El 2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas, en relación a la fecha del desembarco de tropas argentinas en las Malvinas. Los muertos en esa guerra fueron 650 del lado argentino, pero si bien los datos numéricos son diversos, es importante sumar a aquellos que decidieron quitarse la vida: unos 350 que tuvieron lugar en los años posteriores al conflicto.
El número de 350 trae a colación algo que aún es una herida traumática, el hundimiento del ARA General Belgrano, que dejó 323 muertos. Es decir, los suicidios han sido, cualquiera sea la cifra tomada, más que los de esta tragedia.
A estos datos se deben agregar otras cifras, aunque más inciertas, las cuales derivan de comportamientos nocivos que se relacionaron con cambios vitales que generaron el fallecimiento de los excombatientes como, por ejemplo, las consecuencias de caer en el alcoholismo o las drogas. Además de otras derivadas de la enorme prevalencia de enfermedades de origen psicosomático.
Las fechas de conmemoración, como bien lo dice la palabra, significa traer a la memoria colectiva conjunta algo de significativa importancia. Una palabra que proviene del latín y que tiene como componentes a “con-”, que alude a global o conjunto; y “memo”, que se refiere a memoria. Es que la memoria, a fin de cuentas, es una de las capacidades cardinales presentes en nuestra condición de seres vivos y, a su vez, es un tema de diferentes aristas.
Hace unos días se celebró (conmemoró) el día de la memoria, y la base de lo mismo es no olvidar un pasado que esperamos sea eso, para no repetirlo. Al mismo tiempo, esta fecha, al igual que las consecuencias en los veteranos de las Malvinas, nos refieren al núcleo conceptual del trauma psíquico y es cuando la memoria se convierte no en un vehículo de algo positivo, o las posibilidades de enfrentar positivamente la vida cotidiana, sino un fantasma que persigue.
La palabra trauma proviene del griego, de herida (producida por un impacto lo suficientemente fuerte como para dejar una secuela), pero quizás la raíz etimológica más antigua, “tera-” moler, triturar algo girando, la emparenta con lo que pasa en algunos casos en el psiquismo y es la de moler nuestro bienestar mental, nuestro psiquismo.
Es nuestra mente la que es molida, triturada en ese proceso repetido y muchas veces interminable. Al mismo tiempo, la idea de proceso en el que se gira o tritura en un movimiento repetido, nos lleva a pensar en lo que precisamente ocurre con la memoria traumática que no cesa hasta hacerla insoportable. En ese hurgar sin cesar en el recuerdo que hiere del pasado, se transforma en una herida que no cicatriza.
El trauma es una respuesta emocional a un evento profundamente angustiante o perturbador que abruma la capacidad de una persona para hacerle frente, provoca sentimientos de impotencia, disminuye su sentido de identidad y destroza su sentido de seguridad. Ejemplo de estos eventos pueden verse en la actualidad, con la violencia en algunos aspectos de la cotidianeidad, provocando que las referencias ya no sean lejanas en el imaginario y lo geográfico, sino cercanas y concretas.
La patología más conocida es estrés postraumático (PTSD-TEPT): ilustra, sin embargo, la dificultad conceptual que existía sobre este tipo de pacientes, que ya en su historia muestra como no habían sido comprendidos como tales hasta fecha muy reciente.
En alguna época se consideraba que estaba ligado a consecuencias de explosiones que producían un cuadro postraumático (físicos) sobre el cerebro y en la Segunda Guerra Mundial, durante mucho tiempo, se los consideró bajas deshonrosas. En nuestra realidad, aunque sin utilizar esos términos, también se dedicaron a desconocer la real magnitud del drama de los excombatientes.
Esa dificultad conceptual era imaginar que, en realidad, se trataba de una reacción de estrés que, si existe generalmente, no es el núcleo, sino que lo es la memoria que no puede evitar aparecer en forma de ideas intrusivas incontrolables, pesadillas y una imposibilidad de salir de esa vuelta a la repetición del pasado en un ansia inconsciente de poder reconstruirlo psíquicamente.
Síntomas del trastorno de estrés postraumático
El TEPT se diagnostica después de que una persona experimenta síntomas durante al menos un mes después de un evento traumático. Sin embargo, los síntomas pueden no aparecer hasta varios meses o incluso años después. El trastorno se manifiesta mediante cuatro síntomas principales:
- Re experimentar o revivir el trauma a través de recuerdos intrusivos y angustiantes del evento, flashbacks y pesadillas.
- Conductas evitativas: evitación de lugares, personas y actividades que son recordatorios de aquello relativo a lo que supuesta o realmente generó el trauma.
- Entumecimiento emocional y disociación: sensación de extrañeza, despersonalización. Alteraciones cognitivas y anímicas, como culpa, vergüenza, desapego o creencias distorsionadas.
- Incremento de la alerta con hiperactivación, hipervigilancia, irritabilidad, dificultad para dormir y concentrarse o respuestas autonómicas aumentadas.
Los cambios neurobiológicos en el trauma y el TEPT
- Circuitos del miedo. Los eventos traumáticos pueden alterar la química cerebral y activar los “circuitos del miedo”, un mecanismo de protección dentro del cerebro. Esto puede llevar a respuestas exageradas ante todo lo que sea percibido como amenazas. Esto implica cambios en el cableado neuronal.
- Cambios estructurales y funcionales. El trauma, especialmente en la infancia, puede llevar a reducciones de volumen en la amígdala y el hipocampo, encogimiento de dendritas en la corteza prefrontal y reducción de volumen en el cuerpo calloso, afectando la comunicación entre los hemisferios cerebrales. En una nota previa sobre las consecuencias del trauma citaba un trabajo sobre las secuelas del trauma psíquico en el cerebro.
- Vías neuroendocrinas. El trauma puede interrumpir las vías neuroendocrinas, particularmente el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), llevando a acciones alteradas de hormonas y neurotransmisores. Las secuelas de traumas en la infancia pueden generar patologías neurológicas en la vida adulta (Neurobiological Basis of Childhood Trauma and the Risk for Neurological Deficits Later in Life | SpringerLink).
- Disfunción del procesamiento sensorial somático. La sintomatología relacionada con el trauma puede estar basada en una disfunción del procesamiento sensorial somático a nivel del tronco encefálico, afectando la modulación de la excitación fisiológica, la regulación del afecto y las capacidades de orden superior. Las alteraciones somáticas tan extensas y tan características del trauma tendrían una base neurobiológica muy clara, según un modelo de disociación entre el cerebro y el cuerpo.
Cómo es el tratamiento
La clave en el tratamiento de los cuadros traumáticos es el abordaje temprano y, en particular, por personal especializado en este espectro, ya que sus manifestaciones son múltiples y complejas. Las intervenciones, en algunos casos, pueden ser iatrogénicas (ocasionar daño) al retraumatizar o revictimizar, sea por impericia o imprudencia. En muchos casos, son cuadros difíciles de tratar, especialmente cuando se cronifican, siendo que las terapias específicas, en general, se realizan en alianza con una farmacoterapia.
En conclusión, a medida que las sociedades se van volviendo más complejas, los riesgos de cuadros traumáticos son frecuentes. Hemos abordado, en otras oportunidades, cómo cuadros aparentemente menores (microtraumáticos) son de cuidado y suelen no ser considerados como importantes (El estrés que no percibimos: por qué es peligroso naturalizar los microtraumas cotidianos).
A su vez, la violencia creciente y casi normalizada genera más cuadros directos o indirectos. Los cuadros traumáticos, por último, tienen consecuencias de diverso tipo como el consumo de psicofármacos o drogas, y la aparición de cuadros psicosomáticos. Es por ello que es necesario estar alerta a cuadros iniciales para descartar y no banalizarlos en un concepto difuso de estrés.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista