La muerte en circunstancias muy especiales y trágicas de una figura conocida y querida como la de Silvina Luna, luego de un largo proceso en el que no solo los aspectos clínicos intervinieron, sino otros de naturaleza social e inclusive médico legal, nos interpelan de manera muy intensa.
Esta desaparición y en este contexto señalado, adquiere reales características de hecho traumático, que impacta de manera diferente en cada persona y es así que inclusive en las diferentes respuestas observamos cómo la muerte no deja a nadie sin ser tocado. Las reacciones son distintas y a veces nos indignan como cuando se revictimiza a quien acaba de fallecer o buscar rédito propio, sin embargo, en muchos ese trauma se establece como una forma de duelo.
Qué es el duelo
Es una forma de procesar una pérdida, a la que podemos o no estar preparados, pero que lleva a una serie de modificaciones secuenciales a nivel cognitivo, emocional y comportamental. Esa respuesta múltiple y diversa al trauma, la conocemos como duelo. Esto puede ser desde un proceso simple, a una enfermedad, o a la muerte de un ser querido e inclusive a la perspectiva de la propia, por una enfermedad terminal. Es una experiencia muy compleja y en particular muy personal que puede involucrar una amplia gama de emociones, como tristeza, ira, culpa y confusión y que puede durar meses o incluso años. En algunos casos puede ser un proceso con el que se cargue el resto de la propia existencia.
No hay una forma correcta o incorrecta de hacer el duelo, y todos lo experimentan de manera diferente. De allí que a veces reacciones que otros consideran extrañas sean características del proceso psíquico que emerge en la elaboración del trauma. Así lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra. Es importante encontrar y aceptar lo que resulte correcto y permitir y permitirse, procesar el duelo de la manera particular a cada uno, sin juicios.
Cada circunstancia traumática, e inclusive las de la desaparición de una persona, tiene características de alguna manera únicas, pero cuando muere una figura pública, joven y amada, puede ser especialmente difícil hacer el duelo. Hemos proyectado sobre esa persona, que aun sin conocerla la consideramos propia, una serie de componentes de nuestro propio psiquismo, de nuestras expectativas, emociones y fantasías.
En el caso de las figuras públicas cuando son jóvenes se dan procesos que agregan ese factor, como tantos que se han vivido en la colonia artística, o en los casos forenses cuando la víctima de algún crimen, es un menor. Estas muertes de figuras públicas, a menudo se sienten más repentinas e inesperadas, y de alguna manera nos golpean porque todos los ideales de éxito que hemos colocado en ellas, pueden hacer quebrar conceptos que tenemos respecto a la seguridad.
También, de alguna manera, nos hacen ver cómo la vida es un episodio frágil ya que aun los exitosos pasan por trances que nos duelen, y así pueden tener un impacto profundo en nuestro propio sentido de seguridad y estabilidad. Cuando, como en el caso de Silvina Luna, el proceso se agrega una agonía, complicaciones médicas, la posibilidad de episodios de mala praxis eventualmente, esa sensación de fragilidad e impotencia es más evidente y angustiante.
En algunos de estos casos y por diversos factores se produce una identificación y podemos sentir una conexión personal con la figura fallecida, incluso si no la conocíamos personalmente. Ese elemento por el cual nos identificamos, puede ser algo que haya estado ligado a un detalle, o al éxito o inclusive a la enfermedad y esto puede hacer que su muerte sea aún más desgarradora.
Al mismo tiempo si esa figura joven, bella, exitosa sobre la cual hemos posiblemente trasladado nuestras expectativas de éxito o logro, pasa por ese trance doloroso hasta su fallecimiento nos replantea que la muerte es algo concreto ya que quizás en otra edad mayor a la de la figura fallecida, inevitablemente vemos cómo aquello que no queremos ver, nuestro propio fin, es algo concreto y posible.
Cómo se expresa el dolor
Hay muchas maneras de hacerlo, ni correctas ni incorrectas. Existen, por el contrario, formas patológicas y entre ellas se encuentra el extenso capítulo de los duelos patológicos que en algunos casos son una urgencia psiquiátrica.
Algunas personas encuentran consuelo en hablar con amigos y familiares, mientras que otras prefieren hacer el duelo en privado. Algunos necesitarán volver sobre el tema a veces de manera obsesiva; otros, callar completamente y eludir todo estímulo que recuerde aquello perdido. Algunas personas pueden encontrar formas ligadas a la creatividad, como la escritura, el arte o la música, para expresar sus sentimientos. Como decíamos, no hay maneras moralmente correctas o no.
Es interesante remarcar que en algunos casos hay reacciones que no entran en los duelos, y así vemos respuestas que hacen a la estructura de personalidad de quien las expresa pero que no necesariamente son duelos. De allí quizás poder entender, sin aceptar claro, respuestas en las cuales el duelo y respeto hacia la persona muerta y a la muerte en sí misma, no se encuentran, sino todo lo contrario. Pero no son duelos.
Las etapas del duelo
Al igual que hemos hablado de las emociones hay diversas formas de clasificarlo, pero quizás la más usada sea la de que es el modelo del proceso de duelo propuesto por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su libro “On Death and Dying”, de las cinco etapas del duelo:
1. Negación, shock e incredulidad: esta es la reacción inicial ante la muerte. Se caracteriza por una sensación de entumecimiento y descreimiento. A veces sea niega que la muerte haya ocurrido. Esto puede ser una forma de protegerse de la realidad de la pérdida.
2. Enojo: esta es una etapa común del duelo, y puede dirigirse a la persona fallecida, a uno mismo o a los demás. La persona se siente enfadada o resentida con diversas personas inclusive con la persona fallecida, con los médicos o consigo misma etc. Esto puede ser una forma de expresar su frustración y dolor.
3. Negociación: se caracteriza por un pensamiento mágico en el que se desea volver hacia atrás o algo a veces religioso o místico que puede cambiar lo que nos hace doler.
4. Depresión: esta es una fase de profunda tristeza y desesperación. Pero también no hay que olvidar que la aparición de la depresión puede ser un signo de que la persona está empezando a aceptar la realidad de la pérdida. Es importante permitirse sentir esta emoción, pero también lo es buscar ayuda si se tienen problemas para sobrellevarla.
5. Aceptación: se trata de la última etapa del duelo y se caracteriza por una aceptación gradual de la muerte y se empieza a seguir adelante con la vida. En esta etapa pueden empezar procesos de imaginar lo que vuelve a nacer, o lo que permanece, (como valorar la propia existencia) posterior a la pérdida.
Las etapas del duelo no son un proceso lineal, sino que las personas pueden pasar por ellas de forma intermitente o incluso experimentarlas todas al mismo tiempo o solo algunas.
Cómo transitar el dolor
Repitiendo una vez más que no solo la manera de expresión, sino también las etapas y la forma de transitarlo serán personalísimas, hay algunas cosas que pueden ayudarnos:
- Hablar/expresarse sin buscar algo ordenado en esa expresión, sino observar lo que sentimos. Mostrar los propios sentimientos, hasta los que nos parezcan inadecuados puede ayudarnos a procesar y al compartirlo posiblemente sentirnos menos solos.
- Reconectarse con actividades que sean alguna expresión vital, y que nos aporten placer. Eso de alguna manera es un balance con lo tanático ya tristemente expresado en la pérdida que nos abruma.
- No descuidar los aspectos básicos somo sueño, alimentación etc. como si el periodo de duelo debiera ser el acompañamiento en el sufrimiento y que disfrutar o cuidarse sea moralmente reprochable.
- Permitirse hacer el duelo: Quizás la más importante. Permitirse y no juzgarse. No buscar entrar en un canon de respuesta adecuada.
- No tener miedo, dudas, vergüenza en pedir ayuda, inclusive llegado el caso una breve consulta profesional solo para este trance. En este sentido especialistas o acompañantes capacitados en trauma y en duelo, son los indicados.
El dolor es una parte natural de la experiencia humana. La finitud de la existencia es un concepto elemental de las religiones y la filosofía. La muerte de alguien que nos impacta nos relanza sobre cuestiones que normalmente no consideramos, de allí el famoso lema de “Memeto mori”, recuerda que morirás, o recuerda la (tu propia) muerte. Es una instancia que cada uno podrá elaborar de manera personal y solo hay que poder mantenerse en contacto con otros y eso nos permita ver si el proceso adquiere características que deban ser abordados con otras herramientas, para evitar la patología o la cronificación del duelo.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista