La pandemia por el COVID-19 fue un punto de inflexión para la ciencia mundial. Es que si bien los expertos han logrado esenciales avances para disminuir los contagios y los fallecimientos, los estudios sobre la enfermedad aún siguen su curso con nuevos descubrimientos. ¿Por qué? Porque si algo demostró el virus, es su capacidad de evolución por medio de nuevas variantes, síntomas y otras características. Actualmente, uno de los focos de estudio de los profesionales tiene que ver con los efectos cognitivos que provoca este cuadro.
En ese sentido, recientemente, un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard encontró que algunos pacientes que sufrieron infecciones graves por SARS-CoV-2 experimentaron signos de envejecimiento en algunas partes del cerebro. “El envejecimiento es un factor de riesgo importante para el desarrollo de déficits cognitivos y de enfermedades neurodegenerativas. Aunque los cambios moleculares en el cerebro tras el COVID-19 no pueden evaluarse fácilmente en individuos recuperados, nuestros datos sugieren que el COVID-19 severo induce el envejecimiento prematuro en el cerebro humano, particularmente entre los individuos más jóvenes”, explicaron los profesionales en el estudio, que fue publicado en la revista científica Nature Aging.
“Nuestros resultados implican que, a largo plazo, se pueden observar mayores tasas de deterioro cognitivo y de trastornos neurodegenerativos entre los pacientes con el virus″, agregaron. Asimismo, señalaron al COVID prolongado -relacionado a síntomas persistentes de la enfermedad- como una de las explicaciones de este hallazgo.
Para llegar a estos resultados, los expertos de Harvard analizaron el tejido cerebral de 21 personas que murieron a causa del SARS-CoV-2, y lo compararon con 22 muestras de individuos que fallecieron por diferentes causas y que nunca tuvieron el virus. Luego, cotejaron estos resultados con otras pruebas realizadas en pacientes fallecidos que nunca tuvieron COVID-19, pero que debieron pasar sus últimos días con respirador artificial, una intervención que, según estos autores, causa efectos secundarios negativos.
“Ningún estudio ha demostrado aún las sorprendentes y profundas similitudes de los perfiles transcriptómicos (NdR: expresión de genes en un tejido y en un momento determinado) entre la enfermedad de COVID-19 y el envejecimiento en el cerebro humano”, indicaron en la publicación.
Los científicos a cargo de este trabajo, María Mavrikaki, Jonathan Lee, Isaac Salomón y Frank Slack, destacaron que estos hallazgos “pueden extenderse fácilmente a patologías relacionadas, porque, por ejemplo, ensayos clínicos anteriores han demostrado que se observa deterioro cognitivo en el 55% de los sobrevivientes del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) 12 meses después del alta”. Y agregaron: “Estas observaciones sugieren que se pueden observar efectos moleculares similares en el cerebro no solo en casos graves de COVID-19, sino también en otras afecciones caracterizadas por un aumento de la inflamación periférica y central, ataques hipóxicos graves y patologías cerebrales microvasculares”.
Finalmente los expertos de Harvard llamaron a hacer un “seguimiento neurológico de las personas que se recuperaron de COVID-19″. “Sugerimos un valor clínico potencial en la modificación de los factores de riesgo para reducir o retrasar el desarrollo de patologías neurológicas relacionadas con el envejecimiento y el deterioro cognitivo”, concluyeron.
Secuelas cognitivas y envejecimiento
No es la primera vez que la ciencia estudia la relación del SARS-CoV-2 con el envejecimiento y el daño cerebral. Meses atrás, un trabajo realizado por especialistas de la Universidad de Cambridge y del Imperial College de Londres encontró que las secuelas cognitivas de la infección grave por COVID-19 pueden asemejarse a las producidas por el envejecimiento habitual que sufren los seres humanos entre los 50 y los 70 años. A su vez, esta investigación mostró que, aproximadamente, una de cada siete personas tuvo síntomas que incluían dificultades cognitivas hasta 12 semanas después del contagio.
David Menon, de la división de Anestesia de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio, señaló: “El daño cognitivo es común a una amplia gama de trastornos neurológicos, incluida la demencia e incluso el envejecimiento habitual. Sin embargo, por los patrones que vimos, el deterioro cognitivo como huella digital de COVID-19 es distinto de todas las anteriores”.
“Seguimos a algunos pacientes hasta diez meses después de su infección aguda -completó Menon-, por lo que pudimos ver una mejora muy lenta. Si bien esto no fue estadísticamente significativo, al menos va en la dirección correcta, pero es muy posible que algunas de estas personas nunca se recuperen por completo”, añadió el experto.
De acuerdo a los hallazgos de estos expertos, hay diversos motivos que podrían causar los déficits cognitivos. Uno de ellos sería la infección viral en sí misma, a partir de una combinación de factores, incluido el suministro inadecuado de oxígeno o de sangre al cerebro, el bloqueo de vasos sanguíneos grandes o pequeños debido a la coagulación y las hemorragias microscópicas. Sin embargo, según dijeron, la evidencia sugiere que el mecanismo más importante puede ser el daño causado por la propia respuesta inflamatoria y el sistema inmunitario del cuerpo.
Como se observa, los cuadros más graves y prolongados de COVID-19 pueden producir efectos graves en el cerebro y, en consecuencia, pueden alterar el envejecimiento. En este sentido, de acuerdo a los profesionales de la prestigiosa institución estadounidense Mayo Clinic, las infecciones prolongadas pueden causar “síntomas neurológicos o afecciones de salud mental, como dificultad para pensar o concentrarse, dolores de cabeza, problemas para dormir, mareos al ponerse de pie, sensación de puntadas, pérdida del olfato o del gusto, y depresión o ansiedad”.
Anteriormente, la médica infectóloga Isabel Cassetti (MN 55.583) le había explicado a Infobae que el COVID prolongado tiene que ver con “síntomas que se dan y que se desarrollan durante o después de la infección por más de 12 semanas y no son explicados por otro diagnóstico”. Respecto a los problemas neuropsiquiátricos, Cassetti precisó que están relacionados a “alteraciones neurológicas, alteraciones en la memoria, dificultad para la concentración, polineuritis, o dificultad para caminar. En paralelo con todo esto, están las consecuencias psiquiátricas, que suelen presentarse con episodios de depresión y ansiedad”.
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