Manu Lozano: “Nos encontramos con mucha gente que necesitó una ayuda por primera vez en su vida”

El presidente de la Fundación Sí! se instaló en la sede principal de la ONG desde el comienzo de la pandemia y desde ahí reorganizó la manera de trabajar durante la crisis. Repartieron más de 700 toneladas de alimento y abrieron cuatro nuevas residencias universitarias. Aún así, dice: “Tuvimos que decirle que no a muchos comedores porque no damos abasto”. Testimonio conmovedor de una persona dedicada las 24 horas a ayudar a los otros

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Entrevista a Manuel Lozano de Fundación Sí - #Entrevista

La sede de la Fundación Sí! está abarrotada de cajas. Las hay con alimentos, con vasos, con abrigos, con elementos de tecnología, con artículos de higiene. Hay colchones, juguetes, sobres. El galpón de la planta baja es un gran depósito donde entran donaciones, se organizan, y se despachan en camiones hacia todas las provincias del país.

Desde el comienzo de la pandemia, la fundación ya repartió más de 700 toneladas de alimentos a comedores y a personas que necesitaron una mano. No siempre fue la alimentación la arista principal de trabajo de la ONG liderada por Manu Lozano, pero desde que llegó el coronavirus tuvieron que hacerle frente a las múltiples necesidades que surgieron.

A su vez, la fundación siguió adelante con su programa de residencias universitarias. Son casas en distintas provincias donde reciben chicos y chicas de zonas rurales que quieren estudiar una carrera universitaria, y gracias a estas residencias pueden hacerlo. Se les da casa, comida, transporte y material de estudio. Hoy hay 420 jovenes en todo el país, y a lo largo del año la fundación tuvo 2865 zooms para elegir los ingresantes del año próximo.

El sueño de los postulantes no es menor: según cuenta Manu, en muchos casos caminan kilómetros hasta llegar a un pueblo donde tener señal o van a caballo hasta alguna comisaría para pedir internet y así poder participar de las admisiones virtuales. “Se lo merecen todos, pero aún así quedan chicos afuera”, dice Manu Lozano, que cuenta que para él la peor semana del año es en la que tiene que hablar con los chicos que no fueron elegidos. “Todos la vienen remando, la pelean, y emociona ver el esfuerzo que hacen. Yo lo único que puedo pensar es en pararme y aplaudirlos, pero desgraciadamente no pueden entrar todos por limitaciones materiales. Por eso es tan importante para nosotros seguir abriendo nuevas residencias”, explica.

-Pregunta obvia: ¿cambió tu vida con la pandemia?

-Sí, claro. La de todos. ¿La vida de quién no cambió?

-¿Y la vida de la Fundación?

-Claro. Desde el aumento de la demanda y hasta el hecho de repensar cómo hacer todo lo que hacíamos. No hubo un solo día que yo haya estado en mi casa, pasé todo el tiempo acá, en la fundación. Esa fue nuestra estrategia: todo el mundo en su casa y un equipo muy chico trabajando acá para no sumar riesgos. Y desde acá coordinábamos y se iban enviando los camiones con alimentos a las diferentes provincias.

"No hubo un solo día
"No hubo un solo día que yo haya estado en mi casa, pasé todo el tiempo acá, en la fundación", cuenta Manu, que tuvo que reorganizar la manera en la que trabaja su ONG a causa de la pandemia. Foto: Gastón Taylor.

-¿Cuánto pensabas que iba a durar todo esto?

-Lo primero fue la desesperación de cómo nos íbamos a organizar. Después, yo jodía mucho porque cumplo en junio y decía “no se preocupen, es obvio que para mi cumpleaños ya estamos afuera”. Y obviamente no. Eso me lo acuerdo. Creo que nadie se imaginó esto. Por suerte la fundación tiene una falta de estructura que le da flexibilidad, y eso para este contexto fue clave y nos permitió surfear la ola.

-Hace muchos años te dedicás a ayudar a los otros, ¿sentiste desesperación en algún momento?

-Los primeros días fueron fatales por varios aspectos: primero porque los bancos estaban cerrados y nos empezaron a llamar los jubilados que no tenían para comer porque no podían sacar la plata del banco y tampoco querían salir a la calle. Eso generaba mucha angustia en gente grande que estaba sola. Eso fue emocionalmente muy fuerte. Y después empezó a caer la demanda no solo de los comedores con los que ya trabajábamos de antes, sino también demanda de gente que nunca nos había pedido, y que nunca había pedido.

-¿Eso comenzó a suceder mucho?

-Eso emocionalmente fue muy fuerte, y hay que abordarlo de otra manera. La persona que ya pidió muchas veces por desgracia esa barrera la rompió… pero la primera vez es terrible. Había gente que no se animaba a llamarnos entonces nos escribía, íbamos la puerta, le dejábamos las cosas, las agarraba y se metía para adentro corriendo.

-¿Como con vergüenza...?

-La vergüenza que implica por primera vez tener que pedir. Gente más ligada al oficio, que vivía al día. Que por ahí llegaba arañando a fin de mes pero que llegaba. Los primeros meses en eso fue complejísimo. Y todavía continúa, la demanda es muy grande, pero uno también va armando de qué forma va dando respuestas. Y también entendiendo que a un montón de cosas no vamos a poder responder. El otro día charlábamos con los voluntarios y uno de los aprendizajes es entender que no somos superhéroes. Que estamos llenos de limitaciones.

Manuel Lozano, presidente de Fundación
Manuel Lozano, presidente de Fundación Sí, en una de las sedes principales en el barrio de Colegiales. Todas las cajas son con donaciones para entregar (Gastón Taylor)

-Aún así sé que han repartido muchos alimentos por ejemplo.

-Hemos repartido cerca de 710 toneladas de alimento, que es una barbaridad. La cantidad de camiones que hemos cargado y descargado es enorme, pero así y todo a muchísimos comedores y muchísima gente le hemos dicho “no damos abasto, no damos abasto, no damos abasto”. Y por ahí suena contradictorio porque la fundación se llama Sí y muchas veces tenemos que decir que no, pero la verdad es que la capacidad de respuesta nuestra es un poco la capacidad de respuesta de la sociedad que nos ayuda a dar esa respuesta. Que explotó, nos ayudó muchísimo, pero obviamente cuando la demanda se extiende en el tiempo en el tiempo en el tiempo… hay un momento en que no hay manera de que alcance.

-Qué se le dice a alguien que por primera vez está necesitando un plato de comida y le da vergüenza… ¿Cómo se lo alienta?

-En realidad creo que lo importante era cuando nos dábamos cuenta cómo venía la situación no preguntar demasiado para no exponer más a la persona. Ya la persona queda muy expuesta en el momento en que tiene que contactarse. Nos pasó con gente que íbamos a sus casas y eran casas que uno nunca se imaginaba que alguien que viviera ahí pudiera estar necesitando. Entonces era preguntar menos, decir que para eso estábamos. Interactuar desde la contención pero no pedir que contaran la situación para que no tuvieran que desnudarse un poco más. Esa era la forma por ahí de cuidarlos. También estuvo el equipo de psicólogos y voluntarios telefónicos que iban atendiendo a las personas. Algunos que no tenían necesidad material pero estaban desesperados por estar solos adentro… Y entre todo el equipo fuimos intentando contener.

-Recién hablabas de las 700 toneladas de alimento. ¿El gran operativo de la pandemia tuvo que ver con alimentos?

-Sí, sin dudas. Nosotros trabajábamos con alimentos pero no era nuestro eje principal. En calle por ejemplo trabajamos más en recuperación de las adicciones, inserción laboral, que la persona intente salir de la situación de calle… Pero, al no haber gente caminando por ahí, estando los restaurantes y bares cerrados, los lugares donde la gente comúnmente accedía a conseguir alimentos no estaban, entonces por primera vez en la historia de la fundación durante esos meses salimos con guiso, que no es algo que hacíamos.

-¿Cómo es el programa de residencias universitarias de la Fundación Sí!?

-Tenemos 13 residentes en diferentes provincias. Son 420 chicos que viven ahí. Son casas grandes en donde viven de forma gratuita los chicos de los parajes rurales más alejados. También hubo un gran trabajo de contener a esos chicos. Los que ya venían de otros años fue más fácil, pero para los que recién entraban era difícil.

-Tienen planes de abrir nuevas residencias, ¿no? ¿Pudieron seguir adelante con eso a pesar de la pandemia?

-Sí, dentro de todo lo malo y lo fuerte y doloroso que pasó este año, pudimos abrir cuatro residencias nuevas, que es una cuota de esperanza vital porque en un contexto como este es muy valioso porque sabemos qué impacto genera a esos chicos y chicas que entran. Vienen de las situaciones de pobreza más extrema que se te pueda ocurrir, las situaciones más dolorosas, y aún así llegan a las residencias con unas ganas y una convicción de salir adelante que conmueve. Por eso buscamos abrir más, porque es transformador.

Año 2018. Manuel en Santiago
Año 2018. Manuel en Santiago del Estero junto a las primeras egresadas de la primera residencia universitaria de la fundación: Camila, Marcela y Araceli (Fundación Sí)

-Qué floreció más con la pandemia: ¿lo bueno o lo malo? ¿la solidaridad o la mezquindad?

-Creo que es un mecanismo de defensa inconsciente mío, pero yo siempre intento quedarme con lo bueno. Por eso prefiero contarte las cosas que me emocionan y no lo que me enoja, porque si nos dejamos llevar por lo malo con el tipo de trabajo que hacemos… me tengo que tirar en la cama a llorar ahora mismo. El ser humano tiene esto de aferrarse a lo bueno para ir tolerando lo malo. Yo confío en que podemos salir adelante. También creo que las responsabilidades son diferentes, y que la medida de nuestra capacidad es la medida de nuestra responsabilidad. Eso nunca me voy a cansar de repetirlo.

-Sé que estás en estos días con una campaña grande. ¿De qué se trata el Gran Día?

-Sí. El Gran Día es una iniciativa de McDonalds, que es una de las fuentes de financiamiento que tienen las residencias. Imaginate que los chicos ahí tienen cubiertos el hospedaje, la comida, los libros, los apuntes, los pasajes para ir a la facultad, las clases de apoyo… Todo. Y hay que sostener 420 jóvenes con desayuno, almuerzo, merienda y cena todos los días. Así que este 13 de noviembre el 100% de lo recaudado por la venta de los Bic Mac en cualquier McDonalds de la Argentina es donado, una parte para la Casa Ronald y otra parte para las residencias. Así que es una forma muy sencilla, fácil y al alcance de muchos para colaborar.

-Es decir, si alguien está leyendo y está dudando entre ir a McDonalds un día de estos, que vaya el viernes y pida un Bic Mac…

-Que lo coma el viernes, ¡totalmente! Porque el 100% de ese Bic Mac va a ir para ayudar. Y nos marca una diferencia enorme. Esto me gusta decirlo porque alguno se puede preguntar: cuánto se puede recaudar con una hammburguesa… La verdad es que el año pasado con la recaudación de ese día logramos abrir una residencia nueva en Mendoza, con capacidad para 50 chicos, y ahora están entrando estudiantes de Medicina, de Ingeniería en Petróleo, Agronomía, Abogacía… Esa casa antes no estaba y fue gracias a cada uno de los Bic Macs que fueron comprando en un día.

-¿Por qué creés que en algún momento de tu vida dijiste: voy a dedicar mi vida a los otros?

-No sé si alguna vez lo dije. Creo que se fue dando. Y te diría que más que dedicar la vida a los otros es dedicarnos la vida a nosotros. Yo me crié en una casa donde mi vieja nos dijo siempre: la familia es la humanidad. Y suena medio cursi pero a mí y a mi hermana nos educaron así, mi vieja nunca entendió esto de la familia de sangre, la familia biológica… Y me parece que es lo que hay que hacer, cada uno desde el lugar en el que está. Y cada uno también tiene que ir buscando por dónde, pero me parece que es laburar por todos nosotros. Digo, ¿vos no harías algo por tu familia si estuviera necesitando?

-Sí.

-Bueno: si entendemos que la familia somos todos, lo haríamos todos.

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