Los separaba un cuarto de siglo.
Los unía una extraña pasión. Más: una obsesión rayana en la locura: el hechizo del río. De los ríos…
El más joven admiraba al más viejo. Fueron amigos. Pero la competencia y otras cuestiones los alejaron.
Pedro Antonio Candioti, santafesino (24 de julio de 1893-20 de diciembre de 1967), nació en una ciudad acuática abrazada por el bravío Paraná: 4.880 kilómetros desde Brasil, pasando por Paraguay, la Argentina y Uruguay.
Pero no se le animó hasta cumplir sus 20 años: los viejos lobos de río le advertían:
–Cuidado con esas aguas. Son peligrosas y traicioneras…
Aprendió a nadar a los 8 en un arroyo que ya no existe: el Quillá.
De ahí el título que lo engalanó toda su vida: "El tiburón del Quillá".
Que la revista TIME (¡nada menos!), tituló su nota con religiosa fidelidad: "The Shark of Quillá Creek".
Pero… ¿cómo y por qué llegó a TIME?
La misma revista lo explica.
Va su traducción:
"Lunes 8 de marzo de 1943.
El canoso, cincuentón Pedro Candioti es uno de los atletas argentinos más queridos. Su especialidad no es el fútbol, el polo o el tenis, sino la natación de resistencia. La semana pasada, por vigésima sexta vez, intentó cumplir la ambición de su vida: bajar el río Paraná a nado hasta Buenos Aires (…) Este año empezó desde Rosario, a 205 millas –Nota: casi 380 kilómetros– de la capital. En el Punto San Ysidro (sic), a sólo 12 millas de Buenos Aires (Nota: algo más de 22 kilómetros), la corriente marea arriba comenzó a llevarlo hacia atrás. Luego de dos inútiles horas, Pedro Candioti abandonó. Cuando fue recogido del río, se quedó dormido inmediatamente. No era tan joven como antes: había estado en el agua 74 horas y media. Una vez pudo resistir 13 horas más."
El maldito sueño…
Desde abril de 1916 había cumplido 64 raids, pero sin registro oficial. Siempre fue amateur, pero hasta 1922 –las primeras marcas oficiales– fue un fantasma. Un hombre-pez solitario, sin más compañía que un bote con un veedor reloj en mano y un par de amigos entusiastas que tocaban tambor y trompeta para mantenerlo despierto y, cada tanto, alimentarlo con frutas y café… sin abandonar el agua.
En 1930 –año aciago: primer golpe militar contra la democracia; el general filonazi José Félix Uriburu, "von Pepe" derroca al presidente Hipólito Yrigoyen–, Candioti empieza a ser leyenda. Más que por sus hazañas puramente locales, dentro de su Santa Fe y alguna salida al Plata, por el desafío que signaría su vida de domador de olas y corrientes: unir Santa Fe con Buenos Aires.
Después de cuatro intentos increíbles pero fallidos, llega el Día D: 13 de marzo de 1946. Zambullirse en Rosario y tocar el muelle de Puerto Nuevo. Kilómetros: 380. Casi más allá de lo humano…
Esta vez, los acompañantes se triplican. Un bote con fiscales, otro con alimentos, otro más con amigos y sus ruidosos instrumentos para derrotar al enemigo número uno: el sueño.
Uno de ellos, en un momento crítico… ¡toca el himno nacional con una armónica!
Llega el 16 de marzo. Candioti ha nadado 75 horas y 18 minutos. El muelle de Puerto Nuevo está cerca…, pero demasiado lejos. A la altura de la cancha de River, lo sacan de las aguas. Aún bracea lentamente, por reflejo, pero está totalmente dormido. Ni el café doble y cargado ni el mate cocido pudieron hacer su trabajo…
Tenía 53 años. Fue el último intento del gran sueño.
Hubo otros, exitosos. Pero Rosario-Buenos Aires fue siempre un clavo en su costado…
Por cierto, no sólo las aguas definieron y justificaron su vida. Fue farmacéutico, egresado de la Universidad Nacional del Litoral, profesor de Química, perito químico, y profesor de Educación Física.
Su terco corazón lo abandonó el 20 de diciembre de 1967, a los 74 años.
Pero no mucho antes –dato casi desconocido– se dio un lujo de paladar negro: nadó varias piletas con Johnny Weismuller (1904-1984), cinco medallas de oro olímpicas, una de bronce, 52 campeonatos nacionales norteamericanos y 67 récords mundiales…, pero sobre todo, el único e irrepetible Tarzán de los Monos, saga de novelas escritas por Edgar Rice Burroughs.
Todos los demás fueron malas copias.
El otro loco
Hombre nacido en Beccar, provincia de Buenos Aires, línea del ferrocarril Mitre, cinco estaciones antes de Tigre, Antonio Abertondo llegó a la tierra y a sus aguas el primer día de agosto de 1918, y murió demasiado joven: un mes antes de cumplir sus 60…
Para abreviar: un monstruo marino.
Primero en el mundo que cruzó el Canal de la Mancha… ¡ida y vuelta!, en 1961. Tiempo: 43 horas y 10 minutos.
Pero el borrascoso canal fue, después, casi su parque de juegos. Lo cruzó tres veces más…
Según una nota, "es posible que más adelante lo cruce… por debajo del agua".
Por contagio, pudo abrazar el fútbol. De niño vivió a dos cuadras de la casa de Néstor Raúl Rossi, centre half (se decía centrojás) de River, de mote "Pipo", que debutó en la poderosa formación de la banda en 1945. Un ídolo.
Era un monje cartujo. No tomaba alcohol, no fumaba, y nadaba cada día en el río y en las cuatro estaciones, a pesar de admitir que "atrae, pero es traicionero, y dominarlo exige un sacrificio enorme".
Su "curriculum aqua" supera lo increíble. Entre 1941 y 1971, ¡42 raids! Desde las previsibles aguas del Tigre hasta las del Hudson, el Misissipi, el exótico Nilo, el tramo Gruta de Capri-Nápoles…
Se cansó de acumular éxitos y récords.
Pero su sangre en el ojo era Rosario-Puerto Nuevo. Lo que Candioti, en ese entonces su ídolo, no pudo.
Falló en los primeros intentos.
Pero en 1957, después de prepararse minuciosamente, "Corchito" o "Boya humana", como lo llamaban, se clavó de cabeza en el Paraná, y 80 horas y 48 minutos después, a pesar de la trampa del Plata a la altura de la cancha de River, aguas de Núñez, siempre el Waterloo de Candioti y otros, siguió braceando con regularidad de reloj, ¡y tocó el muelle de Puerto Nuevo!
Y todavía tenía resto.
Según él, "la clave, además de la música (zambas, cuecas y polcas), el aliento de mis acompañantes, fue la comida. Consumí frutas, caldos, mate cocido, pollo, jamón, y algo más sólido y caliente".
Candioti estaba vencido.
Pero la hazaña no fue venganza. Abertondo lo admiraba, y hasta le propuso una Rosario-Buenos Aires en pareja. Pero el santafesino declinó el envite. Según se dijo entonces, "no se animó a perder".
La grieta
Y así fue que esos dos hombres corpulentos que, untados con lanolina para mitigar el frío del agua, se transformaron en dos orillas opuestas del mismo río…
Pero otro factor dividió al público. Porque la grieta no es invento de estos días. En el deporte, peronistas y antiperonistas tomaron partido.
Box: Alfredo Prada era el boxeador amado por la clase media antiperonista: educado, discreto, hombre de familia, bien vestido…
Enfrente, José María Gatica. Marginal, impiadoso para castigar a los rivales más allá de lo necesario para vencer, fanfarrón, agresivo, payasesco en ropa y actitudes (y confeso peronista), era el dios del público de La Leonera, como llamaban a la popular del Luna Park.
Grieta que emigró a Candioti y a Abertondo.
Candioti era Prada. Abertondo, Gatica. Pero por mucho menos.
Una mera cuestión de gorro.
El de Candioti, el clásico, de goma, sin inscripción alguna.
El de Abertondo, una especie de birrete con una inscripción en cada flanco. Perón en uno. Evita en el otro.
Nada más que explicar…
Pero ha pasado demasiado tiempo para rencores.
La grieta ha olvidado aquella pugna. Pero sigue ocupada. Muy ocupada…
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