*Este contenido fue producido por expertos de Mayo Clinic en exclusiva para Infobae. Mayo Clinic es una organización sin fines de lucro, dedicada a innovar la práctica clínica, la educación y la investigación científica.
Quince millones de personas alrededor del mundo sufren algún accidente cerebrovascular todos los años. De 15 millones, 5 millones quedan incapacitadas permanentemente. Se estima que, a nivel mundial, 69 millones de personas sufren lesiones cerebrales traumáticas todos los años. La parálisis cerebral espástica, la forma más común de parálisis cerebral, representa 70% a 80% de todos los diagnósticos.
Pacientes que viven con cambios físicos de accidente cerebrovascular, lesión cerebral traumática, parálisis cerebral y otras afecciones pueden recuperar cierta funcionalidad en sus manos y brazos — mejorando su calidad de vida — gracias a los avances en las opciones quirúrgicas para el síndrome de la motoneurona superior, explica el doctor Peter C. Rhee, osteópata y cirujano ortopédico de mano en Mayo Clinic, en Rochester.
El síndrome de la motoneurona superior se refiere a una disfunción o deformidad en el hombro, codo, muñeca o mano, causado por un accidente cerebrovascular, lesión cerebral traumática, lesión cerebral anóxica o hipóxica, parálisis cerebral o lesión de la médula espinal.
Las personas con esta afección pueden experimentar debilidad muscular, disminución del control muscular, alteración del tono muscular y espasticidad.
Dependiendo de la extensión de la discapacidad del paciente, los cirujanos pueden realizar una combinación de fusiones articulares, estiramientos de tendones y transferencias de tendones y nervios. Las personas con parálisis completa en sus brazos aún pueden beneficiarse de la cirugía al mejorar la posición de sus manos, muñecas y codos para la higiene o para permitir funciones básicas que han perdido, explicó el doctor Rhee.
“La cirugía tiene como objetivo corregir la deformidad al tratar los músculos individuales en función de los problemas subyacentes”, detalló el doctor Rhee, que ha estado realizando este tipo de cirugía durante los últimos 10 años. “Trabajamos en los nervios, los músculos y las articulaciones. La cirugía es diferente para cada paciente, pero el objetivo general es mejorar la higiene, la funcionalidad y la calidad de vida de la persona.”
Debido a que los pacientes pueden recuperar alguna función meses después de un accidente cerebrovascular, los cirujanos esperan realizar el procedimiento entre 12 y 18 meses después del ACV. Inicialmente, el doctor Rhee realiza una consulta virtual para determinar si el paciente es un candidato potencial para la cirugía. En caso afirmativo, el paciente realiza pruebas de nervios específicas y una evaluación formal presencial para determinar si el paciente se beneficiará de la cirugía.
“Los chequeos médicos regulares ofrecen mucha información al cirujano. La articulación puede estar en cierta posición debido a la espasticidad o contracción”, explicó el doctor Rhee. “Combinar esto con las pruebas de nervios proporciona una visión completa de qué músculos y nervios están interviniendo para generar esta disfunción y/o deformidad.”
El doctor Rhee utiliza los resultados de las pruebas del paciente para desarrollar un plan quirúrgico personalizado. Cuando todo el brazo de una persona está comprometido, el doctor Rhee realiza dos cirugías, ambas de forma ambulatoria, con un intervalo de tres meses entre los procedimientos. La primera fase abarca normalmente el hombro, el codo y el antebrazo; la segunda fase abarca la muñeca, los dedos y el pulgar. Entre cada cirugía, los pacientes realizan ejercicios de estiramiento en sus casas como parte del plan de tratamiento. El proceso total dura unos seis meses.
“Hemos reunido un equipo increíble para dar esperanza a los pacientes que han tenido accidentes cerebrovasculares, lesiones de la médula espinal, lesiones cerebrales o a los adultos con parálisis cerebral”, dijo el doctor Rhee.