Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos de ansiedad se caracterizan “por miedo y preocupación excesivos”, con signos “lo suficientemente graves como para provocar una angustia o una discapacidad funcional importantes” e, incluso, ataques de pánico.
Las estimaciones del organismo indican que más de 300 millones de personas en el mundo sufren esta clase de cuadros.
En ese sentido, un estudio realizado por expertos del Reino Unido identificó un gen en el cerebro que provocaría los síntomas más frecuentes de la ansiedad. El trabajo, que fue publicado en la revista Nature, estuvo a cargo de los investigadores de la Universidad de Bristol y de la Universidad de Exeter, Reino Unido.
En un procedimiento realizado sobre ratones que fueron expuestos a eventos estresantes en condiciones de laboratorio, los autores analizar la actividad de un grupo de moléculas conocidas como miARN, que regulan las proteínas de los procesos celulares de la amígdala. Esta última es una región del cerebro que controla, entre otras cosas, las emociones y los sentimientos.
Tras exponer a los animales a diversos factores de estrés agudo, los investigadores observaron un aumento en un tipo de molécula denominada miR483-5p. En consecuencia, según describieron, el incremento de esta molécula “reguló positivamente las neuronas de la amígdala y reprimió directamente tres genes asociados al estrés: Pgap2 , Gpx3 y Macf1. Esta modificación genética podría reducir los niveles de ansiedad”.
Para los expertos, “miR-483-5p actúa como un freno molecular que compensa los cambios en la amígdala inducidos por el estrés para promover el alivio de la ansiedad. Estos problemas de salud, que abarcan los trastornos de ansiedad generalizada, los ataques de pánico, las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno de estrés postraumático, son las afecciones psiquiátricas más comunes que se diagnostican en la actualidad y afectan a cerca del 25% de la población al menos una vez en la vida”.
“Mientras que los bajos niveles de estrés son contrarrestados por la capacidad natural del cerebro para adaptarse —añadieron en el estudio— la experiencia traumática severa o prolongada puede superar los mecanismos protectores de la resiliencia al estrés, lo que lleva al desarrollo de condiciones patológicas como estados psicóticos, depresión o ansiedad. Los miARN que analizamos se han identificado como reguladores centrales de la expresión génica y se han implicado en una serie de estados neuropsiquiátricos relacionados con el estrés”.
En ese tono, una de las autoras del trabajo, la doctora Valentina Mosienko, explicó: “Los miARN están estratégicamente preparados para controlar condiciones neuropsiquiátricas complejas como la ansiedad. Pero los mecanismos moleculares y celulares que utilizan para regular la resiliencia y la susceptibilidad al estrés eran, hasta ahora, en gran parte desconocidos. La vía entre miR483-5p y Pgap2 que identificamos en este estudio, la activación de que ejerce efectos reductores de la ansiedad, ofrece un gran potencial para el desarrollo de terapias contra la ansiedad para afecciones psiquiátricas complejas en humanos”.
En segundo término, Mosienko sostuvo: “El estrés puede desencadenar la aparición de una serie de afecciones neuropsiquiátricas que tienen sus raíces en un estado adverso Combinación de factores genéticos y ambientales. Mientras que los niveles bajos de estrés son contrarrestados por la capacidad natural del cerebro para adaptarse, las experiencias traumáticas severas o prolongadas pueden superar los mecanismos protectores de la resiliencia al estrés, lo que lleva al desarrollo de condiciones patológicas como la depresión o la ansiedad”.
Ansiedad y actividad física
Recientemente, un análisis científico que fue publicado en el British Journal of Sports Medicine postuló que el ejercicio debería ser el tratamiento principal para la afecciones de salud mental comunes como los trastornos de ansiedad y la depresión. El documento estuvo a cargo de un equipo de investigadores de la Universidad de Australia del Sur (UniSA).
En esta investigación, los autores analizaron una serie de ensayos y revisiones sobre el vínculo entre ejercicio y salud mental. Su relevamiento concluyó que los síntomas leves a moderados de depresión, ansiedad y angustia psicológica pueden aliviarse con actividad física.
Según esta mirada, el ejercicio es 1,5 veces más efectivo que el asesoramiento y los mejores medicamentos. En ese sentido, el análisis encontró que las intervenciones de ejercicio de 12 semanas o menos redujeron los síntomas de salud mental en esa proporción, más aún que las alternativas farmacológicas o de terapia.
“Es importante destacar que la investigación muestra que no se necesita mucho ejercicio para lograr un cambio positivo en su salud mental”, indicó el autor principal del trabajo, Ben Singh, perteneciente al equipo de expertos de UniSA.
Bajo estos preceptos, Singh aseveró: “Se sabe que la actividad física ayuda a mejorar la salud mental -explicó Singh-, sin embargo, a pesar de la evidencia, no ha sido ampliamente adoptada como tratamiento de primera elección. Nosotros descubrimos que todos los tipos de actividad física y ejercicio eran beneficiosos, incluido el ejercicio aeróbico como caminar, entrenamiento de resistencia, pilates y yoga. El ejercicio de mayor intensidad tuvo mayores mejoras para la depresión y la ansiedad, mientras que las duraciones más largas tuvieron efectos menores en comparación con las ráfagas de duración corta y media”.
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