La enfermedad de Parkinson es un trastorno progresivo que afecta el sistema nervioso y las partes del cuerpo controladas por los nervios. Los síntomas aparecen lentamente. Los más comunes son los temblores, las contracciones musculares dolorosas y la dificultad para hablar. Muchas personas con la enfermedad de Parkinson también acaban padeciendo demencia.
La primera descripción detallada de la enfermedad fue realizada en 1817 por el médico británico James Parkinson. A partir de su observación de seis casos, Parkinson investigó la “parálisis por temblores”, como él la llamó. Han pasado más de 200 años desde este estudio. Sin embargo, la enfermedad todavía no tiene cura, y los médicos aún no han llegado a una conclusión sobre sus causas.
“Nadie sabe realmente qué provoca la enfermedad de Parkinson, aparte de que alrededor del 10 al 20 por ciento es genética”, dijo Ted M. Dawson, profesor de neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. “En este momento, las únicas terapias que tenemos son sintomáticas. No tenemos nada que frene la progresión”, dijo en diálogo con The Washington Post.
Sin embargo, muchos investigadores creen que este trastorno neurodegenerativo puede tener su origen lejos del cerebro, concretamente en el intestino, años antes de que aparezcan los primeros signos neurológicos.
La hipótesis del “intestino primero”
Recientemente, un estudio realizado por investigadores de Finlandia e Italia encontró evidencias para afirmar que una bacteria podría estar involucrada con el desarrollo de la enfermedad de Parkinson.
El grupo del profesor Per Saris, del Departamento de Microbiología, de la Facultad de Agricultura y Silvicultura de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, publicó resultados que demuestran que las bacterias del género Desulfovibrio están relacionadas con la enfermedad de Parkinson.
Además, encontraron que el mayor número de ese tipo de bacterias en los pacientes está correlacionado con la gravedad de los síntomas de la enfermedad. El trabajo fue replicado por investigadores de China y llegaron a la misma conclusión.
Consultada por Infobae, la científica especializada en neurociencias Rosana Chehin, del Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada, que depende del Conicet, la Universidad Tecnológica Nacional y el Sistema Provincial de Salud, en Tucumán, Argentina, comentó los resultados del trabajo realizado por los investigadores de Finlandia.
“Una de las teorías más fuertes del inicio de la enfermedad de Parkinson fue propuesta hace muchos años por el científico alemán Heiko Braak y tiene que ver con el inicio de la patología de agregación de alfa-sinucleína en el duodeno y cómo llega al sistema nervioso central a través del nervio vago. Eso está ya muy instalado. Por eso, varios grupos de investigación han empezado a estudiar bacteria por bacteria para observar qué es lo que sucede”, explicó Chehin.
Pero ahora surgió una nueva hipótesis conocida como “primero el intestino”, a diferencia de “primero el cerebro”. Esta afirma que el Parkinson comienza como proteínas anormales en los nervios del tracto gastrointestinal. Mientras que las proteínas normales se pliegan en una forma tridimensional específica, las proteínas mal plegadas no logran alcanzar esta forma.
Las proteínas mal plegadas, que se encuentran en exceso en los cerebros post-mortem de pacientes con Parkinson y Alzheimer, se acumulan en grandes grupos tóxicos que alteran la función de las células nerviosas.
“Según la hipótesis, el agente desencadenante, esta proteína mal plegada, comienza en los nervios de la pared intestinal y asciende al cerebro, provocando los cambios patológicos que conducen al Parkinson”, dijo Pankaj J. Pasricha, gastroenterólogo y catedrático de medicina interna en la Clínica Mayo. “Si podemos demostrar que la enfermedad avanza desde el intestino hasta el cerebro, entonces podremos empezar a pensar en la prevención temprana”, señaló en diálogo con The Washington Post.
Problemas intestinales: factores de riesgo a tener en cuenta
El vínculo entre el Parkinson, tradicionalmente considerado un trastorno cerebral, y el tracto gastrointestinal no es nuevo y hay varios estudios que lo han investigado, como el publicado en la Revista de Ciencias Neurológicas.
El estreñimiento se considera un factor de riesgo para el Parkinson y uno de los síntomas no motores más destacados, afectando hasta a dos tercios de todos los pacientes, como investigó otro estudio publicado en Nature.
Un metanálisis de cuatro estudios de población encontró que los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (EII), que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, tienen un 46 por ciento más de probabilidad de desarrollar enfermedad de Parkinson.
Uno de los estudios también mostró que las personas con EII que recibieron medicamentos para reducir la inflamación intestinal tenían una incidencia 78 por ciento menor de enfermedad de Parkinson en comparación con aquellos que no los recibieron.
Recientemente Pasricha y su equipo demostraron que existen cuatro problemas gastrointestinales en particular que aumentan el riesgo de ser diagnosticado con Parkinson. Estos son:
1. Estreñimiento
2. Disfagia (dificultad para tragar)
3. Gastroparesia (retraso en el vaciado del estómago)
4. Síndrome del intestino irritable sin diarrea
Los resultados, publicados en la revista Gut, analizaron datos de registros médicos de 24.624 pacientes.
Nabila Dahodwala, directora del Centro de Excelencia de la Fundación Parkinson de la Universidad de Pensilvania, dijo: “Los síntomas del Parkinson relacionados con el intestino”, como el estreñimiento y la disfagia, “pueden presentarse años antes que signos más típicos como temblor, rigidez y dificultad para caminar. Algunas personas piensan que eso significa que en realidad se padece la enfermedad mucho antes, y si ese es el caso, debemos repensar cómo definimos el Parkinson”, indicó a The Washington Post.
Independientemente de cuál hipótesis sea correcta, Dahodwala recomienda que todos, no solo aquellos con riesgo de padecer Parkinson, adopten conductas que se sabe que benefician la salud cognitiva, incluido el ejercicio regular y patrones de alimentación saludables como la dieta mediterránea, que enfatiza, entre otras cosas, cereales, verduras y frutos secos, y limita las carnes rojas y los dulces.
Infiltrando el cerebro desde adentro hacia afuera
Como mencionó la experta Rosana Chehin más arriba, la hipótesis del intestino primero fue propuesta por el anatomista alemán Heiko Braak en 2003. En su estudio realizó autopsias y tiñó para detectar una proteína neuronal mal plegada llamada alfa-sinucleína, una característica conocida de la enfermedad de Parkinson. Incluso hoy en día, el diagnóstico suele confirmarse buscando patología alfa-sinucleína en el cerebro post mortem.
Los pacientes con enfermedad grave (síntomas motores como temblor y rigidez, junto con demencia) tenían alfa-sinucleína mal plegada en todo el cerebro. Aquellos con signos muy tempranos de Parkinson tenían la proteína sólo en la parte inferior del tronco cerebral. Otros cuya enfermedad se encontraba en algún punto intermedio, que tenían algunos síntomas motores pero no demencia, tenían alfa-sinucleína anormal en todo el tronco encefálico y el mesencéfalo, pero no en la corteza cerebral más externa.
Los hallazgos llevaron a Braak a desarrollar una hipótesis sobre cómo progresa el Parkinson, infiltrándose en el cerebro desde adentro hacia afuera.
Las proteínas mal plegadas a veces pueden provocar que las proteínas vecinas se plieguen de forma anormal, como se observa en los trastornos priónicos como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob en humanos o la encefalopatía espongiforme bovina (comúnmente conocida como enfermedad de las vacas locas) en el ganado. El “mal plegado” se propaga de célula en célula como una infección. Las proteínas mal plegadas pueden viajar desde el intestino al cerebro.
¿Pero cómo llega al tronco del encéfalo? La base del tronco del encéfalo se puede rastrear a través de una autopista nerviosa hasta el sistema digestivo, por lo que Braak decidió buscar allí. Curiosamente, encontró grupos de alfa-sinucleína en la pared del estómago de los cinco pacientes de Parkinson, pero en ninguno de los cinco controles.
“Cuando se propuso por primera vez, la hipótesis de Braak era bastante controvertida”, dijo Dawson. “Pero desde entonces, el campo se ha disparado con toda esta evidencia que respalda que, en un grupo de pacientes con Parkinson, la enfermedad puede comenzar en el intestino”.
Varios estudios de autopsias han confirmado los resultados de Braak, el mayor de los cuales incluyó a 46 pacientes de Parkinson y 340 controles. Se observaron agregaciones de alfa-sinucleína en la parte inferior del esófago en 41 de 46 pacientes en comparación con cero controles. Un estudio de 2016 analizó muestras de tejido del tracto gastrointestinal de 39 personas a las que posteriormente se les diagnosticó la enfermedad de Parkinson. Veintidós tenían patología alfa-sinucleína presente en sus muestras intestinales, hasta 20 años antes de su diagnóstico real.
Y en 2019, Dawson y sus colegas demostraron en un estudio que, al menos en ratones, la alfa-sinucleína mal plegada puede viajar desde el intestino hasta el cerebro. Inyectaron la proteína anormal en el estómago y el intestino delgado de ratones sanos y, después de un mes, notaron que se acumulaba en la parte inferior del tronco del encéfalo. Luego continuó propagándose por el mesencéfalo y la corteza, reflejando lo que Braak vio en los sujetos de su autopsia.
A los 10 meses, grupos de alfa-sinucleína invadieron todo el cerebro. Los ratones mostraron signos reveladores de la enfermedad de Parkinson, incluidos síntomas motores y deterioro cognitivo. Cortar el nervio que sirve como vía entre el intestino y el cerebro, llamado nervio vago, protegió completamente a los ratones contra estos efectos. Un estudio de 2015 que analizó a humanos a quienes se les cortó el nervio vago como tratamiento para la úlcera péptica también mostró un riesgo reducido de Parkinson.
“¿Pero cómo se forma esta alfa-sinucleína patológica en el intestino? ¿Está involucrado el microbioma ? ¿O es exposición a toxinas? Todavía quedan muchas preguntas”, dijo Pasricha.
Braak pensó originalmente que algún tipo de patógeno, como un virus, podría desencadenar una cascada de plegamiento incorrecto. Por ejemplo, el equivalente humano de la enfermedad de las vacas locas se transmite al comer carne infectada con una proteína mal plegada llamada prión. Otros expertos sospechan que el Parkinson comienza con un desequilibrio en el microbioma intestinal normal.