El consumo de alimentos ultraprocesados en adolescentes, principalmente delante de las pantallas, ha sido objeto de un reciente estudio liderado por Mònica Rodríguez-Barniol, investigadora del FoodLab de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y médica de familia en el Instituto Catalán de la Salud. El estudio exploró las motivaciones y percepciones de los adolescentes sobre la ingesta de estos productos en momentos de uso de dispositivos electrónicos.
El estudio cualitativo incluyó a treinta adolescentes de entre 12 y 16 años de un instituto en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), quienes participaron en cuatro discusiones de grupo. Se identificaron varios factores que aumentan el consumo de ultraprocesados, tales como la soledad, la influencia de los amigos, la alta disponibilidad y el bajo costo de estos productos. Rodríguez-Barniol explicó que este tipo de alimentos, que incluyen refrescos, pizzas, y bollería industrial, contienen aditivos como estabilizantes y colorantes, lo que los hace especialmente atractivos.
El consumo de ultraprocesados durante el desayuno y la merienda es particularmente notable, con productos como aperitivos salados, cereales azucarados y galletas siendo los más comunes. “La cantidad viene determinada por la disponibilidad y accesibilidad que hay de estos productos”, indicó Rodríguez-Barniol, subrayando que la industria alimentaria ha conseguido que estos alimentos sean muy deseables por su palatabilidad y bajo precio.
El tiempo que los adolescentes pasan delante de las pantallas es un factor determinante en el consumo compulsivo de ultraprocesados. Según el estudio, cuando los adolescentes están solos y frente a dispositivos electrónicos, sienten una mayor necesidad de consumir estos productos y, una vez que comienzan a comer, les resulta difícil parar. “Algunos adolescentes sentían culpa por consumir más productos de los que querían y adoptaban actitudes falsamente compensatorias, como hacer más ejercicio”, comentó Rodríguez-Barniol.
Para Anna Bach, coautora del estudio, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud y directora del máster universitario de Nutrición y Salud en la UOC, las pantallas pueden estar privando a los adolescentes de los beneficios de comer en compañía, una práctica común en la dieta mediterránea. Además, la publicidad de alimentos ultraprocesados en redes sociales, protagonizada a menudo por influencers, también jugó un papel significativo en el comportamiento alimentario de los adolescentes.
El estudio, publicado por EFEsalud, resaltó que la alta exposición a pantallas y la falta de habilidades culinarias básicas eran factores importantes en el consumo de ultraprocesados. Georgina Pujol-Busquets, colaboradora docente de los Estudios de Ciencias de la Salud y coautora del estudio, añadió que el bajo nivel socioeconómico también influye, ya que las familias con limitaciones económicas tienden a consumir más ultraprocesados debido a su asequibilidad.
Rodríguez-Barniol subrayó que el consumo de ultraprocesados está asociado a un incremento del sobrepeso y la obesidad, lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Además, estos productos tienen efectos negativos en la salud mental de los jóvenes.
La educación nutricional es una de las estrategias que las investigadoras consideran clave para mejorar los hábitos alimenticios de los adolescentes. “Los participantes del estudio se mostraron receptivos e interesados en este tema; les preocupaba sentirse fuertes y tener un buen rendimiento tanto deportivo como académico”, mencionó Rodríguez-Barniol.
Por otra parte, comer en familia y promover la comunicación durante las comidas es un factor importante para instaurar hábitos alimentarios saludables y limitar el uso de pantallas. “Pasad tanto tiempo como os sea posible con vuestros hijos. Sentaos a la mesa a comer con ellos al menos una vez al día. Compartid experiencias y minimizad la compra de productos ultraprocesados”, aconseja Rodríguez-Barniol.
Finalmente, la investigadora sugirió que explorar cómo las tecnologías digitales pueden fomentar comportamientos saludables puede ser de gran utilidad. Por ejemplo, a través de aplicaciones de salud y programas educativos en línea dirigidos a los adolescentes.