ACV: clave la detección rápida y la rehabilitación integral
- Cada año, 15 millones de personas sufren un ACV; 5 millones fallecen y 5 millones quedan discapacitadas.
- Reconocer síntomas como entumecimiento, confusión y pérdida de equilibrio es vital.
- La rehabilitación temprana ayuda a reducir secuelas como la espasticidad y mejorar la calidad de vida.
Lo esencial: cada año, unos 15 millones de personas experimentan un Accidente Cerebrovascular (ACV) a nivel global, de las cuales 5 millones fallecen y otros 5 millones sufren discapacidades permanentes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El ACV ocurre al bloquearse o romperse un vaso sanguíneo, interrumpiendo el flujo de oxígeno hacia el cerebro, lo que provoca daños graves. Reconocer los síntomas tempranos y buscar ayuda inmediata puede reducir las secuelas, que suelen incluir parálisis, problemas cognitivos y espasticidad muscular. La rehabilitación integral y un seguimiento médico constante son esenciales para los sobrevivientes, pues aumentan su independencia y calidad de vida a largo plazo.
Por qué importa: el ACV es una de las principales causas de discapacidad y muerte en el mundo, afectando la vida de millones de personas cada año. La rápida identificación y el tratamiento adecuado son claves para reducir el impacto de esta enfermedad.
- La detección y atención dentro de las primeras tres horas minimiza las secuelas.
- La rehabilitación integral es fundamental para la recuperación física y cognitiva.
- Abordar factores de riesgo como la hipertensión y el tabaquismo puede prevenir un ACV.
En todo el mundo, cada año, aproximadamente 15 millones de personas sufren un Accidente Cerebrovascular (ACV). De este total, unas 5 millones fallecen y otras 5 millones quedan con discapacidades permanentes, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este tipo de ataque ocurre cuando el flujo de sangre al cerebro se interrumpe por el bloqueo o la ruptura de un vaso sanguíneo, lo cual priva de oxígeno a las células cerebrales y provoca daños inmediatos.
Para quienes sobreviven, las secuelas pueden ser graves e incluyen pérdida de movilidad, problemas en el habla y la memoria, parálisis y dificultades para coordinar movimientos. Además, el riesgo de sufrir un segundo episodio aumenta en aquellos que ya han pasado por un primer ACV, haciendo esencial un seguimiento médico constante. En el marco del Día Mundial del ACV, que se conmemora cada 29 de octubre, la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR) busca destacar la necesidad del abordaje oportuno e integral de la rehabilitación tras un ACV y el continuo control y seguimiento de las secuelas.
La rehabilitación temprana es clave para mejorar la calidad de vida de los afectados y reducir el impacto de la discapacidad que puedan desarrollar. Iniciar el tratamiento y la terapia integral de manera rápida permite controlar problemas motores y cognitivos como la espasticidad —una de las complicaciones más comunes, que genera rigidez y posturas anormales en los músculos—.
El tratamiento adecuado y un enfoque multidisciplinario es crucial. “El tiempo hasta su abordaje es determinante como predictor del grado de discapacidad que puede desarrollar la persona. Una vez estabilizado el cuadro, inicia todo un nuevo capítulo que tiene que ver con la rehabilitación a partir de las potenciales secuelas que el ACV haya generado, que varían entre paciente y paciente”, explicaron desde la sociedad científica. Al tiempo que resaltaron que “el primer desafío es prevenir el desarrollo del cuadro mediente de un estilo de vida saludable y controles médicos.
“La rehabilitación del accidente cerebrovascular es un proceso secuencialmente progresivo, dinámico y orientado a objetivos basado en protocolos que permiten que una persona con secuelas potencialmente discapacitantes alcance un nivel óptimo en el aspecto funcional, físico, cognitivo, emocional, comunicativo y social”, explicaron desde la SAMFyR en un comunicado de prensa y resalaron que entre “las complicaciones se destacan las motoras, como pérdida de movimiento muscular o parálisis, dificultades para hablar o tragar, pérdida de la memoria, dificultad para pensar y controlar emociones, dolor y/o entumecimiento en alguna parte del cuerpo afectada, y cambios en la conducta”.
Vale destacar que los cuadros pueden ser de “leves a graves e ir empeorando si no se inicia a tiempo un tratamiento específico para frenar y revertir su progresión”. “Sin tratamiento, el 27% de los pacientes desarrolla espasticidad a los 3 meses del ACV y la cifra asciende al 58% al sexto mes”. Una situación que limita significativamente su autonomía y aumenta su dependencia de la familia y el sistema de salud.
1. Signos y síntomas del ACV
Reconocer los síntomas de un ACV y buscar ayuda médica de inmediato es crucial para minimizar los daños, ya que las secuelas pueden ser graves e incluyen pérdida de movilidad, problemas en el habla y la memoria, parálisis y dificultades para coordinar los movimientos. Además, el riesgo de sufrir un segundo episodio aumenta en aquellos que ya han pasado por uno previamente. Por eso es esencial el seguimiento médico constante.
Los signos incluyen entumecimiento o debilidad repentina en el rostro, brazos o piernas, generalmente en un solo lado del cuerpo. También son comunes la confusión o dificultad para hablar y comprender el habla, los problemas de visión en uno o ambos ojos, la pérdida del equilibrio, los mareos y los dolores de cabeza intensos y repentinos. Identificar rápidamente estos síntomas puede marcar la diferencia.
Una de las secuelas motoras que pueden aparecer en sobrevivientes de ACV es la espasticidad, una condición que provoca una tensión muscular prolongada que dificulta el movimiento y afecta áreas específicas del cuerpo, como los hombros, brazos, muñecas y dedos.
“La espasticidad es una de las posibles secuelas de un ACV y se caracteriza por tensión y rigidez en determinados músculos, que pueden ocasionar postura anormal -de hombros, brazos, muñecas o dedos-, además de dolor y movimientos espasmódicos repetitivos”, destacaron desde la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR), en un comunicado de prensa.
2. La importancia de actuar rápido
La rapidez en la atención de un Accidente Cerebrovascular (ACV) es determinante para reducir el daño cerebral y las probabilidades de secuelas graves. Los tratamientos de emergencia, que son los más efectivos, solo están disponibles si el ACV es detectado y abordado dentro de las primeras tres horas desde la aparición de los síntomas.
Este intervalo, conocido como “ventana terapéutica”, permite la administración de medicamentos y procedimientos que disuelven el coágulo o detienen el sangrado, minimizando así el impacto en el cerebro. Para identificar un ACV y actuar rápidamente, los especialistas recomiendan el método RÁPIDO:
- Rostro. ¿Tiene la persona el rostro caído? Pídale que sonría para observar si un lado de la cara no responde.
- Alteración del equilibrio. Solicite a la persona que levante ambos brazos para evaluar si uno se mantiene o cae involuntariamente.
- Pérdida de fuerza. ¿Ha perdido fuerza en un brazo o una pierna? Esta señal suele presentarse de manera unilateral.
- Impedimento visual. ¿Experimenta dificultad para ver en uno o ambos ojos?
- Dificultad para hablar. Verifique si la persona presenta dificultades en el habla, como palabras arrastradas o confusión al comunicarse.
Si alguno de estos síntomas es evidente, es esencial llamar a emergencias de inmediato: cada minuto aumenta el riesgo de secuelas permanentes y la atención médica temprana ayuda a reducir su magnitud.
3. Factores de riesgo y prevención
Existen diversos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de sufrir un Accidente Cerebrovascular (ACV), y muchos de ellos son prevenibles mediante un estilo de vida saludable y controles médicos regulares. Entre los modificables más significativos se encuentran la hipertensión y el tabaquismo. En ese sentido, la OMS estima que, de cada diez personas que fallecen a causa de un ACV, al menos cuatro podrían haberse salvado con un adecuado control de la presión arterial.
La hipertensión es uno de los mayores factores de riesgo, ya que aumenta la presión en las arterias y puede dañar los vasos sanguíneos, facilitando la formación de coágulos o la ruptura de una arteria. Asimismo, el tabaquismo también es un factor relevante, especialmente en personas menores de 65 años, donde representa dos de cada cinco muertes por ACV, ya que las toxinas del tabaco dañan las paredes de los vasos sanguíneos y promueven la formación de coágulos.
Otros factores incluyen condiciones cardíacas como la fibrilación auricular, el infarto de miocardio y la insuficiencia cardíaca, que incrementan el riesgo al afectar el flujo de sangre al cerebro. En contraposición, un estilo de vida saludable basado en una dieta equilibrada, ejercicio regular, entre otros puntos, es fundamental. Es que no solo se reduce el riesgo de un primer ACV, sino también de desarrollar secuelas graves.
4. Impacto del ACV y las secuelas
El Accidente Cerebrovascular (ACV) es una de las principales causas de discapacidad a nivel global, con secuelas que afectan profundamente la vida cotidiana de los sobrevivientes. Entre las más comunes están la parálisis parcial o total de un lado del cuerpo, problemas de coordinación, dificultades para hablar y tragar, así como pérdida de memoria y otros problemas cognitivos. Estos efectos pueden variar en gravedad.
Una de las secuelas físicas más comunes es la espasticidad, que se manifiesta como rigidez muscular, posturas anormales y movimientos espasmódicos que dificultan la movilidad. Según la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR), que reúne a los médicos fisiatras, “la espasticidad es un fenómeno complejo de expresión clínica extremadamente variable, un proceso dinámico y evolutivo que puede condicionar la funcionalidad y tratamiento del paciente. La recomendación actual de tratamiento temprano persigue evitar su progresión y complicaciones”.
En ese tono, la SAMFyR describe este cuadro como un proceso clínico complejo y dinámico, que puede progresar de formas muy variadas en cada paciente y que tiende a empeorar si no se recibe tratamiento adecuado, ya que no solo genera rigidez, sino que también afecta la postura, causa dolor y puede provocar movimientos espasmódicos que impiden la movilidad en las extremidades afectadas, todos síntomas que limitan considerablemente la autonomía de las personas y agravan el impacto del ACV en la calidad de vida.
“Sin tratamiento, el 27% de los pacientes desarrolla espasticidad a los 3 meses del ACV y la cifra asciende al 58% al sexto mes”, advirtió la SAMFyR en su comunicado de prensa. Este dato subraya la necesidad de iniciar las terapeúticas lo antes posible para poder controlar los efectos de la espasticidad, mejorar las condiciones de movilidad y reducir el riesgo de complicaciones permanentes. Sin intervención temprana, este cuadro puede derivar en “deformidades permanentes, contracturas y un aumento en el dolor crónico”.
“Los médicos especialistas en medicina física y rehabilitación buscan sumar acciones para evitar la evolución natural sin intervención en las secuelas de ACV por falta de conocimiento o desatención”, indicaron desde la sociedad científica. Es que el programa de rehabilitación abarca desde la recuperación de habilidades físicas hasta el fortalecimiento cognitivo y emocional del paciente. Un enfoque integral que ayuda a controlar las secuelas del ACV, mientras promueve una mejor adaptación a la nueva realidad del paciente, con las herramientas necesarias para maximizar su independencia y mejorar su calidad de vida a largo plazo.
Asimismo, el seguimiento y tratamiento de las secuelas requieren la intervención de un equipo médico especializado, liderado frecuentemente por un médico fisiatra que desempeña un rol clave en la planificación y supervisión de la rehabilitación, ya que evalua regularmente el estado del paciente y ajusta el tratamiento según sus progresos y necesidades específicas.
El fisiatra, junto a un equipo multidisciplinario que incluye terapeutas físicos, ocupacionales y de lenguaje, coordina un plan de tratamiento que se ajusta a cada paciente de forma personalizada. Su trabajo no solo se centra en la rehabilitación física, sino también en prevenir la progresión de condiciones como la espasticidad y en mejorar la calidad de vida general del paciente. Este tipo de intervención estandarizada ayuda a evitar que las secuelas del ACV empeoren o se compliquen debido a la falta de atención especializada.
Mediante un enfoque personalizado y supervisado, los pacientes pueden desarrollar herramientas y habilidades que les ayudan a adaptarse a los cambios que trae el ACV, promoviendo así su independencia y una mejor integración en su vida cotidiana. Asimismo, a través de esta supervisión continua, el equipo médico se asegura que el tratamiento se ajuste a la evolución de cada paciente, maximizando las posibilidades de una recuperación efectiva y duradera.