Con la actividad física y el deterioro normal que sufre el cuerpo, el desgaste en las articulaciones se vuelve perceptible. En la edad adulta, el dolor aparece en codos, muñecas y rodillas; si bien las molestias podrían indicar la presencia de una lesión antigua o el inicio de una enfermedad crónica, en los casos más comunes se relaciona con las malas condiciones del cartílago.
Una de las razones más frecuentes del desgaste de este tejido es el paso del tiempo, cuya repercusión en las rodillas es inevitable y expone a las articulaciones a la erosión. Otro factor común es la práctica de un ejercicio intenso en periodos largos; incluso recorrer más kilómetros a pie, por ejemplo para ir al trabajo, podría reducir la durabilidad de los tejidos en un corto lapso, de acuerdo con la Clínica de la Universidad de Navarra.
Las consecuencias del desgaste del cartílago de las rodillas suelen limitarse a molestias menores, con las que se podría lidiar con la ayuda de un profesional en la salud; sin embargo, el problema podría avanzar hasta una condición crítica en algunos casos, en los cuales intervienen factores como el sobrepeso o la herencia genética. Eso podría derivar en la necesidad de cirugías para colocar prótesis que mantengan el buen funcionamiento de esta articulación de carga.
Inflamaciones y artrosis: consecuencias del desgaste del cartílago de la rodilla
El cartílago de la rodilla es un tejido conectivo, resistente pero flexible. Recubre la superficie de los huesos de la articulación de la rodilla. Su función principal es proporcionar una capa suave y deslizante para que los huesos se muevan sin fricción al flexionar o estirar la pierna. El problema con este cojín amortiguador es que no posee la capacidad de generarse por sí mismo ni puede aumentar su tamaño; por el contrario, solo pierde masa con el paso del tiempo.
A medida que el cartílago se desgasta, las consecuencias pueden aumentar en gravedad. La dolencia más común es la inflamación en las articulaciones. La fricción entre los huesos debido a la falta de este cojín puede provocar hinchazón, dolor y rigidez.
Además de la vejez, existen otros factores de riesgo que afectan el cartílago de la rodilla. Los impactos fuertes contra otras personas u objetos suelen desgarrar la parte interna del tejido. Sufrir un golpe contra el suelo y una torsión traumática de esta articulación aparecen como las causas más comunes. Sin embargo, una molestia en la zona tampoco es sinónimo de desgaste, para obtener un diagnóstico oportuno es necesario acudir con un especialista. En consulta, un de los métodos más efectivos para detectar problemas es la exploración por resonancia magnética (MRI), pues permite observar de forma computarizada el estado en el que se encuentran los ligamentos, de acuerdo con Mass General Brigham, el sistema integrado de salud en Inglaterra.
Entre las consecuencias más complejas aparecen la artritis y osteoartritis. La primera condición degenerativa es una inflamación crónica de las articulaciones que puede resultar en dolor constante y limitación en la movilidad. Si por falta de cartílago sano los huesos se rozan entre sí, se provoca una irritación continua. En cuanto a la segunda se relaciona con el envejecimiento.
Una condición relacionada es la artrosis de rodilla, que se inicia cuando el deterioro es avanzado. El padecimiento se distingue por causar un dolor intenso, deformidades y una disminución significativa de la función articular. Se estima que para el año 2030, en México, hasta el 60% de las personas podrían verse afectadas por este problema.
Los tratamientos para remediar el desgaste en el cartílago de la rodilla
Existen diversas opciones de tratamiento que pueden ayudar a aliviar las condiciones derivadas del deterioro de este cartílago. Para empezar, acudir a un consultorio de fisioterapeutas es la primera opción. Los expertos se especializan en fortalecer los músculos circundantes y mejorar la movilidad de la rodilla. Esto puede ser fundamental para aliviar el dolor y mejorar la estabilidad.
En casos críticos, una persona podría recibir inyecciones de corticosteroides. Entre los beneficios de recibir este tipo de tratamientos está la disminución de la inflamación y el alivio del dolor crónico, pero este recurso depende de una decisión médica que evalúe al paciente en su conjunto por los efectos secundarios de estas drogas.
Hay otro tratamiento de este tipo basado en el ácido hialurónico, un líquido sintético capaz de lubricar las lesiones la rodilla tras una lesión importante. Con el mismo objetivo, se suele recurrir al plasma rico en plaquetas (PRP), en el que se usan estas células sanguíneas del mismo paciente y sus factores de crecimiento que estimulan la curación. Con el método se busca proteger al tejido que aún se encuentra en óptimas condiciones, conforme a NYU Langone Health, uno de los sistemas de salud más grandes de Estados Unidos con afiliación a la Universidad de Nueva York.
La inyección de PRP es uno de los métodos que ha mostrado mayor efectividad para atender las lesiones graves en la rodilla. La eficacia y seguridad del procedimiento en los pacientes aumentó hasta el 95% en el alivio del dolor y la movilidad para las actividades cotidianas. Sin embargo, la promesa de volver a las prácticas deportivas con este tratamiento aún está lejos de cumplirse, de acuerdo con un estudio publicado en la revista médica Frontiers in Medicine.
Por último, la cirugía aparece como la opción final en casos graves, cuando el cartílago está muy desgastado y los tratamientos conservadores fueron insuficientes. Esto puede incluir procedimientos como la artroscopia para limpiar la articulación o la sustitución de la rodilla.
Respecto a los ejercicios prácticos de rehabilitación después de la cirugía, resaltan las flexiones de la rodilla lastimada mientras se está recostado, también es posible apoyarse en el respaldo de una silla para recuperar la fuerza en la extremidad al momento de bajar y subir la cadera en movimientos lentos y leves, bajo la supervisión de un fisioterapeuta. Durante el proceso, es posible que el uso de muletas sea necesario al menos durante ocho semanas, de acuerdo con una publicación de Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy (JOSPT).