Un grupo multidisciplinario integrado por el investigador argentino del CONICET Ignacio Spiousas, quien trabaja en el Laboratorio de Dinámica Sensomotora del Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), y científicos de la Universidad de Washington y Yale comprobó que el horario y la duración del sueño en las personas son factores que tienen un vínculo muy concreto con la fase lunar.
La novedad, publicada en la revista Science Advances, surgió a partir del estudio titulado Sueño deslumbrante: sincronización del sueño humano con el ciclo lunar en condiciones de campo.
A la luna se la suele vincular con diferentes fenómenos terrenales. Incluso algunos sostienen que les influye en el estado de ánimo, mientras que otros creen que puede desencadenar o propiciar embarazos y están también los que consideran que puede incidir en los desastres naturales. De todas formas, la ciencia es escéptica sobre estos efectos y por eso se llevan adelante estudios para indagar y ahondar en estas supuestas relaciones.
El estudio concluyó que en los días previos a la luna llena la gente se va a dormir más tarde en la noche y duerme por periodos de tiempo más cortos. Se trata de una de las primeras investigaciones realizadas en la naturaleza, es decir fuera de un entorno de laboratorio, y demuestra oscilaciones y tendencias relacionadas con las fases de la luna y su luminosidad.
Iniciado en 2016, siguió los ritmos de sueño de casi cien habitantes de comunidades de pueblos originarios Toba y Q’uom, de Formosa, que viven en entornos naturales y sin luz eléctrica. Así fue como se les midió el horario y cantidad de sueño durante estos años mediante pulseras de monitoreo. El resultado fue comparado por los investigadores con un estudio llevado adelante en 2018 sobre el sueño en más de cuatrocientos estudiantes en Seattle, Estados Unidos, una ciudad de más de 750 mil habitantes, por lo que se la considera un entorno altamente urbanizado.
El objetivo de la comprobación era averiguar si la cantidad de sueño mostraba una relación con la intensidad de la luz de la luna, según su fase. Además, quisieron constatar si había variaciones entre un entorno natural o uno acostumbrado a la luz artificial, como fue en el caso de Seattle.
A priori, los investigadores creían que en un entorno natural la incidencia de la luna sería mayor, ya que allí, por la ausencia de luz eléctrica, las diferencias de luminosidad de la luna son más pronunciadas. Lo curioso fue que, en ambos casos, tanto en el entorno natural como en el urbano el resultado fue similar.
El científico e investigador argentino del CONICET Ignacio Spiousas explicó: “En los dos casos pudimos ver una modulación en la duración y el momento en el que las personas se van a dormir. Vimos que la duración del sueño de cada sujeto era mayor en los días previos a la luna nueva y menor un poco antes de la luna llena, con una amplitud promedio de 50 minutos. Y lo mismo sucedía con el momento en que las personas se van a dormir: la gente se va a dormir más tarde en luna llena, y antes en luna nueva, con una amplitud promedio de media hora”.
“Entonces, pareciera que estos factores están más relacionados con la luminosidad de la luna”, explica Spiousas, responsable del modelado estadístico del estudio. “Como se dan en los dos entornos, independientemente de si hay más o menos luz artificial, creemos que tiene que ver con un efecto gravitacional de la luna”, precisó.
Por un lado, diferenciaron parámetros del sueño relacionados con la luna en sus diferentes ciclos -nueva, menguante, creciente y llena- y por otro lado analizaron su luminosidad, al momento en el que sale y se pone el cuerpo celeste, según cada estación del año. “La disponibilidad de luz lunar es lo más determinante. Nosotros partimos de la idea de que con la modulación de la luz, en luna llena, las personas salen más o tienen mayor actividad. Incluso en la antigüedad cazaban y pescaban más durante esos lapsos. Pero si esa luminosidad se da a partir de las tres de la mañana, las personas ya están durmiendo”, indicó Spiousas.
“Nuestra teoría es que esta sincronización con la luna se debe a efecto biológico, pero no creemos que esté siendo modulado por la luz de la luna per se, porque eso no explicaría cómo las comunidades con luz sigue respondiendo igual”, señaló Leandro Casiraghi, investigador posdoctoral argentino de la Universidad de Washington y otro de los autores del paper.
“Si bien esto responde a una adaptación, a las noches de luna para estar afuera y hacer actividades, consideramos que el efecto está modulado por otra señal que proviene de la luna, que podrían ser los ciclos gravitatorios. Aunque, si bien esa pueda ser la señal que produce el efecto, la adaptación responde a la disponibilidad de la luz de la luna”, determinó Casiraghi.
En este sentido y para Spiousas, “este estudio es un antecedente importante para todo lo que es estudios del sueño y salud del sueño. Sabemos que dormir mal es muy malo para la salud en general. Con estos resultados, se podrían llegar a programar terapias del sueño según la fase de la luna, y muchas otras cuestiones que deberemos seguir estudiando para profundizar este conocimiento”.
Con información del CONICET
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