El 21% del filet de pescado vendido al por menor, a lo largo de la costa atlántica bonaerense, no corresponde con la especie indicada por los comerciantes según un estudio publicado por científicos argentinos.
Hasta hace unos años, era imposible determinar la especie de la que proviene un producto pesquero del que se han retirado todas las características morfológicas útiles para diagnosticar una especie, como un filet de pescado.
Pero actualmente, la técnica conocida como “código de barras genético” permite identificar con precisión la especie de la que proviene una muestra de identidad desconocida. Esta técnica se basa en determinar, en la muestra problema, la secuencia de un gen que varía entre especies, y compararlo con las secuencias provenientes de muestras ya conocidas.
“En este trabajo aplicamos la técnica del código de barras genético para establecer de qué especie provienen los filets vendidos en las pescaderías de la costa atlántica y si se corresponden con lo que a la gente le dicen que le están vendiendo”, indica Gabriela Delpiani, quien lideró el trabajo publicado hoy en la revista científica Fisheries Research.
Junto con Delpiani, los autores del estudio fueron los doctores Matías Delpiani, Mariana Deli Antoni, Marina Covatti, Luciana Fischer y Juan Martín Díaz de Astarloa, del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC) del Conicet y la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Luis Lucifora, del Instituto Nacional de Limnología (INALI), dependiente del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral.
Los investigadores analizaron muestras de toda la costa atlántica bonaerense, desde San Clemente del Tuyú hasta Bahía Blanca, que se corresponde con el área de mayor desembarque pesquero del país.
La tasa de sustituciones por ciudad varió entre un 13% en Santa Teresita y San Clemente del Tuyú, hasta un 40% en Miramar. En Mar del Plata y Necochea, las tasas de reemplazo fueron de 25 y 28%, respectivamente.
Además de detectar una alta tasa de reemplazo, encontraron que las especies que más comúnmente se usan para sustituir a otras son peces cartilaginosos, es decir, tiburones, rayas y pez gallo o elefante, ya que fueron usadas en más del 60% de los reemplazos.
Varias especies de peces cartilaginosos fueron vendidas como atún, que fue la especie más sustituida, y también como abadejo, pez palo o pescadilla, entre otros. “Es preocupante que se vendan peces cartilaginosos con otros nombres porque estos peces tienen un alto riesgo de extinción. De hecho, las especies que detectamos que se usan como sustitutas se encuentran todas amenazadas y algunas han disminuido drásticamente en Argentina”, agrega Delpiani.
La comercialización de tiburones y rayas bajo otros nombres abre la puerta al comercio de especies prohibidas, como los grandes tiburones, cuyo desembarque está prohibido en todos los puertos argentinos.
El principal motivo para realizar sustituciones parece ser el fraude económico, ya que en la mayoría de los casos se utilizaron especies de menor valor comercial como reemplazo de especies más caras. Filets etiquetados como atún, lenguado, abadejo, chernia, brótola o besugo, consistían en realidad de tiburones, rayas, pez gallo, mero, pescadilla o castañeta, respectivamente; todas estas de menor precio que las especies que figuraban en la etiqueta. En proporción mucho menor, se observaron casos de mal-etiquetado accidental, que pueden explicarse por la semejanza morfológica de las especies involucradas.
Los resultados de esta investigación indican la necesidad de estandarizar los nombres de productos pesqueros en Argentina.
Según Delpiani, “Las autoridades correspondientes deberían hacer pública la lista oficial de nombres de productos pesqueros, y controlar que se use. Estas listas, empleadas en muchos países, son herramientas muy útiles para combatir el mal-etiquetado porque evitan la proliferación de nombres inventados y homogenizan los nombres de los productos entre comercios”.
Informe de Conicet
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