El estigma, quizá el temor o tabú que manifestamos al referirnos a todo lo relacionado con la mente, con lo inmaterial y con las manifestaciones psíquicas, se evidencia en el lenguaje. Al aludir a condiciones que rompen con la normalidad o a enfermedades mentales, se evita usar la palabra “psiquiátrico”. En su lugar, se prefiere optar por términos más suaves como “psicológico”, “psicopatológico”, “psico-psiquiátrico” o, desde hace algún tiempo, “salud mental”. También recurrimos con frecuencia al término “emocionales”.
Si bien hay problemas de otro tipo que son más objetivables, como los cognitivos (por ejemplo, la demencia), orgánicos, o de desarrollo, son las emociones las que más influyen y, quizás, las más analizadas.
En momentos de crisis, en los cuales predomina la incertidumbre, es cuando la influencia de las emociones se hacen evidentes no solo en la esfera individual sino en lo colectivo, bajo diferentes formas de manifestarse en la vida social. Por ejemplo, el que planteamos en una nota reciente en Infobae: “Cuál es el papel de las emociones y la psicología en el voto”.
Qué son las emociones
Se trata de experiencias que generan una respuesta múltiple y compleja en las que diversos factores se interrelacionan. Así, intervienen cambios fisiológicos, conductuales y cognitivos. A veces, pueden ser provocados por eventos o situaciones externas, pero más recientemente estos factores son considerados como el desencadenante de un proceso latente o, como se lo conoce en el cognitivismo, “postulado o esquema dormido”. Ese estímulo provoca una respuesta reactualizada a la situación presente y se manifiesta mediante nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Existen diferentes teorías sobre la naturaleza y origen de las emociones. No hay una sola que satisfaga todas las aristas en un terreno tan complejo, pero dos de las teorías más influyentes son las propuestas por Paul Ekman y Robert Plutchik. Algunas de ellas se centran en los cambios fisiológicos que acompañan a las emociones, mientras que otras, por ejemplo, en las valoraciones cognitivas que hacemos de las situaciones, y por último, algunas en las respuestas conductuales a diferentes estados emocionales.
La teoría de las emociones básicas de Ekman
Es la más conocida, quizás por la serie Lie to Me, la de Ekman que plantea seis emociones básicas. Además, sugiere que presenta esa cantidad debido a que son expresiones universales reconocidas y manifestadas en todas las culturas. Las seis básicas, entonces, son: ira, asco, miedo, felicidad, tristeza y sorpresa.
La base del método de Ekman está cimentado en las expresiones faciales, los cambios fisiológicos y respuestas comportamentales específicas; y por ello no solo asociadas al lenguaje, lo que le permite sostener la universalidad de su método.
Por ejemplo, la ira generalmente se asocia con el ceño fruncido, los puños apretados y el aumento del ritmo cardíaco. El método de Ekman presenta, en tanto, infinidad de fotografías correlacionando expresión facial y emoción. Su teoría, originalmente de 1992, ha sido respaldada por una serie de estudios que han descubierto que personas de diferentes culturas pueden reconocer de forma fiable las expresiones faciales de emociones básicas en personas de otras culturas.
Sin embargo, algunos investigadores han argumentado que la lista de emociones básicas de Ekman es demasiado limitada y que puede haber otras que también sean universalmente reconocidas y al mismo tiempo se cuestiona su aplicación real al mundo concreto no teórico (Experiments on real-life emotions challenge Ekman’s model). A pesar de esto, los que propugnan el lenguaje corporal casi como regla infalible, sin embargo, no adhieren a la evidencia científica que le adjudica un margen de error quizá demasiado importante.
Paralelamente, han surgido diferentes opciones que quizás iremos presentando. Una es conocida como la rueda de las emociones de Plutchik. Este es un modelo de emociones más complejo y propone que existen ocho emociones básicas: ira, miedo, tristeza, asco, sorpresa, anticipación, confianza y alegría. Se lo conoce como la rueda de emociones ya que las dispuso en forma circular, en la cual a una emoción se le contrapone con su opuesto. Por ejemplo, la ira es lo opuesto a la alegría, el miedo de la confianza y la tristeza de la anticipación.
La idea, sin embargo, no se detiene en esto, sino que establece un segundo nivel de emociones, ya no solo básicas, sino más complejas. Por ejemplo, la combinación de ira y miedo puede provocar agresión, mientras que la combinación de tristeza y miedo, ansiedad.
En cuanto a la validación científica, es interesante en teoría; sin embargo, ha sido criticada por su complejidad y falta de respaldo empírico. A pesar de esto, debido a su gráfico de la rueda, sigue siendo un modelo popular para el estudio de las emociones, ya que proporciona un marco amplio para comprender la experiencia emocional.
Además de la teoría de Ekman y la rueda de las emociones de Plutchik, existen muchas otras teorías. Algunas de ellas se centran en los aspectos fisiológicos de las emociones mientras que otras lo hacen en los aspectos cognitivos, y otras hacen foco en los sociales y culturales de las emociones.
En conclusión
Existen diversas teorías actuales sobre las emociones que presentaremos en próximas notas. La ventaja de explorar varios modelos de estudio es que, aunque el área de las emociones fue casi marginal en el análisis del comportamiento humano y las descripciones más acertadas se hallaban en la literatura (¿quién podría superar la descripción de Otelo por Shakespeare?), ha pasado a ser objeto de estudio científico en tiempos recientes. Comprender nuestros aspectos emocionales como elementos constitutivos del ser, especialmente previo a decisiones importantes, es fundamental, como mencionamos en “Las emociones después del voto: ¿más estrés y angustia por la incertidumbre ante el futuro?”
Al mismo tiempo, entender nuestras emociones en lugar de creernos seres predominantemente racionales nos permite entender y quizás aceptar más a los demás y sin duda a nosotros mismos, sin imaginar que salirse de “la lógica” sea un grosero o buscado error.
Jonathan Haidt, en su libro “Happiness Hypothesis” (La hipótesis de la felicidad), utiliza la metáfora del elefante para representar nuestras emociones, y nuestra racionalidad es como el jinete que intenta guiarlo. Sin embargo, el elefante a menudo sigue su instinto, como el conocido temor al ratón, algo incomprensible para su jinete humano. La verdadera habilidad radica en comprender esas emociones y, con la limitada capacidad racional de nuestra corteza prefrontal, dirigirlas de una forma no destructiva.
Aunque podemos hacer diversas observaciones y utilizar calificativos peyorativos sobre las emociones, no se puede negar que, pese a su complejidad, son una parte esencial de la experiencia humana. ¿Qué sería de nuestras vidas sin ellas? Todo lo bello y lo triste que hemos construido gira alrededor de las emociones.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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