“Hola, gracias por el llamado”, dice del otro lado del teléfono Nelson Martínez, de 52 años. Hace poco menos de un año respondía preguntas de periodistas. En vísperas del aniversario de su contagio, agradece antes de contar el proceso de la enfermedad en su organismo. En los primeros días de marzo de 2020, fue calificado como “paciente número 13”. Cuando el 5 de marzo aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, eran solo dos personas los contagiados: un hombre de 43 años y un joven de 23, ambos habían regresado de Italia.
Había realizado “un viaje soñado”. Anduvo por el norte de Italia y Eslovenia con su pareja entre el 11 de febrero y el 4 de marzo. “La existencia del virus en regiones del norte italiano llegó a nuestros oídos a mitad de viaje, cuando estábamos en Bologna. Desde allí hasta llegar a la Argentina tuvimos todos los cuidados que indicaban las autoridades italianas”, contó. El COVID-19 los perseguía: “Viajábamos y el virus siempre por detrás; era llegar a una ciudad y enterarnos que se habían descubierto casos en la ciudad que habíamos dejado”.
El viaje de regreso hizo escala en Madrid: el aeropuerto de Barajas desierto les causó sorpresa. Su vuelo iba cargado, con todas las butacas ocupadas. Con humor recuerda que después de casi 11 horas, “donde cada estornudo era un misil con ojivas tóxicas”, aterrizaron en Ezeiza y en la incertidumbre del viernes 5 de marzo de 2020, dos días después de que se confirmara el primer infectado en el país. La sobreinformación los había confundido: “Era una caja de Pandora lo que nos podía suceder en el aeropuerto, desde quedar en cuarentena, hacer una declaración jurada o ir directo a un hospital”.
Pero no pasó nada. Descendieron del avión, atravesaron migraciones, desayunaron en un comercio sobrepoblado de gente dentro del aeropuerto y llegaron a sus casas sin ser revisados. “No había que protegerse de nada, por alguna razón seguramente buena, no había controles”, pensó. Decidieron hacer aislamiento voluntario durante dos semanas como lo indicaba el protocolo del Ministerio de Salud de la Nación. Pero, antes, una rueda de trámites: “Recuerdo que hice mil cosas y una salud de hierro, no notaba el cansancio”, relató Nelson, encargado de un edificio en Recoleta, quien aseguró haber procurado mantenerse a un metro de distancia.
La madrugada del sábado 7 de marzo empezó con decaimiento, dolores musculares, tos seca y temperatura en ascenso. No padeció fiebre. Su pareja, que al principio no había presentado un cuadro de sintomatología, presentó una leve febrícula y dolores que jamás había experimentado: “Me dolía hasta la piel y lo que más me alarmó fue que me dolían los dientes, fue horrible”. Los síntomas coincidían y la procedencia reciente reforzaba las sospechas: llamó al SAME y fue derivado al hospital Muñiz.
Ingresó un martes y el sábado le confirmaron que era COVID positivo. “Los resultados del test de PCR no eran como los de hoy. El protocolo era otro porque salí siendo positivo y me enviaron a casa hacer la cuarentena aislado”, informó. “Cero miedo y cero dudas de que pronto me darán el alta”, sostenía mientras continuaba aislado. Empezó a hacerse “dueño de mi lugar”. Describió a su habitación como “un PH de un ambiente”, en donde acomodó la mesa a su gusto, desplegó sus libros y se dispuso a no estar “siempre acostado”. “El personal del Muñiz me decía ‘es la oficina de Nelson’”, recordó con humor.
Diez días estuvo internado. Su curso por la enfermedad fue tolerable. 30 días después, el 17 de abril de 2020, recibió el alta epidemiológica y la certificación de que ya no era un agente infeccioso. “Estaba convencido de que iba a salir adelante porque recibí una excelente asistencia médica. Lo que más me costaba era dar ánimos a la familia sin contacto directo, estuvimos casi dos meses sin vernos”, consideró, en retrospectiva.
- ¿Una vez dado el alta como siguió tu vida?
- Estábamos en una cuarentena estricta, así que estuve encerrado. Volví a trabajar el 20 de abril. Me cuidaba pero no tenía el peso de contagiarme. Hoy estoy más precavido porque hay casos de reincidencia, pero estoy inmunizado.
- ¿Te quedó alguna secuela?
- Tardé casi seis meses en recuperarme pero nunca volví a ser el mismo de antes. Diría que tengo un 90% de fatiga crónica. Antes no me cansaba durante el trabajo y ahora me siento obligado a parar.
- ¿Te seguís haciendo chequeos?
- Hace un mes me hicieron diversos estudios en el Conicet. Por fortuna aún conservo un número alto de anticuerpos. Lo que sí desarrollé hipertensión: los médicos no saben si es consecuencia de la edad, las veces que doné plasma para convalecientes o las huellas del virus.
Lo que aún experimenta Nelson Martínez es lo que le preocupa a la Organización Mundial de la Salud. “No sabemos aún verdaderamente qué es el COVID largo”, explica Janet Diaz, responsable del equipo clínico a cargo de la respuesta al coronavirus, en una entrevista reciente en Ginebra. Una muestra de este desconocimiento es que este cuadro aún no tiene verdadero nombre. La OMS habla del síndrome post COVID-19 o “COVID-19 de larga duración” en un documento sobre sus nuevas recomendaciones.
Según algunas investigaciones, entre el 10 y el 15% de los afectados puede experimentar la persecución de la sintomatología luego de haber cursado la enfermedad. La infectóloga Isabel Cassetti le puso un plazo a esa dolencia persistente: “Cuando se inició la pandemia, no conocíamos muchas de las cosas que hoy conocemos y que fuimos aprendiendo a través de la práctica, no solo en nuestro país sino también en todo el mundo. No hay una definición uniforme de lo que se llama síndrome post COVID o efectos a largo plazo post COVID, pero sí hay un consenso que establece que se ven signos y síntomas que persisten durante cinco semanas o más después de haber contraído el virus. Y que esos signos y síntomas empiezan durante o al final de la enfermedad. Los estudios indican que pueden durar hasta tres meses y algunos síntomas hasta los seis meses”.
Nelson no pierde el optimismo que lo caracteriza. “Permanecí en el mejor hospital de la ciudad, donde recibí una atención singular. Cada día me siento mejor”, admite. “Además, cuando aún no hay vacunas para todos en la Argentina yo ya estoy inmunizado”.
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