De acuerdo con diversos estudios, la obesidad siempre se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedades, entre ellas, el Alzheimer. ¿Las causas? El aumento de la inflamación, la resistencia a la insulina y los niveles más altos en el tejido adiposo de la proteína dañina para la salud del cerebro, la beta amiloide.
Según una nueva investigación que se presentará la semana próxima en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de América del Norte (RSNA por sus siglas en inglés) las personas que tienen grandes cantidades de grasa visceral abdominal en la mediana edad pueden tener un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
La grasa visceral es la grasa que rodea los órganos internos en lo profundo del abdomen y no necesariamente se refleja en un índice de masa corporal alto (IMC). Los investigadores descubrieron que esta grasa abdominal oculta está relacionada con cambios en el cerebro hasta 15 años antes de que se produzcan los primeros síntomas de pérdida de memoria de la enfermedad de Alzheimer.
El doctor Facundo Manes, neurocientífico y fundador del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) señaló en una nota reciente a Infobae: “Sabemos que cada tres segundos hay una persona en el mundo diagnosticada con esta condición y hoy afecta a una de cada ocho personas mayores de 65 años. Se estima que actualmente hay más de 35,6 millones de personas con la enfermedad de Alzheimer y esta cifra aumentará a 65,7 millones para 2030 y a 115,4 millones para 2050. El número de pacientes se está duplicando cada veinte años”.
Por su parte, el doctor Leonardo Palacios Sánchez, profesor de Neurología de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario de Colombia, expresó a Infobae que “esta cifra sigue en aumento, en buena parte, por la tendencia a una mayor longevidad de las personas, lo que se conoce como envejecimiento poblacional. Dicha situación está presente en todo el planeta y afecta particularmente a países en vía de desarrollo en Latinoamérica, como el nuestro”.
“El Alzheimer es la causa más frecuente de demencia. Es una enfermedad que genera un deterioro cognitivo importante, caracterizado por la pérdida de memoria, alteraciones en el lenguaje, pérdida del sentido de la orientación y dificultades para la planificación de tareas o la resolución de problemas. Este deterioro suele acompañarse por cambios en la personalidad y el comportamiento”, explican en el blog de la Fundación Pasqual Maragall para la Investigación sobre el Alzheimer.
No se conocen las causas del Alzheimer. “En el cerebro de las personas afectadas se producen dos tipos de lesiones neurodegenerativas muy características: la acumulación de placas de proteína beta-amiloide y de ovillos neurofibrilares de proteína Tau. Las primeras lesiones, típicamente, se inician en una región del cerebro denominada hipocampo, cuyo correcto funcionamiento es crucial para la formación de nuevas memorias y el aprendizaje. Desde ahí las lesiones se extienden progresivamente a otras áreas del cerebro”, explican desde la fundación.
Agregó el doctor Palacios: “En el cerebro de las personas afectadas hay muerte neuronal, atrofia y depósito de dos tipos de proteínas: la TAU y beta amiloide. Lo anterior, hace que el cerebro pierda progresivamente parte de sus funciones, hasta un deterioro muy grave, en un lapso variable”, explicó.
Para tratar de identificar antes los riesgos de Alzheimer, los investigadores del estudio citado evaluaron la asociación entre los volúmenes de resonancia magnética cerebral, así como la captación de amiloide y tau en tomografías por emisión de positrones (PET), con el índice de masa corporal (IMC), la obesidad, la resistencia a la insulina y el tejido adiposo abdominal en una población de mediana edad cognitivamente normal. Se cree que la amiloide y la tau interfieren con la comunicación entre las células cerebrales.
“Aunque ha habido otros estudios que relacionan el IMC con la atrofia cerebral o incluso con un mayor riesgo de demencia, ningún estudio previo ha relacionado un tipo específico de grasa con la proteína real de la enfermedad de Alzheimer en personas cognitivamente normales”, dijo la autora del estudio, Mahsa Dolatshahi, investigadora postdoctoral en el Instituto Mallinckrodt de Radiología (MIR) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis. “Estudios similares no han investigado el papel diferencial de la grasa visceral y subcutánea, especialmente en términos de la patología amiloide del Alzheimer, ya en la mediana edad”.
Cómo se hizo la investigación
Para este estudio transversal, los expertos analizaron datos de 54 participantes cognitivamente sanos, con edades comprendidas entre 40 y 60 años, con un IMC promedio de 32. Un IMC de 30 o más se considera obeso, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Los participantes se sometieron a mediciones de glucosa e insulina, así como a pruebas de tolerancia a la glucosa. Mediante resonancias magnéticas, evaluaron la cantidad de grasa justo debajo de la piel, así como lo que rodeaba los órganos. También se utilizaron resonancias magnéticas para medir el grosor de la corteza (la capa externa del cerebro responsable de funciones como el habla, la percepción, la memoria a largo plazo y el juicio) que se vuelve más delgada a medida que avanza el Alzheimer.
Se utilizaron exploraciones PET en un subconjunto de participantes para determinar si dos proteínas asociadas con el Alzheimer (tau y amiloide) estaban en niveles más altos.
Cuando los investigadores analizaron las mediciones de grasa y los escáneres cerebrales juntos, encontraron que los participantes con más grasa visceral tenían mayores acumulaciones de amiloide en el cerebro, lo que sugiere que podrían tener un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Investigaciones anteriores han demostrado que la inflamación y los altos niveles de insulina, que pueden bloquear las proteínas que descomponen el amiloide en el cerebro, están relacionados con la grasa visceral, dijo el doctor Cyrus A. Raji, autor del estudio, profesor asociado de radiología y neurología y director de imágenes por resonancia neuromagnética en MIR.
“Se sugiere que varias vías desempeñan un papel”, dijo la doctora Dolatshahi. “Las secreciones inflamatorias de la grasa visceral, a diferencia de los efectos potencialmente protectores de la grasa subcutánea, pueden provocar inflamación en el cerebro, uno de los principales mecanismos que contribuyen a la enfermedad de Alzheimer”.
A su vez, Raji señaló que los hallazgos tienen varias implicaciones clave para un diagnóstico e intervención más tempranos. “Este estudio destaca un mecanismo clave por el cual la grasa oculta puede aumentar el riesgo de enfermedad de Alzheimer”, dijo. “Esto demuestra que tales cambios cerebrales ocurren a una edad temprana de 50 años, en promedio, hasta 15 años antes de que ocurran los primeros síntomas de pérdida de memoria del Alzheimer”.
Raji añadió que los resultados pueden señalar la grasa visceral como un objetivo de tratamiento para modificar el riesgo de futura inflamación cerebral y demencia.
“Al ir más allá del índice de masa corporal y caracterizar mejor la distribución anatómica de la grasa corporal en la resonancia magnética, ahora tenemos una comprensión excepcionalmente mejor de por qué este factor puede aumentar el riesgo de enfermedad de Alzheimer”, dijo Raji.
Si bien se necesita una resonancia magnética del abdomen para confirmar que una persona tiene grasa visceral, puede haber signos, dijo el investigador.
Según Raji, las señales de que puede haberse acumulado grasa alrededor de los órganos incluyen :
- Una cintura que es más grande que las caderas.
- Nivel de azúcar en sangre lo suficientemente alto como para diagnosticar diabetes o prediabetes.
La mejor manera de perder grasa visceral es mediante el ejercicio, especialmente el ejercicio aeróbico, afirmó Raji.
Aún no se sabe si deshacerse de la grasa visceral puede revertir su impacto en el cerebro.
Los coautores adicionales son Paul K. Commean, BEE, Joseph E. Ippolito, MD, Ph.D., Tammie LS Benzinger, MD, Ph.D. y John C. Morris, MD.