Cuando se trata de obesidad o sobrepeso es común pensar en la ingesta de alimentos poco saludables y en el sedentarismo, sin embargo, existe otro factor menos conocido que puede estar contribuyendo al aumento de peso incluso con una dieta adecuada: los obesógenos. El término que se refiere a ciertos compuestos químicos presentes en el ambiente que tienen la capacidad de influir en el aumento del peso corporal, incluso sin una ingesta calórica excesiva o falta de ejercicio.
Según un estudio publicado en Oxford Academic, los obesógenos son compuestos capaces de inducir acumulación de grasa en el cuerpo. Provenientes de la industria química, estos contaminantes se hallan en el aire, el agua, productos de limpieza, cosméticos y en los alimentos, así como en sus envoltorios y envases plásticos.
Estos compuestos actúan alterando el metabolismo normal y el almacenamiento de grasa en el cuerpo, un fenómeno preocupante dada su prevalencia en productos de uso cotidiano y su difícil evitación. Se han identificado cerca de 50 productos químicos clasificados como obesógenos
Principales obesógenos y sus fuentes comunes
- Bisfenol A: Ampliamente reconocido y estudiado, se encuentra en envases de plástico, tiquets de compra, tuberías y neumáticos. Aunque se degrada más rápidamente que otros compuestos, su presencia es habitual en el aire, el agua y la comida, facilitando la exposición constante.
- Ftalatos: Estos obesógenos no duraderos se localizan en envases alimentarios, juguetes, envoltorios de medicamentos y los propios fármacos. Penetran en el cuerpo mediante inhalación, ingestión o absorción a través de la piel.
- Parabenos: Compuestos químicos utilizados en la industria farmacéutica y cosmética que no se degradan rápidamente y pueden permanecer en el ambiente durante décadas.
- Tributiltina: Usado frecuentemente como preservante de madera por sus propiedades antifúngicas y acaricidas, este obesógeno persiste durante años en entornos acuáticos.
- DDT: Un pesticida prohibido en los años 70 que, debido a su larga vida media y degradación en otros compuestos derivados, sigue siendo un contaminante importante. Relacionado con obesidad, enfermedades cardiacas, diabetes tipo 2 y cáncer.
- Hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH): Derivados de la combustión incompleta de compuestos orgánicos como carbón, petróleo, gasolina y basura orgánica. Estos compuestos están vinculados a un aumento en el riesgo de enfermedades metabólicas, incluyendo la obesidad y la diabetes, y también tardan en desaparecer del ambiente.
Cómo actúan
Según las investigaciones, estos compuestos actúan a través de varios mecanismos, incluyendo la alteración hormonal y la modificación de la expresión génica sin cambiar la secuencia del ADN. Fomentan el exceso de peso a través de la proliferación y diferenciación de los adipocitos, es decir, incrementan el número y tamaño de las células encargadas de almacenar grasa.
- Incremento en adipocitos: Estos compuestos pueden inducir un aumento en el número y tamaño de los adipocitos, las células responsables de almacenar grasa. Esto resulta en una mayor capacidad de acumular grasa, especialmente bajo condiciones de exceso energético, como ocurre con la ingesta de alimentos altamente calóricos.
- Alteración de la regulación de glucosa: Los obesógenos pueden afectar la capacidad del cuerpo para regular los niveles de glucosa en sangre, reduciendo la eficacia con la que ciertos tejidos responden a la insulina. Esto puede llevar a resistencia a la insulina, un precursor de la diabetes tipo 2.
- Impacto en la regulación del apetito y la saciedad: Además de alterar el metabolismo energético, estos compuestos pueden interferir con los sistemas de regulación del apetito y la sensación de saciedad, promoviendo un mayor consumo de alimentos y, por ende, un incremento en la ingesta calórica
- Perturbaciones hormonales e inflamatorias: Los obesógenos también pueden alterar el equilibrio hormonal y fomentar procesos inflamatorios en el cuerpo. Estas alteraciones pueden contribuir a desórdenes metabólicos crónicos y a enfermedades como la obesidad, diabetes tipo 2 y afecciones cardiacas.
- Cambios epigenéticos: Existe evidencia creciente de que la exposición a obesógenos puede alterar la manera en que se expresan nuestros genes desde etapas tempranas de la vida, incluso durante la gestación. Estos cambios epigenéticos pueden predisponer a los individuos a la obesidad desde la infancia y transmitirse de generación en generación.
Los efectos pueden ser más significativos durante las etapas tempranas de la vida, como la etapa fetal y la primera infancia, periodos en los que el desarrollo es rápido y cualquier alteración puede tener consecuencias a largo plazo. El fenómeno respalda la Hipótesis de los Orígenes de la Salud y Enfermedad en el Desarrollo (DOHaD), que sugiere que el ambiente durante el desarrollo temprano puede provocar cambios fisiológicos que incrementen la vulnerabilidad a ciertas enfermedades a lo largo de la vida, incluyendo la obesidad.
Los investigadores sugieren que los tóxicos ambientales podrían estar contribuyendo al incremento de casos de obesidad, basándose en estudios realizados en animales. A pesar de los desafíos en replicar estos estudios en humanos debido a restricciones éticas, la hipótesis gana terreno entre la comunidad científica.
Un estudio reciente ha revelado un alarmante aumento de peso no solo entre las mascotas en Estados Unidos, sino también en animales en cautiverio y de laboratorio, sugiriendo un fenómeno generalizado más allá de los hábitos de la vida moderna humana. La Encuesta Nacional de Obesidad de las Mascotas en Estados Unidos ha revelado que aproximadamente la mitad de los gatos y perros del país padecen de sobrepeso. Este incremento también se ha observado en animales de laboratorio y de zoológicos, que tradicionalmente han mantenido dietas y estilos de vida constantes a lo largo de las décadas.
En 2010, un equipo internacional de investigadores detalló en la revista Proceedings of The Royal Society el aumento de peso en 12 poblaciones de animales que residen en entornos influenciados por humanos, concluyendo un incremento general en el peso corporal. Un dato particularmente significativo fue el cambio registrado en los chimpancés, nuestros parientes genéticos más cercanos, quienes experimentaron un incremento de peso de entre el 33,2% y el 37,2% entre 1985 y 2005.
La industrialización global ha llevado consigo un aumento en la presencia de obesógenos en el medio ambiente, una realidad que no solo afecta a los países desarrollados, sino que extiende el riesgo de obesidad y patologías metabólicas relacionadas a nivel mundial.
A pesar de la dificultad para evitar completamente la exposición a los obesógenos, existen algunas prácticas individuales que pueden ayudar, como no fumar, disminuir el consumo de alimentos envasados, reducir el uso de plásticos y ciertos cosméticos, limitar el consumo de alimentos con pesticidas, y reciclar y reutilizar en lo posible. Además, es fundamental que las autoridades de salud pública desarrollen estrategias para disminuir la exposición a estas sustancias y continúen investigando sus efectos.