“Somos una especie en viaje”, dice la canción de Jorge Drexler. Conocer nuevos destinos, amigos, culturas, historias y aventuras abre la mente, transforma la manera de ver y sentir las cosas, mejora el cerebro y lo pone en movimiento. Además, del placer y la curiosidad que despiertan, los viajes pueden ser una forma de volver a la interioridad y provocar un viraje en la dirección de la vida.
Entonces, a fin de cuentas: ¿cuáles son los beneficios psicológicos de viajar?
La doctora Patricia O’Donnell, psiquiatra y psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) explicó a Infobae: “Viajar implica un corte con lo cotidiano, entrar en un tiempo parecido al juego, con un comienzo y un final, y en un estado particular de transición, de no-integración. Es un momento propicio, si lo sabemos aprovechar, para que surja la creatividad”.
Y añadió: “Lo nuevo, y lo nuevo en lo ya conocido (hay que saber descubrirlo) produce placer y puede despertar la curiosidad, el deseo de conocimiento y saber. El viaje como exploración supone el ingreso en un terreno desconocido que, inesperadamente, puede llevarnos a descubrir algo nuevo. Aventura que, de forma indefectible, incluye un viaje hacia la interioridad. O sea, tienen importancia en el descubrimiento del mundo externo e interno, como también el valor de despertar el deseo de conocimiento y de investigación”.
Por su parte, el doctor Claudio G. Waisburg (MN 98128), médico y neurocientífico, director del Instituto SOMA y ex jefe de Neurología Infantojuvenil de INECO y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, describió a Infobae, en una nota reciente, el impacto que tiene un viaje en el cerebro humano: “Marca una huella de fuego, fuerte y permanente. Esto significa que la experiencia va a quedar grabada en nuestra corteza cerebral y producirá un aumento de la interconectividad sináptica producto de la motivación y de la transformación”.
Por qué viajar hace bien
1. Propicia el encuentro con uno mismo. El viajar, salir de la rutina y tener más tiempo permite una mayor conexión con nosotros mismos, lo que lleva a los redescubrimientos. La doctora O’Donnell explicó: “Es importante preguntarnos qué nos impulsa a viajar hacia determinado lugar y qué nos conmueve. ¿Qué sueños, recuerdos y estados de ánimo son desencadenados por los viajes, antes, durante y después de los mismos? Si estamos dispuestos a dejarnos empapar por estas preguntas, quizá descubramos qué cautiva nuestro espíritu y así iniciemos un proceso interno desatado por el impacto que provoca ese instante. Escuchar esa conmoción que, si estamos abiertos, puede llegar a lo más íntimo del alma y hacer eclosión en el momento oportuno. Una mirada atenta y contemplativa puede dejar una impronta que despierte nuevos caminos en nuestra interioridad”.
La especialista destacó como ejemplo al psicoanalista Sigmund Freud, quien en su primer viaje a Roma contempló El Moisés, la estatua de Miguel Ángel. “Luego de diez largos años escribió un trabajo extraordinario y paradigmático ‘El Moisés de Miguel Ángel’. Aunque cualquiera que emprenda un viaje en tanto se deje atrapar por la sorpresa puede descubrir una impensada originalidad”, expresó.
Y completó: “Podemos elegir ser turistas o viajeros. Correr o detenernos. Conectarnos con las diferentes emociones que consiguen desatar una gran obra de arte, la naturaleza con la belleza de sus paisajes o la intensidad de un encuentro humano. Así puede conducirnos a una travesía subjetivante, los diferentes recorridos dependerán de la singularidad de cada uno, la disposición, la capacidad, la curiosidad y la plasticidad”.
2. Disminuye el estrés. “Viajar genera un fenómeno antiestrés, liberación de endorfinas, hasta activa un circuito de recompensa, dopaminérgico, que nos da bienestar. Esto produce cambios contundentes en la interconectividad cerebral y en el aumento del número de sinapsis”, señaló Waisburg, quien explicó a su vez que que el cerebro aprende cuando está motivado. La clave está en involucrarse en los lugares que uno visita.
“Si uno trasciende y se implica con la cultura, la gente, los idiomas, no hace más que desafiar una y otra vez al cerebro, que solo aprende cuando está motivado. Salir de las zonas de confort y viajar nos desafía, es algo transformador”, indicó el médico. Y recomendó, en lo posible, hablar en el idioma del lugar que visitamos, ya que esto también tiene un efecto transformador en el cerebro.
3. Aumenta la creatividad. La doctora expresó: “Varios escritores, científicos y artistas, entre otros, relatan la acción de ruptura que pueden ejercer los viajes frente a los bloqueos en el proceso de creación. Los viajes producen un efecto sobre la sensorialidad, pueden crear las condiciones de libertad necesarias para que florezca la imaginación. Al poner en movimiento la creatividad pueden provocar un cambio en una mente dispuesta a ello”.
Adam Galinsky, profesor de la Columbia Business School y autor de numerosos estudios sobre la conexión entre la creatividad y los viajes internacionales, estableció: “Las experiencias en el extranjero aumentan tanto la flexibilidad cognitiva como la profundidad y la integración del pensamiento”.
4. Incrementa el pensamiento lateral. Según estudios de Adam Galinsky y William Maddux viajar y vivir una experiencia y aprendizaje multicultural, mejora la flexibilidad de ideas y con ello la habilidad para resolver problemas, desarrolla el pensamiento lateral, incrementando la capacidad de detectar conexiones y asociar conceptos, favoreciendo la creatividad, tanto durante la experiencia, como al regresar al país de origen.
5. Amplía la perspectiva vital. Como dijo el escritor Aldous Huxley: “Viajar es descubrir que todos están equivocados acerca de otros países”. Según un estudio, realizado por un equipo de científicos de la Universidad Rice, de Columbia y de Carolina del Norte, cuando estamos lejos de casa, nos sentimos más cerca de nosotros mismos. Descubrieron que vivir en otros países clarifica el autoconcepto. Empuja a realizar un ejercicio de autocrítica y a romper con muchas ideas preconcebidas.
6. Abre el camino hacia la espiritualidad. También, cuando se emprenden viajes muy deseados, tal vez a un destino espiritual o a un lugar exótico soñado toda la vida, es tan fuerte lo que nos produce que puede hacernos cambiar hasta nuestra forma de ser. “Los viajes religiosos tienen un doble impacto, desde lo histórico y espiritual, y dejan una impronta muy grande. En todo concepto, el viaje siempre empieza en el momento de planearlo”, agregó Waisburg.
7. Es fuente de inspiración para la vida. “Los viajes tienen gran importancia en el descubrimiento del mundo externo y en la apertura de la subjetividad. Pienso que no hay viaje externo sin viaje a la interioridad. Quiero iluminar la capacidad que pueden tener de dejar huellas en cada uno y presentarse como fuente de inspiración. Descubrir el mundo externo y dejar que nos llegue a lo más íntimo del alma puede transformarse en un momento que logre enriquecernos”, expresó O’Donnell.
Y completó: “Ciertos instantes pueden tener la fuerza de actuar sobre nuestra memoria, nuestra historia y hasta nuestra identidad. Aunque todo gran impacto requiere de un proceso de elaboración y de un tiempo necesario para lograr expresarse de acuerdo a la potencialidad de cada uno”.
8. Afianza las relaciones. Al viajar acompañados, ya sea de familia, pareja o amigos, la relación se beneficia por compartir experiencias especialmente intensas y así se refuerza, dicen los expertos. Por eso, por ejemplo, ante una crisis de pareja, hacer una escapada puede ser tan buena idea.
9. Potencia las fortalezas psicológicas. La mente abierta o la curiosidad, claves para poder cambiar, ser felices y realizarnos en la vida se verán aumentadas durante un viaje. Waisburg señaló: “Adam Galinsky explicó cómo los viajes generan transformación basado en estudios que demuestran que el salir de la zona de confort aumenta la audacia, genera bienestar e incrementa “momentos eureka” de creatividad e innovación que muchas veces solo se logran estando en un momento de relajación y bienestar”.
¿Cuáles son los “requisitos” psicológicos para un viaje sea una fuente de inspiración?
La doctora O’Donnell recomendó: “Descubrir el mundo externo y dejar que llegue a lo más íntimo del alma para transformarse y lograr enriquecer y ampliar nuestra creatividad. Rescatemos al niño latente que anida en cada uno y conserva la disponibilidad para una actitud existencial innovadora. Que el hallazgo sea la conjunción creativa despertada entre el viaje y el viajero que se ve lanzado a nuevos descubrimientos”.
“Al andar se hace camino”, dice el poeta. Al andar se estimula la neuroplasticidad, dice el científico. Tomar la frase que más nos guste y la consigna es experimentar. Eso sí, plantearse metas alcanzables y dar lugar al placer.