La batalla del actor Matthew Perry contra la adicción a las drogas dominó toda su vida, hasta que finalmente su cuerpo envejecido dijo basta y murió a este sábado a los 54 años. El espiral de poliadicción que lo atormentó, de los barbitúricos al alcohol, los analgésicos y los opiáceos, empezó en su infancia temprana, mucho antes del éxito arrollador de la serie “Friends”.
Reconocido en todo el mundo por su memorable interpretación del personaje de Chandler Bing, el actor fue hallado sin vida en su residencia de Los Ángeles, tras un llamado al 911. Aunque aún se espera el informe toxicológico final de los médicos forenses, se conocieron algunas de las circunstancias que rodearon su muerte: el servicio de emergencias lo encontró inconsciente en un jacuzzi dentro de su mansión, y suponen que Perry sufrió un ataque cardíaco, se desvaneció y se ahogó.
Según indicaron las autoridades policiales, no se encontraron drogas ilícitas en su casa. Lo que sí hallaron los peritos fue medicamentos que se expenden bajo receta, como ansiolíticos y antidepresivos, y formaban parte de la terapia farmacológica que seguía el actor.
¿Por qué el corazón de Matthew Perry no aguantó más? Probablemente no haya una única respuesta y la razón pueda encontrarse por el entramado de un vínculo tormentoso con múltiples estupefacientes, un espiral tóxico que comenzó cuando el actor apenas tenía un mes de vida.
De bebé, Perry sufría cólicos y sus padres estaban desesperados porque dejara de llorar, entonces un pediatra le recetó barbitúricos, una droga depresora que genera una fuerte adicción. “Tomé fenobarbital de recién nacido, entre los 30 y 60 días de edad. Ese es un momento importante en el desarrollo de un bebé, especialmente cuando se trata de dormir. Cincuenta años después, todavía no duermo bien. Cuando lloraba me daban fenobarbital y la droga me dejaba nocaut”, confesó Perry en su autobiografia “Amigos, amantes y aquella cosa terrible”, publicada el año pasado.
De hecho, su texto, a modo de confesión, se centra en lo que él mismo denominó “aquella cosa terrible”: su batalla personal contra el alcoholismo y la adicción a analgésicos y opioides como Hidrocodona (Vicodin™) y Oxicodona (OxyContin™), entre otros.
Ese infierno de drogadependencia lo llevó a pasar más de la mitad de su vida entrando y saliendo de instituciones de rehabilitación. Se sometió a planes de desintoxicación más de 65 veces y hasta confesó haber gastado millones de dólares en su esfuerzo por mantenerse sobrio a lo largo de los años. También luchó contra el alcoholismo y hasta contó que a lo largo de su vida había asistido a unas 6.000 sesiones de Alcohólicos Anónimos.
Consultado por Infobae, el psiquiatra y neurólogo Enrique De Rosa explicó las consecuencias severas derivadas del uso del fenobarbital en la primera infancia: “Es un barbitúrico que se usaba mucho en los 70 y 80, especialmente en niños con disritmias cerebrales (que tenían convulsiones febriles o se desmayaban). El problema es que se prescribían sin un diagnóstico certero de epilepsia y sus secuelas son graves”.
De hecho, Perry contó en su autobiografía: “No culpo a mis padres. Si tu niño llora todo el tiempo, claramente algo anda mal, y si el médico le receta un medicamento -y no es el único médico que piensa que es una buena idea- le das el fármaco al niño para que deje de llorar. Era una época diferente”, refirió el actor sobre su infancia en la década del 70.
Desde su experiencia en la práctica médica a través de los años en la atención hospitalaria y tras haber observado a muchos niños que habían consumido barbitúricos como fenobarbital desde pequeños, el doctor De Rosa se mostró contundente: “La gran mayoría de esos chicos nunca había tenido epilepsia, de hecho esos barbitúricos no se prescriben más, excepto en cuadros terribles”.
Y lo que es peor, ese inicio temprano en drogas que derivan del ácido barbitúrico y actúan como sedantes del sistema nervioso central, provocan consecuencias irreversibles que marcan la vida para siempre: “A los 20 o 30 años se ven las secuelas, he observado a muchos pacientes con rasgos de poliadicción debido al consumo de fenobarbital, personas que consumieron durante años un fuerte depresor, y que fueron pasando a cada vez dosis mayores de barbitúricos u otras drogas para conseguir el mismo efecto”.
“Era esperable en el caso de Perry que el camino siguiente de su adicción derivara -como en la mayoría de los casos de uso de barbitúricos- en analgésicos y opiáceos, como Vicodin™ que era muy popular hace dos décadas, a principios del 2000, y oxicodona”.
La oxicodona es un derivado de la familia de los opioides que se expende bajo receta y se utiliza para tratar el dolor de moderado a intenso y, a menudo, se recetan después de una cirugía o lesión, o para afecciones de salud como el cáncer, describen los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).
Según contó el actor, empezó a tomar Vicodin™ en 1997, después de un accidente con una moto acuática durante el rodaje de una película. En 2018, tras una grave ruptura en el colon que lo llevó a caer en un estado de coma Perry se volvió adicto a la oxicodona, según confesó. A los familiares se les comunicó que sus probabilidades de sobrevivir eran extremadamente bajas, apenas un 2%. Ese episodio lo mantuvo hospitalizado durante 5 meses, seguidos de 9 meses de convalecencia con una bolsa de colostomía, pero finalmente se recuperó.
Esta secuencia trágica de analgésicos y opiáceos se reproduce en miles de adictos en el mundo, la búsqueda constante de una dosis cada vez mayor o que “pegue” más fuerte, para evitar o anestesiar el dolor, físico o emocional.
En su autobiografía el actor contó que llegó a ingerir 55 píldoras diarias de Vicodin™ y las tomaba con alcohol. “Cuando eres drogadicto, todo son matemáticas. No lo hacía para sentirme colocado o para sentirme bien. Solo quería sentarme en mi sofá, tomarme cinco Vicodin™ y ver una película. Eso era el paraíso para mí”.
¿Qué efectos se buscan al consumir este tipo de psicofármacos? Tanto Perry como el resto de las personas con problemas de adicción que consumen analgésicos de forma abusiva y luego opiáceos, buscan mitigar el dolor, pero en ese consumo problemático lo que se crea es una dependencia, son utilizados como psicoestimulantes para obtener placer más que para paliar el dolor.
De Rosa lo llama la búsqueda del “placer químico”, que persigue la ausencia del dolor físico y emocional. En esa carrera, la capacidad del adicto para adaptarse a dosis mayores “no tienen techo, por eso hablamos de personas que toman 30, 40 ó 50 pastillas por día”.
Probablemente la poliadicción que marcó la vida de Matthew Perry se originó en ese primer consumo de barbitúricos cuando era bebé y “esto se debe a la neuroplasticidad química, que en un cerebro en desarrollo cambia la arquitectura encefálica. Esto además hizo que el consumo de drogas a lo largo de los años haya envejecido su cuerpo, al punto de tener una cardiomegalia, el término médico para referirse al corazón dilatado”, detalló De Rosa.
En términos coloquiales, el experto explicó que en los casos como los del actor, el corazón tiene paredes finitas, no tiene fuerza para contraer, y “los pacientes pueden morir ahogados tomando un baño, en un estado semicomatoso, se caen y se ahogan”