Los efectos del cambio climático y los récords de temperatura extremos registrados en el mundo en los últimos años, ha puesto la atención sobre un fenómeno que en épocas precedentes no se le prestaba importancia o solo interesaba a quienes trabajaban específicamente en la materia y es el de las consecuencias del clima sobre la salud.
Un aspecto particular, el de la salud mental, ha sido habitualmente considerado como anecdótico o sin rigor científico, sin embargo, en los últimos años de la misma manera que a diversos aspectos del clima se les prestara mayor atención, también se pone el foco sobre los vínculos de lo ambiental sobre la salud mental.
Entre estos efectos, estamos más dispuestos a comprender que la temperatura alta impacta sobre nuestra salud general y nuestro psiquismo, sin embargo y en particular en regiones tan favorecidas geográficamente como las nuestras, la variante del frío es poco tenida en cuenta.
Argentina, tiene una gran diversidad de climas, con zonas muy australes donde las temperaturas pueden llegar a estar entre las más bajas del mundo. Si agregamos a esto la ola de frío polar de los últimos días, la relación clima frío y salud mental es pertinente.
Cómo influye el clima frío en el estado de ánimo
A pesar de que la sabiduría popular conoce sus efectos hace tiempo, la ciencia ha sido más reticente a ocuparse de la relación clima frío/salud mental. Existen tres áreas en las cuales esto se puede expresar:
- Factores biológicos y hormonales: el clima frío nos afecta internamente al influir de manera directa en factores biológicos. El frío sostenido puede provocar cambios en particular hormonales, como son los ciclos de cortisol que tanta influencia tiene en nuestros niveles de estrés, al mismo tiempo provocando alteraciones en las fases o ritmos de sueño.
Al mismo tiempo, diversos estudios han encontrado alteraciones en dos sistemas hormonales de la mayor importancia, el tiroideo y el de las hormonas sexuales, en general llevando en ambos casos a la disminución en la actividad de los mismos, con las consecuencias en los niveles de energía, motivación y estado de ánimo conocidos.
Esta respuesta que puede ser considerada, y en la práctica lo es, negativa, responde a lo que se ve en los abordajes con mirada evolutiva sobre todos los sistemas biológicos, en particular los animales entre los cuales nos encontramos. Nuestros cuerpos responden al frío como un sistema de supervivencia indicándonos que debemos conservar energía y a pesar de que creemos que solo los osos y algunos animales lo hacen, también a nosotros el mensaje es que “hibernemos”, que economicemos recursos, y para ello disminuir el gasto que presupone por ejemplo la activación metabólica y sexual y así en un nivel de consumo energético más bajo, podemos “pasar el invierno”.
El inconveniente es que al ser seres que hemos evolucionado social y culturalmente, no podemos adecuarnos a ese imperativo biológico, sin embargo nos afecta, especialmente en los casos de frío extremo, así como en particular el mal tiempo y la luz escasa.
- El impacto emocional: existe otro error común que es asociar los aspectos emocionales en particular depresión, solo en países cercanos al círculo ártico, y con periodos muy extensos de escasa luz diurna, en duración e intensidad.
Si bien esto efectivamente se ve de manera más clara en estas regiones, en otras el impacto a pesar de temperaturas no tan extremas y luz diurna de mayor calidad y duración, también existe. Por otro lado, en regiones de la Patagonia, por ejemplo, se registran ciclos diurnos de solo 7 horas en algunos casos, como son las fechas cercanas al solsticio de invierno, no muy alejadas de las regiones en las cuales ya se considera desde hace muchos años la depresión estacional como habitual.
La respuesta a estos ciclos de menor luz, temperatura, es en algunos casos la de una variedad de síntomas depresivos llegando en algunos casos a un real trastorno que es conocido como trastorno afectivo estacional (SAD, y TAE por sus siglas en inglés: Seasonal Afective Disorder).
En estos casos es particular el efecto de la ausencia de luz solar frente a lo cual encontramos reales síntomas depresivos de intensidad moderada a severa, con deterioro comportamental y en particular cognitivo.
Así, es muy frecuente la queja de una torpeza o enlentecimiento mental, que las personas expresan con frases como “no puedo pensar”. El aspecto anímico aparece a veces enmascarado por lo anterior, pero se trata de un real cuadro de depresión solo que estacional, y el mismo se manifiesta con síntomas de irritabilidad, dificultad para el sueño (ya señalado antes en relación a los aspectos hormonales) y en particular mucho cansancio y astenia (Palinkas, L. A. (2001). Mental and cognitive performances in cold International Journal of Circumpolar Health).
El trastorno afectivo estacional es un cuadro de depresión mayor pero que ocurre casi exclusivamente ligado a estaciones en las cuales haya menor temperatura y en especial, menos horas de luz solar.
Es interesante, porque en algunos aspectos parece un real enlentecimiento de los procesos energéticos y metabólicos, cursando con una importante fatiga, aumento del apetito que lleva en muchos casos a incremento de peso, mayor consumo de carbohidratos, en particular dulces, tristeza, y somnolencia diurna como signos cardinales.
La terapia en estos casos está ligada al incremento de luz, en algunos casos en ambientes especialmente diseñados para la luminoterapia, trabajo físico, y periodos cortos de intervenciones farmacológicas con antidepresivos. En referencia a esto, en algunos casos personas que muestran patrones de SAD, son erróneamente diagnosticadas como depresión mayor y quedan con una medicación antidepresiva instalada de manera prolongada.
Por último, un aspecto que participa activamente en el estado anímico es la actividad social y sus efectos sobre el comportamiento.
El clima frío propende, por razones obvias, a que las personas se queden una mayor cantidad de tiempo en interiores, al mismo tiempo en posiciones estáticas con menor actividad física.
En particular está el llamado “nuevo tabaquismo”, el permanecer sentado largas horas, que tiene a su vez consecuencias físicas concretas y directas y en cuanto a la salud mental, consecuencias negativas directas e indirectas o consecuentes a las físicas.
Por otro lado, disminuyen las actividades sociales en muchos casos, también la actividad deportiva, al aire libre etc. En este contexto son bien conocidas las consecuencias del aislamiento social en la salud mental.
En este mismo registro, pero en lo opuesto se encuentra algo que conocimos en las cuarentenas de la pandemia y era la sobrecarga sobre los sistemas familiares. El estar mucho más tiempo en un mismo espacio edilicio, en muchos casos pequeños, en virtud de los tiempos y economía actuales, la convivencia con las mismas personas y la menor socialización con otros fuera del grupo primario, es un factor importante. Hay que sumar a esto la tendencia a recluirse más aún que lo ya preocupante, en plataformas de internet que se suman a los factores anteriores, y vemos por ejemplo en la ludopatía que hoy ha adquirido estado público.
Qué se puede hacer
Las mismas dificultades indican quizás el camino:
- El mantener estructuras y estilos de vida en la medida de lo posible, más allá del limitante climático. Esto es buscar y mantener formas de socialización; salir del hogar, aun las personas que pueden hacer trabajo a distancia; mantener una práctica física, inclusive en el interior del hogar.
- En cuanto a los aspectos cronobiológicos, la luz solar aun escasa debe buscarse, de preferencia a primera hora de la mañana por el fundamental factor de resincronizador de ritmos circadianos.
- La dieta es como siempre muy importante con un agregado y es que tendemos a consumir más alcohol, y esto, a pesar de la sensación inicial que provoca, incrementa la pérdida de temperatura por la vasodilatación, con lo cual se tiende a repetir la dosis, “para mantener el calor”, sin embargo, produce exactamente lo opuesto. Los casos de hipotermia por el consumo de alcohol son bien conocidos.
Finalmente, en la presencia de algunos síntomas que se mantienen, en particular los cognitivos, la consulta puede ser la indicación antes que la autoadministración de comprimidos engañosamente inocuos y naturales como la melatonina, que debe ser indicada en dosis correctas para cada uno (Los beneficios, riesgos y contraindicaciones de la melatonina, la hormona para tratar el insomnio), o aun antidepresivos, que son muy útiles, solo si es lo indicado.
En resumen, el clima frío sí influye en nuestro bienestar mental. Estar al tanto de las medidas a tomar, constituye una tarea de cuidado de la misma manera que hacemos con el hogar en invierno en zonas de temperaturas extremas, usar medidas proactivas y preventivas que sean consistentes a lo largo del año.
Por otro lado, aceptar y comprender las particularidades individuales y adaptar las mismas a las generales puede permitirnos pasar esta ola de frío que también es emocional.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista