Después de la intervención y el clamor mundial de 200 científicos que publicaron una carta abierta a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 6 de julio del año pasado advirtiendo sobre la transmisión en el aire de COVID-19 a través de aerosoles e instando a la organización a reconocer esos riesgos, mucho se ha avanzado para caracterizar al coronavirus como un virus respiratorio principalmente.
Si bien puede permanecer varias horas sobre una superficie determinada, no constituye un riesgo probado de contagio el tocarlo, a menos que luego uno se lleve la mano a la boca, nariz o los ojos.
Cuando una persona habla, tose, estornuda, se ríe o incluso respira, expulsa de su boca y nariz pequeñas gotas respiratorias al aire circundante llamadas aerosoles. La más pequeña de estas gotitas puede flotar durante horas en el aire según la evidencia científica es responsable de la expansión de la pandemia por COVID-19.
“Por eso se insiste en realizar las actividades al aire libre y la ventilación de los ambientes. Y el equipo de salud que está expuesto a la alta concentración de aerosoles, que deban utilizar máscaras con filtros de alta eficiencia”, precisó a Infobae el médico infectólogo Pablo Bonvehí, jefe de la Sección Infectología y Control de Infecciones del CEMIC.
Un nuevo estudio dirigido por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, demostró que las personas infectadas con el virus que causa el COVID-19 exhalan virus infecciosos en su aliento, y que las personas infectadas con la variante Alfa (la cepa dominante que circulaba en el momento en que se inició este estudio) ponen entre 43 y 100 veces más virus en el aire que las personas infectadas con las cepas originales.
Incluso, los investigadores también descubrieron que las telas holgadas y las mascarillas quirúrgicas reducían la cantidad de virus que entraba en el aire alrededor de las personas infectadas en aproximadamente la mitad, según publican en la revista Clinical Infectious Diseases.
“Nuestro último estudio proporciona una prueba más de la importancia de la transmisión por el aire. Sabemos que la variante Delta que circula ahora es aún más contagiosa que la variante Alfa. Nuestra investigación indica que las variantes siguen mejorando en su viaje por el aire, por lo que debemos proporcionar una mejor ventilación y usar máscaras ajustadas, además de la vacunación, para ayudar a detener la propagación del virus”, precisó el doctor Donald Milton, profesor de salud ambiental en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Maryland (UMD SPH).
La cantidad de virus en el aire procedente de las infecciones de la variante Alpha era 18 veces más de lo que podría explicarse por las mayores cantidades de virus en los hisopos nasales y la saliva. Uno de los autores principales, el estudiante de doctorado Jianyu Lai, precisó que ya se sabía que el virus en la saliva y los hisopos nasales aumentaba en las infecciones. “El virus de la nariz y la boca podría transmitirse mediante la pulverización de grandes gotas cerca de una persona infectada. Pero nuestro estudio muestra que el virus en los aerosoles exhalados aumenta aún más”, resaltó. Estos importantes aumentos del virus en el aire de las infecciones por Alpha se produjeron antes de la llegada de la variante Delta e indican que el virus está evolucionando para viajar mejor por el aire.
“El coronavirus tiene un diámetro aproximado de 0.12 micras y no está flotando aislado en el aire. Están inmersos y son transportados por estas microgotas/aerosoles de variable tamaño”, explicó el doctor Martín Lombardero, médico cardiólogo y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología. “Los múltiples ejemplos científicos (publicados y científicamente demostrados) de contagios en lugares cerrados, con ventilación artificial y recirculación de aire (supercontagios), terminan de cerrar la idea potencial que los aerosoles que emanan los pacientes COVID 19 en lugares no ventilados son potencialmente infectantes a distancias mucho mayores de los 2 metros clásicamente descriptos”, agregó el experto.
Para comprobar si las mascarillas o barbijos funcionan a la hora de impedir que el virus se transmita entre las personas, este estudio midió la cantidad de SARS-CoV-2 que se respira en el aire y comprobó la cantidad de virus que exhalaban en el aire las personas enfermas de COVID-19 después de ponerse una mascarilla de tela o quirúrgica.
Los barbijos redujeron significativamente las partículas cargadas de virus en el aire alrededor de la persona con COVID-19, y bajó la cantidad en aproximadamente un 50%. Pero el paño suelto y las mascarillas quirúrgicas no impidieron que el virus infeccioso pasara al aire. La doctora Jennifer German, una de las coautoras, apuntó que “los mensajes que se pueden llevar a casa de este trabajo son que el coronavirus puede estar en tu aliento exhalado, está mejorando para estar en tu aliento exhalado, y el uso de una máscara reduce la posibilidad de que lo respires en otros”.
Esto significa que para proteger a las personas que trabajan de cara al público y en espacios interiores es fundamental adoptar un enfoque por capas de las medidas de control (que incluya una mejor ventilación, mayor filtración, saneamiento del aire con rayos UV y máscaras ajustadas, además de la vacunación).
Más estudios que avalan la transmisión aérea
En Austria, Italia y los Estados Unidos se han descubierto más detalles sobre la propagación del virus a través de los aerosoles. Los resultados pueden servir para un mejor control de la pandemia.
En la Universidad de Viena, Austria, hicieron experimentos y simulaciones y encontraron que las diminutas e invisibles partículas cargadas de virus desaparecen más lentamente tras la exhalación de lo que sugerían los modelos anteriores.
Los modelos anteriores suponían que sólo las partícula grandes suponían un riesgo relevante de infección porque las pequeñas se evaporaban rápidamente. Sin embargo, en la Universidad Técnica de Viena, en colaboración con la Universidad de Padua, en Italia, se ha demostrado que eso no es cierto: por la elevada humedad del aire que respiramos, incluso las pequeñas partículas pueden permanecer en el aire mucho más tiempo de lo que se suponía. El estudio se ha publicado en la revista científica PNAS de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos.
“Descubrimos que las pequeñas partículas permanecen en el aire un orden de magnitud más largo de lo que se pensaba”, afirmó el doctor Alfredo Soldati, autor del estudio. “Hay una razón sencilla para ello: la velocidad de evaporación de las partículas no viene determinada por la humedad relativa media del ambiente, sino por la humedad local directamente en el lugar donde se encuentra la gota”, agregó.
El aire exhalado es mucho más húmedo que el aire del ambiente, y esta humedad exhalada hace que las pequeñas partículas se evaporen más lentamente. Cuando las primeras partículas se evaporan, se desarrolla localmente una mayor humedad, lo que ralentiza aún más el proceso de evaporación de otras gotas.
“Esto significa que las partículas pequeñas son infecciosas durante más tiempo del que se suponía, pero eso no debe ser motivo de pesimismo”, afirmó Alfredo Soldati. “Sólo nos muestra que hay que estudiar estos fenómenos de forma correcta para entenderlos. Sólo entonces podremos hacer recomendaciones científicamente sólidas, por ejemplo en lo que respecta a los barbijos o mascarillas y las distancias de seguridad”, concluyó el especialista.
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