El desarrollo del lenguaje es un proceso crucial en los niños, ya que marca gran parte de la comunicación y el entendimiento del mundo que los rodea. A menudo, los padres se encuentran ansiosos por presenciar este momento en sus hijos, preguntándose cuándo pronunciarán sus primeras palabras.
Si bien cada pequeño tiene su propio proceso, los expertos coinciden en que los primeros días de vida son especialmente críticos en este aspecto. No por nada, según UNICEF, “los 1.000 primeros días de vida pueden configurar el futuro de un niño” y tienen una gran repercusión “en su desarrollo cerebral, en su salud, su felicidad y su capacidad de aprender en la escuela”, entre otros puntos.
Desde la exposición a sonidos e imágenes a la relevancia de las interacciones familiares, un repaso por algunos factores clave de este período.
“Los primeros 1000 días de vida son fundamentales para el desarrollo del habla y el lenguaje, ya que se trata de una etapa en la que el cerebro está más predispuesto para la adquisición de estas habilidades. Estas se desarrollan mejor cuando el niño está expuesto a sonidos, imágenes y diversos intercambios con su entorno. La falta de exposición a estas interacciones puede dificultar el aprendizaje del lenguaje”, introdujo en diálogo con Infobae Valeria De Luca, fonoaudióloga y especialista en neurolingüística del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Según la experta, “desde temprana edad, los niños comienzan a comunicarse. Por ejemplo, cuando los bebés lloran, su mamá o su cuidador responde a ese llanto alimentándolo, aseándolo o haciéndolo dormir; por lo tanto, esta acción comunicativa comienza a tener un efecto positivo en la satisfacción de una necesidad básica. También, desde muy pequeños, empiezan a identificar la voz humana y, poco después, las palabras que les son familiares: aunque aún no las puedan expresar, comprenden su significado y entienden cuando alguien les dice que no o bien responden a su nombre o a alguna otra palabra conocida como ‘mamá', ‘papá' o ‘chau’”.
En una línea similar, Celeste Celano, jefa de Pediatría del Sanatorio Modelo de Caseros, explicó este proceso. “El lenguaje de los niños o de los bebés no se inicia solamente cuando empiezan a hablar, sino mucho antes, incluso desde recién nacidos. Se nicia con su mirada y gestos. A los dos meses de vida, aparece lo que llamamos empatía: miran a los ojos, fijan la mirada y sonríen. Si uno les habla con sonrisa o hacen ‘pucheros’ y uno les está hablando con cara seria, eso ya es un inicio del lenguaje en el bebé. Más adelante, el balbuceo, a partir de los dos o tres meses, con sonidos como ‘ajó’, ‘jua’ y ‘eh’; son onomatopeyas que usan como preparación para su lenguaje hablado. Pero el lenguaje expresivo y verbal está presente desde que nacen, prácticamente”, le dijo Celano a Infobae.
Y agregó: “¿Qué factores inciden en ese proceso? Lógicamente, la genética. Y en un bebé sano, lo más importante es cómo se va a desarrollar esa capacidad en el entorno: cómo se va a relacionar desde la estimulación, si va a tener una familia presente que lo mire a los ojos, le hable, le cante canciones, le cuente cuentos inclusive desde la panza. Si los padres empiezan a transmitirles palabras, cuentos, canciones, desde que el bebé está en la panza, el bebé lo va internalizando y lo va vibrando. Si incide o no en el lenguaje posterior no está establecido, pero sí está establecido que ya tiene la capacidad como para escuchar esas voces y poder decodificarlas”.
Las perspectivas de las profesionales coinciden, entre otros factores, en la relevancia de la estimulación de los padres para el desarrollo del lenguaje.
Claudia Amburgo (MN 51787), médica psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), aportó: “Ser estimulados por sus padres es muy importante para que los niños empiecen a hablar. La conversación y el diálogo se favorecen mediante la repetición de sonidos y palabras, siempre de frente al niño, a su altura. Esto significa que no se le debe hablar al niño desde arriba, especialmente si el niño tiene tres años. Es necesario agacharse o sentarse en la mesita para hablarles cara a cara, permitiéndoles ver cómo uno mueve los labios, la lengua y los gestos que hace”.
“Desde que los niños están en el vientre -siguió Amburgo en conversación con Infobae-, y si se les habla mientras se amamanta y cambia durante sus primeros contactos con el mundo, se fomenta su identificación e imitación, facilitando así su entendimiento. Esto es aplicable a todos los que interactúan con el niño: padres, abuelos, cuidadores y hermanos. Por supuesto, hay excepciones, y los niños que conviven con pares de su edad, como primos o hermanos mayores, están más estimulados y aprenden más rápido. Asimismo, es crucial que quien cuide del niño no obstaculice su deseo de comunicarse, evitando el uso constante de chupetes o dispositivos electrónicos que satisfagan sus necesidades sin necesidad de comunicación”.
“Es importante incentivar al niño a que verbalice sus deseos, especialmente después de año y medio, repitiendo las palabras para que él las solicite. Algunos niños aprenden a hablar en varios idiomas si en su entorno se hablan diferentes lenguas y siempre aprenden más rápidamente el idioma materno debido al vínculo con la madre”, sumó la psicoanalista.
Crear un diálogo de placer
Otra profesional consultada por Infobae fue Josefina Saiz Finzi (MN 2038), licenciada en Psicología y miembro de APA, quien puso sobre la mesa el factor emocional entre el bebé y los padres y su relevancia en el desarrollo paulatino del lenguaje.
“Los factores emocionales del vínculo intersubjetivo entre la mamá, el papá y el bebé preparan la aparición del protolenguaje: antes del desarrollo de la palabra, es decir, del lenguaje, hay una comunicación preverbal. Se trata de sonidos, gorjeos, entonaciones; el bebé imita lo que ve con sus ojos, lo que escucha y lo que siente cuando le hablan. Es muy fuerte la observación del bebé cuando imita la forma en que le hablan”, dijo la especialista.
Al tiempo que destacó: “El lenguaje se establece con el sentimiento seguro de amor que lleva a disfrutar del avance de la comunicación hablada. Nunca es solo la palabra, sino lo que se transmite: una cadena de sentimientos de ser importante y dar seguridad al niño pequeño. El lenguaje se acompaña de silencios, ritmo, musicalidad, entonaciones; los matices son las funciones que los padres muchas veces cumplen sin saber lo importante que son para el desarrollo del lenguaje del niño”.
“Si los padres no le hablan al niño, este no tiene acceso a la generación de lenguaje con contenido. Además, lo importante es que los papás escuchen lo que el niño dice, porque habla para comunicar, y busquen entender el contenido del lenguaje. Tener interés por lo que le pasa al niño y jugar con las palabras crea un diálogo de placer”, consideró Saiz Finzi.
En tanto, Celano reflexionó: “Es muy importante prestar atención al bebé, mirarlo a los ojos, tenerle paciencia y hablarle, porque aunque creamos que no nos entiende, sí nos entienden y saben si estamos enojados, contentos o tristes a través de la expresión de la cara, y eso va a generar la apertura de ese lenguaje y todo el enriquecimiento posterior. Es normal que algunos aprendan a hablar antes que otros, tiene que ver con su genética y con el entorno que les brinde estímulo. Los padres no deben comparar a sus hijos, ya que cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo. El pediatra está ahí para guiar y seguir el proceso de maduración en sus distintos pasos y períodos”.
Finalmente, De Luca concluyó que es importante “reconocer que no todos los niños desarrollan el lenguaje de la misma manera. Ante cualquier inquietud o sospecha de un desarrollo atípico, se debe consultar al pediatra. Este evaluará los indicadores de alerta temprana y recomendará las consultas especializadas según sea necesario. Las alertas pueden incluir escasez de vocabulario, ausencia de gestos comunicativos, falta de combinaciones de palabras o un historial familiar de dificultades con el lenguaje o aprendizaje”.