En las primeras tres semanas de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) notificó más de 400.000 casos de COVID-19 en el mundo y 7.800 muertes. Si bien la pandemia por coronavirus dejó de ser catalogada como emergencia pública internacional, el SARS-CoV-2 sigue circulando y gracias a la inmunización la gran mayoría de la población cursa infecciones leves.
Mientras tanto, una de las preocupaciones de los científicos son las secuelas posteriores a la infección inicial, un conjunto de síntomas denominado COVID prolongado.
El COVID prolongado o persistente engloba unas 200 secuelas físicas y mentales que varían de una persona a otra y entre adultos y niños. Entre los síntomas, los más frecuentes son fatiga, dificultad para respirar, tos persistente, niebla mental y dolor muscular.
Si bien las vacunas desarrolladas para inmunizar contra el COVID-19 han demostrado ser eficaces para prevenir la infección grave y la hospitalización, aún no se ha estudiado exhaustivamente su impacto para prevenir los síntomas a largo plazo.
El mes pasado, un equipo de investigación del Departamento de Ortopedia, Reumatología y Ciencias Musculoesqueléticas (NDORMS) de Nuffield de la Universidad de Oxford, Reino Unido, publicó un estudio que demostró que la inmunización contra el coronavirus redujo constantemente el riesgo de síntomas prolongados de la enfermedad.
Dani Prieto-Alhambra, profesor de epidemiología farmacológica y de dispositivos en la Universidad de Oxford y quien dirigió el estudio, explicó: “Las vacunas contra la COVID-19 se desarrollaron rápidamente para hacer frente a la pandemia y hasta la fecha ocho vacunas han recibido autorización de los reguladores internacionales, incluidas la EMA y la MHRA, con miles de millones de dosis entregadas hasta la fecha”.
Estas dosis demostraron ser muy eficaces para prevenir el coronavirus grave, pero se sabe que alrededor de 1 de cada 10 personas sufre síntomas persistentes, lo que la ciencia ha denominado COVID prolongado.
El equipo de trabajo de este nuevo documento buscó evaluar si las dosis contra la infección tenían algún impacto en los síntomas de largo plazo de la enfermedad. Para ello obtuvieron colaboración del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Atención británica (NIHR, por sus siglas en inglés).
Publicado en The Lancet Respiratory Medicine, el nuevo estudio realizó análisis exhaustivos utilizando registros médicos electrónicos de atención primaria del Reino Unido, España y Estonia.
El equipo examinó datos de más de 20 millones de personas vacunadas y no vacunadas e identificó casos de COVID prolongado basándose en criterios específicos definidos por la OMS.
El análisis se centró en adultos que estuvieron registrados durante al menos 180 días en cada uno de los países sobre los que se tomaron datos.
En las diferentes cohortes analizadas, los investigadores observaron una disminución significativa en la aparición de COVID prolongado entre las personas vacunadas en comparación con las que no lo estaban.
De este modo los científicos pudieron demostrar cómo ambas vacunas previnieron el desarrollo de síntomas persistentes de COVID. Además, compararon diferentes vacunas y descubrieron que la BNT162b2 (BioNTech/Pfizer) proporcionaba una mejor protección contra la dolencia prolongada en comparación con la vacuna ChAdOx1 (Oxford/AstraZeneca).
Gracias a la integración de un equipo multidisciplinario e internacional, los especialistas pudieron replicar sus análisis utilizando datos de España y Estonia.
Sus hallazgos con estas mediciones fueron consistentes en los tres países y en muchas poblaciones diferentes, lo que enfatiza el papel fundamental que desempeña la vacunación en la protección de las personas de las consecuencias a largo plazo del COVID-19, especialmente entre los adultos.
Según datos de la OMS de 2022, el 6,9 % de los adultos alguna vez tuvo COVID prolongado y las mujeres tenían más probabilidades que los hombres de experimentarlo alguna vez. Los adultos de 35 a 49 años fueron el grupo de edad con mayor probabilidad (8,9%).
El porcentaje de adultos que alguna vez tuvieron COVID prolongado fue menor en las grandes áreas metropolitanas centrales en comparación con las otros sectores urbanos y en ciudades medianas y pequeñas.