La vida del británico Ross Edgley estuvo siempre ligada al mundo de la actividad física. Desde pequeño, cuando solía practicar distintos deportes hasta la adultez, pasando de ser atleta profesional (jugó para la selección de Inglaterra de waterpolo) a estudiar para convertirse en el reconocido entrenador fit certificado y nutricionista deportivo de hoy, siendo uno de los más populares no solo en el Reino Unido, sino en todo el globo.
Gurúes fitness hay muchos. Y tan populares como él, también. Pero lo que distingue a Edgley del resto son sus motivaciones que marcan el modo de actuar. No se destaca por tener una dieta milagrosa para bajar de peso. O una rutina mágica de ejercicios que promete resultados en poco tiempo. Sobresale por exprimir su cuerpo para ayudar a otros, por ser un ejemplo de supremo esfuerzo y aptitud para contribuir con causas caritativas.
Sucede que este atleta desde hace tiempo cautiva la masiva atención con retos que desafían las leyes del alcance humano. Hazañas casi imposibles que le valieron una reputación y connotación mundial, pero cuya motivación nacen mayormente de una razón noble.
A Edgley la fama le llegó a colación de los experimentos a los que se expone. Experimentos que nacen impulsados de dos razones: la solidaridad y los límites del rendimiento físico: "Entre mis retos está pretender llevar al máximo al cuerpo humano y, por otro lado, recaudar dinero para organizaciones benéficas cercanas a mi corazón", comentó.
En su corto historial procediendo bajo esta premisa conceptual acumuló una increíble lista de hitos. Tras recibirse como entrenador de fuerza y acondicionamiento, emprendió una serie de desafío en el campo de lo impensado para romper doctrinas infalibles. Uno de los primeros fue correr una maratón (completa, de 42k) arrastrando un auto.
Aquella travesía se dio en el circuito de Silverstone. Empezó en la medianoche de un viernes y se extendió por 19 horas, 36 minutos y 43 segundos. Durante ese lapso transportó consigo un Mini Cooper Countryman, cuyo peso es de 1.4oo kilos. Y a la fuerza se le sumaron los condicionantes del viento y la lluvia. A lo largo del evento, el hastag #WorldsStrongestMarathon fue trending topic mundial en Twitter.
Consiente de lo que se iba a enfrentar, siguió una demandante preparación: "Me entrené durante casi 8 meses. Tenía que ganar peso, con menos de 90 kilos no iba a poder tirar de un coche de 1,4 toneladas, así que hice una dieta rica de grasas de 6.000 calorías al día", dijo. En el plan alimenticio se priorizaron las grasas como las nueces, los aguacates y el aceite de coco, que producen grasas que duran hasta cinco días, explicó. En el trayecto, paraba cinco minutos en cada hora para comer y estirarse.
Luego de aquella proeza, continuó con otra igual de compleja: la subida de cuerda más larga del mundo. En este caso se trató de escalar sobre una cuerda repetidamente durante 24 horas para completar los 8.848 metros, la altura del Everest. El fin fue recaudar fondos y donarlos a la organización benéfica Teenage Cancer Trust. "En este reto, quemé dos pares de zapatos y 10 de guantes, y consumí una dieta especial de 8.000 calorías en medio de las 24 horas", reveló.
"Para lograrlo tuve que incrementar mi capacidad de trabajo, realizar sesiones de entrenamiento más pesadas, duras y largas. Tuve que realizar más series, cardio y lo que yo llamo 'finishers'". Estos últimos son ejercicios rápidos, intensos y específicos que se añaden al final de los entrenamientos, aclaró.
Una de las últimas gestas fue completar un triatlón con un árbol a cuestas. Bajo el calor abrasador de la isla caribeña de Nieves fue capaz de correr, nadar y andar en bicicleta -la modalidad que más le costó, confesó-, sosteniendo en la espalda un tronco de 45 kilos. Un estilo que empleará en el próximo ensayo, también de natación y con un tronco atado a cuestas, uniendo las islas de Martinica y Santa Lucía (40 kilómetros).
Para lograr con éxito el reto, Edgley tomó conceptos del entrenamiento militar: "No es fácil hacer un maratón con un árbol a la espalda, así que estaba dispuesto a recibir los consejos del ejército, la marina real. He estado entrenando para poner el árbol junto a mis pantalones y en mi cabeza. Los marines están acostumbrados a llevar misiles y equipo, así que son expertos en esto. Ellos usan una mochila y ponen el misil en horizontal. Así lo llevan a la espalda".
"Quiero demostrar que nuestros cuerpos no han sido creados para operar en regímenes repetitivos estrictos, planes de dieta o ser estudiados por un microscopio. Y una contribución mensual y algún día de voluntariado ya no es suficiente. Por eso decidí llevar a cabo estos retos que me permiten recaudar más fondos y que hacen que cualquier ampolla, quemadura o dolor merezcan la pena", explicó.
"En resumen, mi esperanza es que mis retos recauden muchos fondos para causas benéficas". Y concluye que si además sirven para ilustrar que el cuerpo humano es infinitamente más poderoso de lo que a menudo es reconocido por la ciencia moderna, lo celebrará.
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