Hace más de un siglo, el doctor y premio Nobel Robert Koch advirtió sobre el peligro del ruido al declarar: “Un día la humanidad tendrá que luchar contra el ruido tan ferozmente como contra el cólera y la peste”. Con el pasar del tiempo, este pronóstico se ha vuelto realidad, ya que hoy, el ruido ambiental se ha posicionado como el segundo factor de riesgo ambiental para la salud, solo superado por la contaminación del aire.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor de 22 millones de personas en la Unión Europea sufren de molestias crónicas debido al ruido, lo que resulta en más de un millón de años de vida saludable perdidos, 12.000 muertes prematuras y 48.000 casos de enfermedades coronarias al año. Según un informe de la BBC, estar expuesto a niveles de ruido que superen los 55 decibelios (dB) durante 24 horas al día, los 365 días del año, puede causar efectos adversos en la salud.
En España, unas 10.137.000 personas están expuestas a niveles de tráfico rodado que superan este umbral, lo que constituye un grave problema de salud pública. La OMS y la Agencia Europea de Medio Ambiente destacan que, entre los principales efectos no auditivos del ruido, se incluyen problemas de sueño, deterioro cognitivo, alteraciones metabólicas y problemas cardiovasculares.
El mecanismo de habituación al ruido se refiere a la capacidad del individuo para disminuir la percepción del ruido mediante la habituación psicológica. Sin embargo, este mecanismo de habituación psicológica no implica habituación fisiológica, ya que la reacción del cuerpo sigue activa. El ruido constante activa el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) y el sistema nervioso simpático, liberando hormonas del estrés como el cortisol y las catecolaminas.
Desde National Geographic, se señala que las membranas, células ciliadas y nervios en los oídos pueden dañarse por sonidos fuertes o frecuentes, y “la alteración del estado de ánimo hace que el cuerpo activo una respuesta de lucha o huida”. Los estudios indican que hasta el 21% de los españoles tienen problemas de ruido en sus hogares, observándose un impacto más notable en determinadas comunidades.
El ruido excesivo y constante no solo afecta la audición, sino que también puede provocar problemas psicopatológicos, psicológicos, del sueño y de conducta. La OMS destaca que, “más allá de los efectos negativos en la audición, el ruido puede causar estrés, fatiga, depresión, ansiedad o histeria en seres humanos”. Además, los efectos del ruido pueden manifestarse en un bajo rendimiento académico y laboral debido a dificultades en la concentración y la memoria.
En el ámbito de las ciudades, existen medidas eficaces para reducir la contaminación acústica, como el proyecto de las superislas de Barcelona, donde se agrupan manzanas para restringir el tráfico y priorizar la circulación de peatones y ciclistas. Este modelo urbano contribuye a “reducir la exposición al ruido, mejorar la calidad del aire y aumentar el uso público y recreativo de la zona”, además de fomentar espacios verdes que atenúan el ruido y las altas temperaturas.
A nivel individual, las estrategias recomendadas para evitar la contaminación acústica incluyen el uso de tapones para los oídos y auriculares con supresión de ruido. National Geographic también sugiere que “reproducir ruido blanco durante la noche puede ayudar a enmascarar otros sonidos”, mientras que modificar el dormitorio para bloquear el ruido puede ser eficaz.
Walker, una epidemióloga de la Universidad de Brown, Estados Unidos, advierte que algunos niños están presentando tinnitus a una edad temprana debido al uso de auriculares a volúmenes altos. Esto es preocupante considerando que el nivel de ruido recomendado por la OMS para una buena salud es de 65 dB, mientras que sonidos por encima de 85 dB ya representan un riesgo para la audición.
Con la tendencia de que el 68% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050, es crucial abordar el problema del ruido y adoptar medidas efectivas para su mitigación. La ciencia y la política urbana deben trabajar en conjunto para proteger la salud de la población frente a este enemigo invisible.