La investigación, en cualquier disciplina, permite ampliar el acervo de conocimientos y responder a las nuevas demandas de la salud. En la especialidad de la enfermería, que hoy 21 de noviembre conmemora su Día Nacional, esto nos lleva a posicionarnos de un modo diferente frente a la práctica profesional y a preguntarnos: ¿es ésta la mejor forma de cuidar al paciente?
Encontrar métodos alternativos que eleven la calidad del cuidado es el primer objetivo de la investigación en enfermería, seguido por la necesidad de responder a los desafíos que surgen por los avances tecnológicos en el campo de la salud y por nuevos tratamientos farmacológicos o nuevas realidades en salud.
En el campo de la oncología, por ejemplo, los tratamientos han avanzado significativamente, a tal punto que algunos fármacos pueden administrarse vía oral y sin necesidad de que el paciente permanezca internado. No obstante, las personas pueden presentar dificultades para cumplir con la toma de los medicamentos o concurrir a un centro de salud para recibirlos.
En estos casos, la investigación en enfermería cumple un rol clave para idear estrategias que mejoren la adherencia al tratamiento. Investigar también nos ayuda a generar propuestas para organizar de una manera más eficiente el servicio y la atención al paciente.
A pesar del valioso rol de la investigación en nuestra disciplina, enfrentamos barreras internas y externas. Para empezar, la enfermería suele asociarse exclusivamente a un rol asistencial. En un estudio que estamos realizando sobre la imagen pública de la enfermería en el país, sobre 967 personas encuestadas el 32% respondió que no cree que la investigación forme parte de la tarea del enfermero.
Además, el 75% de los participantes afirmó que, mayormente, los enfermeros hacen “tareas simples, como curar heridas, colocar inyecciones o dar medicación”. Nuestro rol puede parecer sencillo, pero tiene complejidades; se ve sólo la punta del iceberg que se sustenta sobre años de estudio y preparación.
Otras de las principales barreras para investigar es el desconocimiento de la metodología propia de la investigación, la creencia difundida de que se trata de una tarea compleja y la escasa cantidad de enfermeros preparados para ello.
A estos obstáculos se suma la escasez de profesionales de enfermería en la Argentina y el mundo. Si bien investigar es importante, la atención al paciente es urgente. En la mayoría de las instituciones los enfermeros están cubriendo la demanda de atención y, quienes están preparados para investigar, les falta tiempo para hacerlo. La jornada laboral en el ámbito asistencial suele ser de 35 o 40 horas semanales, siendo la función principal la atención al paciente. Ejercer las dos tareas suele implicar más horas de trabajo cada semana o tener dos empleos, y trabajar de lunes a lunes.
A pesar de estas dificultades, en el último tiempo se han dado algunos avances. En el año 2013, la carrera de Lic. en enfermería fue incorporada en el artículo 43 de la Ley de Educación Superior, a partir del cual todas las carreras cuyo ejercicio profesional pudieran poner en riesgo la salud de la población deben recibir acreditación de calidad por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU).
Esto obligó a todas las carreras de licenciatura en enfermería del país a repensar sus planes de estudio. Se redactaron estándares mínimos de formación y se incluyeron más exigencias y una mayor cantidad de horas de formación en investigación. Esta es una gran ventaja cuyos frutos se visualizarán en los próximos años, con nuevas generaciones de enfermeros mejor formados para investigar.
Tenemos mucho campo para crecer en la Argentina y el impacto puede ser muy significativo. Al enfocarnos en cuidados oportunos, estilo de vida, alimentación y prevención de infecciones, podemos evitar que los pacientes lleguen a un centro de salud y, de esa manera, nos beneficiamos todos. En el mundo, la enfermería puede, a través de la investigación, dar respuestas a estas necesidades. En nuestro país también debemos hacerlo.
*Investigadora y docente adjunta de la Escuela de Enfermería de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. Licenciada en Enfermería y magíster en Ciencias de la Enfermería.