Día Internacional de los niños víctimas inocentes de la agresión: cómo impactan en las infancias las secuelas traumáticas

Conflictos bélicos, violencia urbana, inseguridad y abuso son algunos de los fenómenos que afectan a los menores. La importancia de generar conciencia y proteger a estos pequeños del dolor para que puedan criarse en un ámbito de felicidad, salud y amor

No dejan de aumentar las diversas formas en las cuales la población infantil es víctima de diversos tipos de violencia con sus secuelas traumáticas, dijo el doctor De Rosa Alabaster (Imagen Ilustrativa Infobae)

Hace unos días, y en relación con la fibromialgia y la figura de la enfermera Florence Nightingale, nos referíamos a la guerra en la que ella participó hace más de un siglo. El factor constante es que la humanidad no ha tenido demasiados periodos en los cuales se hayan librado conflictos bélicos. Solemos pensar en ellos, entonces, como episodios que, en algunos casos, son históricos y/o lejanos o una noticia más.

De esta manera, olvidamos que participan seres humanos concretos (y no solo combatientes), que son parte de la población civil. Incluso, olvidamos, en particular, a aquellos que, como siempre, están más indefensos: los niños.

Es en función de eso y en relación con otro episodio en Palestina, que en agosto de 1982 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su periodo de sesiones de emergencia, quiso hacer algo por este inmenso problema y decidió conmemorar el 4 de junio de cada año como el Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de la Agresión, pensando en la violencia que impera en varias zonas del planeta, donde la guerra impacta, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés), en más de 230 millones de niños que viven en zonas afectadas directamente por conflictos armados: “Eso supone la escalofriante proporción de uno de cada diez niños en todo el mundo”.

Al mismo tiempo, señala la entidad, aunque hoy estamos más expuestos a las noticias de los conflictos en Palestina o Ucrania, hay zonas del mundo en los que las guerras son un estado casi permanente como Siria, Yemen, República Centroafricana, Sudán del Sur o Nigeria y que son los que más sufrimiento infantil concentran.

La violencia urbana y conflictos civiles también afectan gravemente a los niños, causando maltrato, abuso y muerte (Imagen Ilustrativa Infobae)

Sumado a esto, hay también múltiples zonas de guerra llamadas de “baja intensidad”, se presentan conflictos civiles no considerados como guerras, o la violencia urbana y la inseguridad impiden la vida cotidiana y cuestan vidas. Estos son escenarios permanentes que propician el maltrato y las agresiones -hasta la muerte- de los seres humanos más vulnerables, los niños.

Mientras que en las noticias o en la política se dividen en bandos, las consecuencias de la guerra no los distinguen y las sufren todos los integrantes de las poblaciones implicadas. Un informe que Unicef realizó y publicó sobre “solo” 25 años de conflictos (2014/2020), cuya versión en español puede descargarse en este vínculo, arroja datos que demuestran crudamente y con números la magnitud de este desastre humanitario y, desde ya, las consecuencias inmediatas en la salud.

Este informe señala factores, aclarando que no son los únicos, y que no evalúan las consecuencias a mediano y largo plazo que implican cambios traumáticos físicos y psíquicos, en la mayoría de los casos permanentes, en la vida de esos niños. Secuelas evaluadas en otros informes longitudinales y que son alarmantes, por ejemplo, en cuanto a la repetición del trauma en generaciones subsiguientes o la crisis de las adicciones en el mundo.

Varios niños asisten a una clase de terapia grupal en el campo de recuperación para niños y sus madres afectados por la guerra cerca de Leópolis, Ucrania en 2023 (AP Foto/Vasilisa Stepanenko)

Así, el informe de Unicef señala y contabiliza, dentro de dicho periodo, los elementos más significativos:

  • 104.100 niños y niñas muertos o mutilados
  • 93.000 niños y niñas reclutados para su utilización en guerras.
  • 25.700 niños y niñas secuestrados, con riesgos que van desde el tráfico con fines de esclavitud laboral, esclavitud sexual, uso en conflictos, tráfico de órganos y otros que, a veces en su horror, preferimos imaginar como imposibles, como puede ser el uso de menores en rituales.
  • 14.200 niños y niñas víctimas de violencia sexual. Más allá de los ítems anteriores relativos al abuso sexual infantil en el contexto de secuestro, o muerte, el número de niños víctimas de abuso sexual seguramente supera ampliamente esta cifra, toda vez que esto es a partir de referencias de episodios y zonas de conflicto bélico. Lamentablemente, es una de las áreas en las que los menores sufren las peores manifestaciones de crueldad.
  • 14.900 incidentes de denegación de acceso humanitario. En varios de estos episodios de batalla o catástrofe humanitaria presumimos que los más vulnerables reciben atención inmediata. Sin embargo, más allá del número, como en los otros casos, la falta de asistencia también es por momentos la regla. En este apartado, en el cual la ausencia de auxilio hacen a la supervivencia con cuidados médicos y/o alimentarios, es de notar la falta de asistencia en las consecuencias psicológicas para esta población, que perdurarán en sus traumas para toda su existencia.
  • 13.900 ataques a escuelas y hospitales, en los cuales existe una alta población infantil.
Una directora de la escuela de arte de Mariupol, Ucrania, ayuda a pintar a una de las alumnas. Lugares como Siria, Yemen, República Centroafricana, Sudán del Sur y Nigeria también sufren conflictos casi permanentes con gran sufrimiento infantil (EFE/ Rostyslav Averchuk)

Todo esto se da, por supuesto, en el contexto inevitable de hambre, desnutrición y las consecuencias de esta última, de las diversas y múltiples enfermedades y, desde ya, la pobreza. Más allá de los números, sin duda parciales y subjetivos, el centro del problema está en los diferentes aspectos que se abordan.

En otro contexto, las diversas formas en las cuales la población infantil es víctima de distintos tipos de violencia, con sus secuelas traumáticas, no dejan de aumentar. Así, el abuso infantil es creciente, no solo el señalado en zonas de conflicto sino el que sucede en el seno de lo que debiera ser un lugar protegido: la familia; además de la invasión que representa el mundo de lo virtual con efectos que van desde los desafíos (challenges) y sus secuelas mortales, a la adicción a internet con secuelas cognitivas, como se ha señalado en varias notas en Infobae (NdeR: El uso abusivo de Tik Tok provoca narcolepsia entre los adolescentes y moldea sus habilidades cognitivas).

También tenemos situaciones que, sin ocurrir en una zona de conflicto abierto, implican un real secuestro y/o captación de menores por vía virtual, que van desde los casos de grooming a la pornografía infantil, que no se trata de imágenes aisladas sino de la producción de las imágenes con el abuso sexual consecuente, o inclusive la ludopatía infantil, patología que creíamos circunscrita a etapas adultas. (NdeR: Ludopatía y apuestas online: qué hacer cuando la adicción al juego afecta a los más jóvenes).

La violencia, el abuso y el maltrato infantil generan una crisis de salud mental en niños y adolescentes, afectando su desarrollo y futuro como adultos (Imagen ilustrativa Infobae)

Es en este contexto que tiene lugar la utilización de los niños para modificaciones sociales en profundidad. La insistencia en las reasignaciones de género, con sus terribles consecuencias que ahora empiezan a ser visibilizadas, en particular a través de adolescentes que se arrepienten de una decisión temprana pero ya irreversible, son un ejemplo de ello (NdeR: Reasignación de género en menores: cuál es el impacto psicológico y social de esta modificación).

Es decir, las formas de violencia contra los más vulnerables son múltiples y es imperativo entender que las maneras de expresión del maltrato y del trauma infantil, implican salir de una zona de confort, que es la concepción idealizada de la infancia y aceptar el sufrimiento de todo tipo, en particular el psíquico, pero como parte integral del todo (NdeR: Los chicos sí sufren: para terminar con el maltrato infantil hay que hacerse cargo y salir del lugar de espectador).

Las consecuencias evidencian una crisis de salud mental en la etapa de la infancia y adolescencia, como se viene señalando de manera cada vez más presente inclusive por autoridades gubernamentales en Estados Unidos.

La humanidad ha vivido constantemente en guerras, afectando tanto a combatientes como a civiles, especialmente a los niños (Imagen Ilustrativa Infobae)

Generar conciencia, como se busca mediante varias fechas, tales como el Día Mundial de la Salud Infantil o en el caso específico de los niños como víctima directa de toda forma de violencia, quizás sea la forma de que empecemos a entender algo obvio y banal por lo repetido, pero no menos cierto: esos niños son los adultos del mañana y el mundo que vivimos hoy está forjado en esos traumas que no hemos sabido, como sociedad, escuchar y atender.

Finalmente, los niños son la causa y el efecto de nuestra permanencia como especie, un tema de significativa importancia cuando hay voces que nos invitan a ser solo un escalón evolutivo al transhumanismo (Yuval Harari, Raymond Kurzweil, etc.).

Ellos son los que seguirán adelante con el legado y el linaje de la humanidad. Y para ello, estos niños de hoy y adultos del mañana, deben, necesariamente, poder desarrollarse en un ambiente de felicidad, de juego, de alegría y, esencialmente, de salud y amor.

* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista

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