Salir a tomar una copa con amigos, con la familia o con nuestra pareja, es una actividad recreativa que nos relaja y nos distrae por un momento. Cuando llega este momento hay quienes eligen deleitarse únicamente con los sabores de alguna bebida, mientras que otros optan por agregarle alimentos al abanico de opciones que hay sobre la mesa. Es ahí donde aparece la famosa dupla de “picada y cerveza” o la comida procesada, también llamada, comida chatarra.
¿Por qué existe esta combinación? La ciencia parece haber encontrado una explicación para esta predilección que aparece casi indefectiblemente cada vez que tomamos una bebida que contiene alcohol: se llama el efecto “aperitivo”.
Un estudio científico realizado por expertos de la Universidad de Sydney, en Australia, postuló que las bebidas alcohólicas promueven el deseo por los alimentos salados, especialmente los snacks como las papas fritas. “Las investigaciones han demostrado que los niveles de FGF-21, una hormona que aumenta el apetito por las proteínas y suprime el apetito por lo dulce, aumentan después de consumir alcohol”, indicó la doctora Amanda Grech, una de las autoras de este trabajo.
En segundo término, Grech agregó: “Nosotros queríamos averiguar si las personas seleccionan más alimentos sabrosos y ricos en proteínas cuando beben alcohol; y lo que se sabe es que la hormona FGD-21 tiene una repercusión que genera saciedad en el organismo”. Por otro lado, la especialista a cargo del estudio dejó algunas recomendaciones para no caer en excesos de grasa o de alimentos ultraprocesados a la hora de beber: “Cuando consumamos alcohol y tengamos un apetito elevado, asegurémonos de seleccionar fuentes de proteínas magras más saludables, como carnes rojas magras, pollo, pescado, mariscos o legumbres, y evitemos en la medida de lo posible la necesidad de comer refrigerios sabrosos y bajos en proteínas”.
Diego Querzé (MN 7949), jefe de Nutrición en Enfermedades Neurológicas del Instituto Fleni, conversó con Infobae y explicó qué sucede en el organismo cuando tomamos una copa. “El consumo de alcohol lo que hace justamente es activar muchos mecanismos que nos incentivan a comer comidas más saladas. Estos alimentos generalmente son los que tienen más cantidades de sal y de grasa, por eso estamos todo el tiempo tratando de incorporarlos cuando bebemos”. Según Querzé, “lo peligroso de esto no es el consumo en sí mismo sino más bien la cantidad de calorías que uno consume”.
Justamente en lo relacionado a las calorías, la nutricionista María Cecilia Ponce (MN 3362) precisó en diálogo con Infobae que lo más importante “es saber que si tomamos este tipo de bebidas vamos estar más desinhibidos. Por lo tanto, el consumo calórico o la ingesta de alimentos ricos en grasas, en sal, en sodio o en azúcares -casi todos en forma de snacks- va a estar asociado a esta desinhibición producida por el alcohol”.
La desinhibición, entonces, no tiene que ver sólo con una actitud o con una postura sino también con nuestro organismo. De este modo, según Ponce, “el alcohol va a producir en el cuerpo un efecto de deshidratación, con lo cual la ingesta de comidas que tienen nutrientes no esenciales va a ir aumentado”. Por supuesto que si salimos a tomar algo esporádicamente estos problemas no deberían aparecer; sin embargo, “si una persona tiene el hígado graso o resistencia a la insulina -en la que también está afectada la detoxificación hepática- el consumo de bebidas alcohólicas está totalmente desaconsejado”.
Cuando estamos en un bar, la preferencia por las papas fritas o por las picadas es moneda corriente y se trata casi de una pulsión. En este sentido, Querzé profundizó: “Uno por ahí deja de hacer sus comidas habituales porque recurre a estas ingestas más cortas o más pequeñas que tienen una elevada cantidad de calorías. Entonces, justamente eso es lo que de cierta manera nos predispone a incrementar los factores de riesgo”. ¿Por qué? “Porque empezamos a incorporar alimentos de poca calidad nutricional y a dejar de lado los que son más saludables”.
A su vez, el especialista advirtió que el consumo de alcohol “tiene que ser moderado porque de lo contrario nos predisponemos no sólo a una mala calidad nutricional sino también al incremento de otros problemas relacionados”. Para evitar estas consecuencias debemos llevar adelante “una alimentación saludable mediante la la incorporación de vegetales, frutas, carnes magras, legumbres y cereales integrales que mantienen a nuestro cerebro sano y con los nutrientes necesarios para cumplir todas sus funciones”.
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