Esta semana se conmemoró el Día Mundial del Accidente Cerebrovascular (ACV), un problema de salud que sufren anualmente 15 millones de personas en todo el mundo. Estos datos surgen de los relevamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y tienen algunos detalles tristemente importantes: un tercio de aquellos pacientes fallece y otro tercio queda con discapacidades permanentes, lo que supone una carga para el individuo, para la familia y para la comunidad. En ese marco, los especialistas destacan la importancia de la prevención y del diagnóstico temprano de este cuadro. A su vez, ponen énfasis en la rehabilitación de los distintos tipos de discapacidad como la del lenguaje, la motora y la de la deglución. Esta última genera dificultades particulares para tragar, una secuela conocida técnicamente como disfagia que afecta a dos actos tan esenciales como alimentarse e hidratarse.
La prevalencia de disfagia en el ACV agudo es del 50%, y si bien la mayoría de estos pacientes recupera la función de la deglución en el plazo de siete días, entre el 11% y el 13% siguen presentando disfagia a los seis meses. Aunque es una situación muy asociada a cuadros como el ACV, se presenta también en una serie de enfermedades de origen neurológico o degenerativo, como por ejemplo en un número significativo de casos de Parkinson, Alzheimer o Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).
La edad y la localización del ACV se asocian a un mayor riesgo de disfagia y ésta afecta la calidad de vida de la persona. Sólo el 45% de los pacientes con disfagia se sienten cómodos con la alimentación y el 41% experimenta ansiedad o pánico durante la ingesta. Además, por si fuera poco, la disfagia suele coexistir con la desnutrición y con la deshidratación.
A partir de la evaluación del estado nutricional del individuo es posible reducir el impacto negativo que la desnutrición tiene sobre la aparición de las complicaciones, la hospitalización prolongada, los resultados funcionales y la mortalidad. En ese contexto, un estudio llevado a cabo en pacientes luego de un ACV mostró que el 57% perdió peso entre la semana 1 y los seis meses posteriores al episodio; mientras que el 22% estaba desnutrido a los seis meses.
“Desde el punto de vista nutricional, se debe de atender al paciente con disfagia e ir más allá, entender si tiene algún grado de malnutrición para revertir esa situación y valorar o evitar que desarrolle grados de deshidratación”, explicó la licenciada en nutrición Silvia Patricia Jereb, ex presidenta de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADyND). Y agregó: “Teniendo en cuenta que entre un 48% y un 51% de los pacientes con disfagia sufre aspiraciones durante la ingesta y está mal nutrido, y que tres de cada cuatro experimentan deshidratación, se hace necesaria una respuesta desde la nutrición clínica para el abordaje de ambas condiciones. La malnutrición causada por cualquier entidad aumenta la tasa de discapacidad, la morbimortalidad, los costos de salud y la estancia hospitalaria”.
Ante el diagnóstico de un ACV se establecen tres instancias de evaluación: la hiperaguda, que comprende las primeras seis horas del ACV, en la cual los objetivos son estabilizar al individuo y establecer si es un ACV hemorrágico (por la rotura de alguna vena o arteria) o isquémico (por el bloqueo de algún vaso). La segunda etapa incluye evaluar la alimentación y nutrición del paciente, completar los estudios para determinar el mecanismo fisiopatológico, implementar el tratamiento de prevención secundaria y planificar la rehabilitación.
Mientras que en la tercera etapa -subaguda a crónica- los objetivos están centrados en la recuperación de los distintos tipos de discapacidad (lenguaje, motora y de deglución) y en ella es importante mantener una nutrición adecuada para que el paciente pueda responder mejor a la rehabilitación.
“Por eso es tan importante realizar dicha evaluación en las distintas etapas por las que suele transitar una persona luego de un ACV. Si bien existen numerosas herramientas de screening nutricional, no se ha desarrollado ninguna específica para pacientes con ACV; pero es claro que, como en todo paciente, la evaluación se debe de realizar en las primeras 48 horas y volver a evaluarlo a la semana. Los resultados de este tamizaje sirven para tomar acciones, como por ejemplo una interconsulta con un nutricionista, ampliar la evaluación nutricional y el registro de ingesta e hidratación, entre otras”, sostuvo Jereb.
La malnutrición en los pacientes con ACV suele ser el resultado de la ingesta insuficiente de alimentos por problemas para tragar o por anorexia. Por otra parte, los afectados tienen generalmente mayores necesidades nutricionales debido a la enfermedad subyacente, situación que determina grandes requerimientos nutricionales y grandes dificultades para cubrirlos por baja ingesta.
Una de las principales estrategias nutricionales para alcanzar las consistencias necesarias y cumplir con los objetivos de la dieta es incorporar suplementos espesantes que contribuyen a obtener un grado de espesamiento y un cambio en las preparaciones. Particularmente, uno desarrollado a base de gomas (específicamente, de la llamada ‘goma xantana’) demostró alcanzar un mayor espesamiento sin modificar el color, olor y apariencia del líquido al cual se lo agrega, sin alterar las características organolépticas del preparado y con una mejor disolución. Estos agentes se suman a las estrategias que utilizan los especialistas para mejorar la nutrición de los pacientes.
“Esta innovación nos proporciona una mayor seguridad durante el proceso de deglución y además permite un espesamiento más rápido, de mayor estabilidad a lo largo del tiempo y que genera en el individuo una menor saciedad, permitiendo aumentar la cantidad de la ingesta. Todo esto con el objetivo de dotar al paciente con secuelas de un ACV de las mejores condiciones posibles para acompañar su rehabilitación”, concluyó Jereb.
Nutricia Bagó, que acompaña a las personas en los momentos clave de la vida con soluciones nutricionales, cuenta con una línea de productos como Fortisip y Fortisip Max; ambos son alimentos para propósitos médicos específicos, nutricionalmente completos. Mientras que el primero es una fórmula líquida lista para usar por su presentación en botella de 200 ml, nutricionalmente completa, puede ser utilizado como única fuente de alimentación o como complemento a la alimentación del paciente; el segundo se trata de una fórmula en polvo, de sabor vainilla y neutro que puede permite enriquecer las preparaciones dulces y saladas sin alterar su sabor. También puede utilizarse, como única fuente de alimentación o como complemento a la alimentación del paciente.
El objetivo del uso de estos productos es lograr que el paciente llegue a los requerimientos nutricionales (proteínas y calorías) pautados por el profesional de manera segura y evitar la deuda calórica y proteica que conspira con la mejora del estado nutricional. El otro producto que ofrece Nutricia Bagó para un paciente post ACV con disfagia, es el Espesan Clear, un polvo para espesar a base de goma xantana para bebidas y líquidos. Espesa rápidamente y da un producto final transparente. Ha sido desarrollado para mantener una consistencia estable durante la deglución.
Esto se logra gracias a la resistencia de la goma xantana frente a la acción de la amilasa salival (una enzima que descompone el almidón). Ayuda a los pacientes con disfagia a tragar con más seguridad, evitando que los líquidos de las bebidas y alimentos pasen a la vía respiratoria. Ambas familias de productos pueden usarse de manera conjunta, es decir que tanto Fortisip como Fortisip Max pueden ser espesados con Espesan Clear y así brindarle una alimentación adecuada a la situación de cada paciente.
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