su demencia, Di Mambro sostenía que el niño era el Anticristo, y su objetivo era impedir que la secta llevara adelante su viaje espiritual. Además, dentro de la Orden del Templo Solar, él decidía cuándo podían tener hijos y con qué nombres se los podía bautizar, y los Dutoit no habían sido autorizados.
La policía estableció que Di Mambro ordenó a dos de sus seguidores, Joel Egger y Dominque Belaton, que mataran al niño. El 30 de septiembre, Gerry y Colette Genoud -otros dos miembros de la Orden- invitaron a los Dutoit a cenar a su casa de Morin Heights. Allí ya estaban Joel y Dominique. En un momento Egger y Antoine bajaron al sótano de la casa. El primero tomó un bate de béisbol y le destrozó el cráneo. Luego le abrió el cuello con un cuchillo y le asestó 50 puñaladas. Una vez arriba, él y Genoud mataron a cuchillazos a Nicky y a su hijo. Luego, Egger y Belaton volaron a Suiza. Tres días después, luego de intentar borrar la escena del crimen incendiando la vivienda, los Genoud se suicidaron.
En apenas cuatro días, 48 muertes que sólo la locura pueden explicar. No fueron las últimas.
Genesis
Luc Jouret nació el 18 de octubre de 1947 en la localidad de Kikwit, en el entonces Congo Belga. Regresó al país de sus padres en la década del 50 y estudió medicina en la Universidad de Bruselas. Allí participó de una agrupación comunista, pero una vez recibido, se unió al ejército belga como paracaidista y luchó en Africa, en el rescate de rehenes en la ciudad de Kolwezi, en Zaire, frente al Ejército de Liberación Nacional del Congo.
Al mismo tiempo, se inició en la homeopatía y la medicina holística, y comenzó a frecuentar grupos de esoterismo y a cultivar la práctica de actividades paranormales. Los viajes con ellos lo llevaron desde China a Perú. Comenzó a decir que era la reencarnación de un Templario. Establecido en Suiza, en uno de esos grupos -llamado Fundación del Camino Dorado- conoció a su líder, Joseph Di Mambro, un relojero y joyero francés nacido en 1924 que había sido condenado por estafa en 1972. Aficionado al ocultismo, a principios de la década del 70 fundó su propia secta, el Centro de Preparación para la Nueva Era. A sus seguidores les decía que era la reencarnación de un personaje bíblico.
En 1984, ambos decidieron fundar La Orden del Templo Solar.
Según ellos, buscaban la superioridad de lo espiritual sobre lo temporal y la preparación de la humanidad para una transición (era la exacta palabra que usaban) que incluía el regreso de Jesús en forma de Dios del Sol, que unificaría a todas las iglesias cristianas y al islam.
Los dos separaron bien sus funciones desde el inicio. Jouret era más expresivo, el elocuente, el que hablaba con palabras llenas de magnetismo y convencía a los fanáticos que se acercaban a la secta que podía comunicarse con extraterrestres. Pero no cualquiera podría ingresar. Sólo aceptaban miembros jóvenes y con buen poder adquisitivo, que iban ascendiendo en la organización a través de rituales rimbombantes, con sacerdotes vestidos con capas blancas y cruces rojas, donde por medio de técnicas de holografía e iluminación hacían posible la aparición de supuestas figuras del más allá. A todos ellos, por supuesto, se los inducía a dejar importantes sumas de dinero, joyas y propiedades. Cuando no, directamente se los extorsionaba, delito por el que había sido denunciado Jouret en 1989. Uno de los que ayudaba a solventar el alto nivel de vida de los líderes de la secta era Camille Pilet, inmolado en Cheiry. Sindicado como el número 3 de la Orden del Templo Solar, era heredero de la compañía de relojes Piaget.
Di Mambro, por su parte, manejaba los números de la organización desde las sombras. Porque en realidad, detrás de la fachada de espiritualidad, la Orden del Templo Solar era un gran centro de lavado de dinero sucio, proveniente de la venta de armas, drogas y supuestos contactos con la mafia siciliana a través de Albert Giacobino, un suizo que figuraba en todos los contratos de las propiedades de la secta y murió en Cheiry. Los investigadores dieron con una transferencia de 93 millones de dólares de Di Mambro a una cuenta en Australia, uno de los países, junto a Suiza y Canadá, donde la Orden tenía adeptos. A finales de la década del ‘80, la secta alcanzaba unos 450 integrantes y su principal centro -aunque no el único- era un palacio en Ginebra, Suiza. En esa ciudad, además, contaban con decenas de propiedades.
La mala prensa de las sectas después del desastre de la secta de los davidianos en Waco, Texas, y los negocios turbios, finalmente minaron a la secta. Los medios comenzaron a poner la lupa en las actividades de Di Mambro y Jouret mediante sociedades como Golden Way, Amenta, Archedia y Granja Agrícola de Investigación y Cultura, por las que hacían circular el dinero.
Descubrieron que en Canadá, varios miembros habían sido acusados por tenencia ilegal de armamento. En ese país, la justicia los había investigado dos años antes de la tragedia por el intento de cooptar la dirección de una empresa pública de agua corriente, colocando en cargos claves a seguidores de la Orden. El propio Jouret fue arrestado en Quebec cuando quiso comprar rifles con silenciador y municiones en forma irregular. Eso provocó, además, que muchos adeptos comenzaran a abrir los ojos y a alejarse.
Apocalipsis
Con casi todos los líderes de la Orden del Templo Solar fallecidos, fue muy difícil determinar lo que sucedió. Por qué decidieron los asesinatos y suicidios masivos. A los investigadores les costó entender, sobre todo, que Jouret y Di Mambro, que manejaban los hilos de la organización y conocían su trastienda, estuvieran entre los 48 muertos que OTS tuvo en esas jornadas.
Lo concreto, lo que se sabe, es que ante la desesperación de verse rodeados en sus actividades ilícitas, Jouret y Di Mambro comenzaron a hablar del Apocalipsis y la transición que los miembros de la secta debían hacer hacia el planeta Sirius, lugar edénico donde hallarían la felicidad. La noche anterior a las muertes, los líderes, junto a un grupo de 12 fieles hicieron una gran cena de despedida. La última cena. El mismo día de la masacre enviaron cartas explicando lo que harían momentos después. Así lo reconoció uno de los sobrevivientes, Patrick Vuarnet, hijo de un célebre esquiador, que se encargó de llevarlas al correo.
Cuando se dispusieron a cumplir con la ceremonia final, primero inyectaron con tranquilizantes a quienes se rehusaban a quitarse la vida. A esos les dispararon. Luego se inocularon el veneno. Nunca se supo cómo se inició el fuego en ambas propiedades, pero una de las hipótesis fue -además de los dispositivos automáticos encontrados- el uso de un lanzallamas.
La justicia, que se movió en forma lenta, apuntó a Michel Tabachnik, uno de los líderes de la Orden, sobreviviente de la tragedia y reconocido director de orquesta (fue protegido en una época por Herbert Von Karajan) como uno de los instigadores de la masacre. Finalmente, en el año 2001 fue absuelto.
Cuando la trama de las muertes de Chiery y Valsan fue develada, todo el mundo creyó que la Orden del Templo Solar había desaparecido por completo. Error. El 23 de diciembre de 1995 en Vercors, Francia, otra masacre y el mismo modus operandi: un incendio y 16 cuerpos calcinados, entre los que se contaron a 3 niños. Catorce de ellos aparecieron formando una estrella. El 22 de marzo de 1997 en Casimir, Quebec, 5 suicidados al ingerir calmantes y prender fuego la vivienda. Antes de quedar dormidos, se acostaron en el suelo formando una cruz. Y el 15 de enero de 1998, en varios burdeles franceses que fueron quemados, aparecieron los cadáveres de 33 personas, incluyendo 8 niños. Cincuenta y cuatro en total.
Todos ellos miembros de la Orden del Templo Solar, que seguían convencidos que Jouret y Di Mambro habían trascendido a Sirius y querían seguirlos.
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