Lorena Cabrera es abogada, vive en Belgrano y es la madre de Liam Fridman, de trece años. Por expresa indicación de su médico, el adolescente -que tiene autismo- necesitaba ser vacunado cuanto antes para no correr riesgos.
Así, los Fridman gastaron sus ahorros, se endeudaron, y el 2 de julio viajaron rumbo a los Estados Unidos. Lo primero que hicieron apenas llegaron fue ir al shopping Aventura Mall donde Liam, Hernán y Lorena recibieron la primera dosis de la vacuna de Pfizer. En ese momento, nuestro país aún no había firmado el acuerdo con ese laboratorio )se estima que la llegada de esas vacunas será en septiembre) y no podían aguardar los vaivenes de la política.
Deberían haber regresado el 5 de agosto, pero les reprogramaron el vuelo para el 21 de este mes y, como el resto de los argentinos varados en el mundo, no tienen ninguna certeza de que la fecha no volverá a posponerse.
“Como mamá estoy muy feliz. El día que Liam se vacunó no lo podía creer y la verdad es que sentí cierta tranquilidad. Hice lo mejor para mi hijo, a pesar de que sabía que nos iban a hacer esto, pero no me importa. A los que hablan de la declaración jurada que te hacen firmar cuando salís de Ezeiza, les digo como abogada que los derechos se ejercen, no se reservan. Es una medida inconstitucional y arbitraria. No están respetando los derechos de ningún argentino, más allá de la condición particular que tiene mi familia. Siento que la Argentina no está viviendo en un estado de derecho como corresponde”, le dijo Lorena a Infobae.
“Mi hijo tiene autismo y va a una escuela común porque puede estudiar, pero los chicos que tienen problemas neurocognitivos no entienden los cuidados del COVID y son un foco de infección para los adultos, que sí podemos tener un problema mucho más serio que ellos y que son una fuente de transmisión para los convivientes. A Liam le gusta tener mucho contacto con su maestra integradora, la acaricia, le da besos, la abraza... No entiende que no se puede y que tiene que mantener la distancia social. Se toca la cara o la boca y, si se le cae el barbijo, lo levanta del piso y se lo vuelve a poner. Consultamos con los médicos y nos dijeron que lo mejor era inmunizarlo con la vacuna de Pfizer, que es la única autorizada”, afirmó.
Lorena sostiene que los menores con problemas cognitivos o con comorbilidades de deberían haber tenido prioridad en la vacunación -junto con los adultos mayores- para no ser otro foco de infección, ya que no comprenden los recaudos preventivos del COVID. Asegura que, cuando vuelvan al país, ya no va estar preocupada por su hijo, que es el único integrante de la familia que sale de la casa para ir al colegio.
La madre de Liam resalta la importancia que tienen las rutinas para las personas con autismo y, como su miedo a quedar varados está latente, teme que -mientras consiguen cómo volver al país- el paso de la virtualidad a la presencialidad de la escuela en su ausencia lo perjudique en diferentes aspectos.
“El año pasado le costó la virtualidad. En 2021, lo tuvimos que preparar de nuevo para la presencialidad. Ahora, otra vez está de manera virtual y no va a poder estar un lapso de tiempo muy prolongado sin tener su rutina, porque no es lo mismo entrar y salir del colegio. Los chicos con autismo se manejan con rutinas, porque eso les da seguridad. Además, necesita seguir con sus terapias, como fonoaudiología y psicopedagogía, o las sesiones de psicología, que no las aprovecha de manera virtual. Pero necesitaba la vacuna para poder seguir con todas sus actividades, en un marco de cierta normalidad y con mayor protección”, indicó.
“Muchas familias decidimos venir por nuestra cuenta y costearnos la vacuna, pero lo que no entiendo es por qué a los menores en condición de vulnerabilidad no los van a aceptar para ingresar, porque entramos en el cupo como cualquier otro hijo de vecino y siento que estamos solos. A través de mi cuenta de Twitter, en la que estoy muy activa con este tema, leo que a la gente lo único que le importa es saber si hay algún político varado. Nuestra situación no mueve la aguja, ni el termómetro de nadie”, lamentó.
Los padres de Liam hicieron un gran esfuerzo económico para poder viajar a Miami, ya que en los últimos meses los vuelos aumentaron excesivamente su precio y, tanto los hoteles como el alquiler de un auto, se traducen en valores inaccesibles para muchas personas que deciden inocularse en los Estados Unidos.
“Me estoy endeudando y gastando los ahorros porque no me queda otra, pero para esto sirve trabajar, para estas cosas. El derecho primordial es a la vida y a la salud, pero se lo negaron a las familias que necesitaban la Pfizer. Además, todos tenemos derecho a una buena vacuna y a poder elegirla, y eso no pasa en nuestro país”, argumentó.
“Ahora insisten con estos cupos de la variante Delta, cuando todos vamos a volver inmunizados. Hicimos un viaje sanitario para pagar una vacuna muchísimo más cara de lo que sale, que son solo USD14, y en vez de ese monto, tenemos que solventar -además de los pasajes- costos carísimos en dólares por el alojamiento, el auto y la comida. Hay gente que salió de vacaciones, lo sé, pero también hay mucha gente que vino a traer a sus hijos con o sin comorbilidades”, dijo.
“Esta medida no tiene nada que ver con la salud, porque entonces no hubieran permitido el festejo de la Copa América, ni las ferias de La Matanza. Es contra la oposición y, también, contra la clase media que, por ejemplo, decidió no darse la vacuna china, porque su efectividad no es tan alta, o la Sputnik, que es buena pero no te traen el segundo componente. Eso ya les pasó a mis padres y, encima, les dicen que la primera dosis no vence. Si no fuera así, hoy no tendríamos más de 100 mil muertos”, finalizó.
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