A menudo subestimado en comparación con la vista y el oído, el olfato humano fue tradicionalmente considerado un sentido lento y menos agudo. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que la percepción de los olores es mucho más rápida y precisa de lo que se pensaba.
Un estudio reciente, publicado en la revista Nature Human Behaviour, demuestra que nuestro cerebro puede distinguir cambios químicos en el aire en tan solo 60 milisegundos. Esta sensibilidad temporal es comparable a la rapidez con la que percibimos los colores, lo que desafía la idea convencional de que el olfato procesa la información más lentamente que otros sentidos.
Para llegar a esta conclusión, un equipo de científicos del Instituto de Psicología de la Academia China de Ciencias desarrolló un innovador dispositivo capaz de emitir olores con una precisión de 18 milisegundos, una duración equivalente a un fotograma en una pantalla estándar de 60 hercios, según informó la agencia de noticias EFE.
Este aparato permitió a los investigadores crear mezclas temporales de olores que fueron presentadas a los participantes en secuencias rápidas. La precisión de este dispositivo fue clave para observar cómo las personas percibían incluso los cambios más sutiles en los aromas en tiempos extremadamente cortos.
En el experimento, que contó con la participación de 229 personas, se pidió a los voluntarios que olieran diferentes combinaciones de olores emitidas en rápida sucesión, según informó el medio británico The Guardian.
Los resultados fueron sorprendentes: los participantes pudieron distinguir el orden en que se presentaban dos olores cuando la diferencia entre ellos era de solo 60 milisegundos, aproximadamente un tercio del tiempo que tarda un parpadeo. Esta capacidad de discriminar olores no se vio afectada por la intensidad o el tipo de aroma, sino únicamente por la variación temporal en su presentación.
“Nos sorprendió observar que los participantes podían distinguir entre dos olores presentados en un orden y al revés cuando la latencia entre los olores era tan corta como 60 milisegundos”, dijo el Dr. Wen Zhou, investigador principal de la Academia China de Ciencias, a CNN.
Código temporal de los olores
El estudio también arroja luz sobre la existencia de un código temporal para la percepción olfativa, un mecanismo que, según los investigadores, funciona de manera más rápida de lo que se pensaba. Esta noción sugiere que el cerebro no solo detecta la presencia de un olor, sino que también es sensible a los pequeños cambios en la secuencia temporal en la que los componentes de un olor llegan a la nariz.
Esto es comparable a cómo percibimos la sincronización en una melodía musical, donde la precisión en el tiempo es crucial para captar las diferencias entre notas, según información de CNN.
Los resultados sugieren que el orden temporal en que los olores alcanzan los receptores nasales puede ser fundamental para identificar con precisión no solo qué estamos oliendo, sino también para interpretar la complejidad de las mezclas odoríferas en nuestro entorno.
Implicaciones clínicas y tecnológicas
Los hallazgos de este estudio abren nuevas posibilidades para aplicaciones clínicas y tecnológicas, especialmente en el ámbito de la terapia olfativa y el desarrollo de dispositivos avanzados como las narices electrónicas.
La precisión temporal con la que se demostró que los humanos pueden distinguir olores podría ser utilizada en tratamientos para personas con anosmia (pérdida del olfato) o alteraciones olfativas. Esto ayudaría a entrenar el cerebro a recuperar la sensibilidad hacia los olores a través de la exposición controlada a secuencias olfativas.
El dispositivo de precisión creado por los investigadores también podría tener aplicaciones en tecnologías como la realidad virtual olfativa. “Nuestros hallazgos podrían orientar el diseño y desarrollo de narices electrónicas y sistemas de realidad virtual olfativa, que podrían tener importantes beneficios clínicos”, aseguró Zhou.
Además, la capacidad de distinguir cambios rápidos en los olores podría ser clave para el desarrollo de sistemas de detección de olores en áreas como la seguridad alimentaria o la detección de gases peligrosos, donde identificar de forma rápida y precisa las variaciones en los compuestos químicos del aire es esencial.