El término relaciones tóxicas está cada vez más difundido y, de tanto utilizarlo, puede vaciarse de significado. Antes que nada, para poder entender cuáles son los vínculos amorosos que producen daño, es necesario saber qué distingue a una relación afectiva saludable y cómo se construye.
Para empezar es necesario tener en cuenta que los vínculos humanos son complejos y multifacéticos. “Una relación sana, no se trata de una relación perfecta, ya que eso es inexistente. Sin embargo, sí existen ciertos cimientos que la sustentan”, dijo a Infobae la psicoanalista Daniela Furst (MN 22726), especialista en adicciones y adolescentes.
Según la especialista, estos fundamentos se relacionan, en primer lugar, con el amor y la sexualidad. Una relación donde falta la pasión o el erotismo se convierte simplemente en amistad y la confianza es esencial, así como la admiración mutua. No se trata de la admiración basada en “estándares sociales de éxito, sino a admirar las pequeñas cosas, como la forma de pensar del otro, su risa, su habilidad en la cocina o su manera de enfrentar situaciones diarias”, define Furst.
Es esencial reconocer las características de una relación sana para poder establecer límites y evitar caer en patrones destructivos. En la entrevista con la licenciada Furst exploraremos los pilares fundamentales de una relación sana y cómo distinguirla de una tóxica.
— ¿Cómo definirías una pareja tóxica? ¿Qué es la toxicidad?
— Las sustancias tóxicas son aquellas que nos hacen daño, nos envenenan y hasta pueden matar. Una pareja tóxica de alguna manera funciona en ese sentido pero en relación a los vínculos. Lo que se daña es la autoestima, la confianza básica y se empieza a limitar a la persona. Aparecen una serie de inseguridades espantosas. Entonces, hablamos de una relación que daña a la persona y al vínculo, y que por otro lado tiene un ingrediente muy parecido a una adicción, en la que la sustancia nueva en este caso sería la dependencia emocional. Algo que caracteriza a estas relaciones es la dependencia que no está basada en el amor, sino en la necesidad: “Si no estás, me muero”.
—¿Una persona es tóxica por características de su personalidad y lo es en todas sus relaciones o en todos sus vínculos? ¿O es algo que se genera en una determinada relación?
— Me parece interesante poder preguntarnos si uno se encuentra en una relación tóxica, ¿qué tiene que ver con nosotros mismos? Y probablemente el componente “tóxico” se vincula con traumas no resueltos, con situaciones infantiles tal vez dolorosas, que no pudimos hacer el duelo con experiencias que fueron también traumáticas, como puede haber sido bullying. Todas experiencias que dejaron secuelas y nos predisponen a generar determinado tipo de vínculos que, lejos de sanarnos, es como si le tirábamos sal a las heridas. Porque lo que no elaboramos solemos repetirlo. La elección de una pareja que termina transformándose en una relación tóxica, es la oportunidad para mirar para adentro y para ver qué me pasa a mí, por qué estoy en este lugar. Por qué elijo lo que elijo, y si esto a mí me hace tanto daño qué tendré que trabajar en mis cuestiones personales o mis demonios internos para que esto no me suceda.
— Hoy la palabra toxicidad está como en su auge, está muy de moda y la escuchamos con mucha frecuencia para describir muchos comportamientos. ¿Sentís que se aplica con mucha liviandad y que pierde un poco su significado?
— Es una palabra que se puso de moda. Quizás algunos psicoanalistas que me escuchen me van a criticar por usar esta palabra. Yo uso el término porque lo escucho permanentemente en el consultorio, en la vida cotidiana y le doy un sentido. No es lo mismo una relación tóxica que una relación violenta. Lo tóxico se vincula con el exceso. Y el exceso tiene que ver con el goce, con lo que no tiene que ver con el placer, sino con lo que está más allá del principio de placer. Un placer doloroso que uno sabe que le hace mal y se queda ahí. Creo que estos excesos son parte de la vida y que todos los tenemos en algún momento de nuestra historia, situaciones que nos hacen mal y de las que no podemos salir. Pero sí creo que muchas veces se banaliza la palabra, cuando se aplica a determinadas discusiones que son parte de todas las relaciones o un poquito de celos. Me parece que cuando se emplea este término tenemos que pensar que la persona está padeciendo y sufriendo.
— Recién mencionabas los celos. ¿Son insanos los celos?
— Siempre digo que si alguien considera que nunca sintió celos es como decir que nunca te resfriarte. Los celos son una emoción universal, que está asociada al miedo a perder el amor del otro. Entonces, en dosis normales o tolerables, hasta le ponen cierta “pimienta” a la relación. Ahora, si eso pasa a otro escenario con control, de estar híper vigilando lo que está haciendo el otro o agresiones por supuesto que estamos hablando de celos patológicos, que es una de las causas más frecuentes de rupturas de pareja. En los celos patológicos lo que está implícito es que el otro me pertenece, que el otro es un objeto que es mío, que no puede ni hacer ni mirar al otro, ni puede decidir, porque eso de alguna manera me causa una sensación de peligro.
— ¿ Que son las parejas simbióticas?
— Las parejas simbióticas son esas parejas que aparentemente siempre piensan igual y hacen lo mismo. Son parejas que les cuesta muchísimo sostener su diferenciación, su identidad. Por otro lado, muchas veces pasa que en los primeros momentos de la relación puede haber cierta simbiosis, vinculada a la idealización. Todo lo que hace al otro parece genial y eso en algún momento, si la pareja evoluciona debería transformarse. Ahora si eso queda, son parejas en general que están muy aisladas del entorno porque se sienten muy satisfechas consigo mismas, pero en algún momento eso cae.
—¿Pensás que hay una tendencia a considerar la falta de pareja como un fracaso?
— Estaba mucho más marcado en generaciones anteriores, pero por suerte los tiempos han cambiado mucho y también hay una cuestión de género, porque era algo que sólo se decía a las mujeres y no a los hombres. Igualmente, hoy siguen existiendo ciertas construcciones sociales compartidas que consideran tener pareja como un símbolo de éxito o de completud, de haber logrado este determinado objetivo en la vida. En contrapartida, las personas que no están en pareja a veces son vistas como deficitarias. Ése es un gran perjuicio, conozco y atiendo personas que eligen no estar en pareja y no estar en pareja no es sinónimo de soledad. Tal vez hacen otras elecciones vinculares y tienen un grupo social enorme, o tal vez no tan grande, y tienen sus amigos y tienen relaciones esporádicas, pero sienten que la necesidad de compartir su vida solamente con una persona no es la mejor opción.
— ¿Creés que le exigimos demasiado al amor? Y cuando hablo amor me refiero al amor romántico, al vínculo monogámico
— Le exigimos muchísimo al amor en la construcción de la pareja. Cuando -inconscientemente- la persona cree y proyecta que el otro va a tapar todos mis agujeros o que el otro de alguna manera me va a ayudar a curar todas mis heridas de mi infancia o adolescencia. Me va a dar la autoestima que no tengo, y se deposita en el otro cierta solución que obviamente es mágica. En ese sentido, el amor estaría sobrevalorado y creo que realmente hay un primer amor, antes del amor de pareja que me parece fundamental construir, que es el amor propio. Una persona que no se valora o no se quiere, y que no defiende sus recursos internos, difícilmente sea elegida por una persona que sí lo haga.
— ¿Esto está vinculado con el ego, con el ser para la otra persona como alguien que reúne todo: amigo, confidente, el amante?
— El que mucho abarca, poco aprieta y uno es como es. Uno es un poco amigo de su pareja, en la intimidad, en el divertirse y pasarla bien, y que te parezca interesante también lo que el otro hace o dice. Pero esta cuestión de abarcar en una única persona todo es una exigencia muy grande y además es imposible de cumplir. Y empiezan a aparecer grietas y ciertos malestares de insatisfacción. “Yo no le doy lo que él necesita, o soy demasiado poco, o no me valora todo lo que soy”.
— ¿Qué pasa cuando las expectativas no coinciden con el ideal que uno tiene de una pareja?
— Las expectativas nunca coinciden con los ideales, justamente el desafío es qué hacemos con esto. Por un lado, me parece siempre interesante poder ser conscientes de las expectativas que tenemos y que suelen ser elevadas. En el vínculo con el otro, uno se encuentra con un término que es importante nombrar, que es la falta. Aparte de que la falta genera el deseo, la falta está presente siempre en la subjetividad y en el mundo vincular humano. Entonces, por más expectativas que yo tenga, siempre algo no va a encajar y que no encaje está bien. Un problema es cuando no tolero que eso no encaje, entonces voy a vivir frustrado o frustrada.
—¿Cómo impacta la infidelidad en las parejas? ¿Qué ves en el consultorio cuando te llegan estos casos?
— No necesariamente que haya una infidelidad en la pareja implica una ruptura amorosa. Ahora, si vamos a la otra cara de esta cuestión, la infidelidad es un quiebre en de un pacto de exclusividad en una pareja. Lo digamos o no lo digamos, todos queremos ser exclusivos, ser elegidos, amados y deseados por el otro y ser únicos. Tal vez en algún momento, cuando hay otros pactos y uno tiene trabajado determinada cuestión en relación a esto, podemos pensar, por ejemplo, las relaciones abiertas. Entonces, cuando hay una infidelidad muchas veces es devastador porque uno lo vive como una traición Porque si el pacto era de exclusividad, este pacto no se cumple y produce sentimientos depresivos, de enojo y de hasta casi de irrealidad, de no poder creerlo. En el consultorio, muchas veces lo que aparece es la infidelidad como síntoma de otras cosas. A veces se ha visto infidelidades que tienen que ver con revanchas y venganzas ante ciertas situaciones en las que uno de los dos se sintió muy ofendido y enojado. Yo creo que se puede perdonar, si se puede trabajar para poder recomponer la pareja, buenísimo, pero si no es así, tratar de resolverlo con una buena separación, porque si no el gasto afectivo y físico es espantoso.
— ¿Qué pasos habría que tomar para recomponerse como pareja después de una infidelidad?
— Creo que nunca hay que investigar qué pasó, sino poder entender cuáles fueron las razones por las cuales sucedió, qué es lo que estaba sucediendo en la pareja, cuál era el conflicto subyacente, por qué nos estábamos sintiendo mal. La fidelidad es una elección. Todos podemos vivir situaciones con tentaciones, pero lo que sucede muchas veces es que uno dice “elijo no hacerlo para no lastimar al otro”. Entonces me parece que para poder recomponer hay que poder empezar a pensar cuáles fueron los desencadenantes.
— Cada vez escucho más sobre relaciones abiertas, poliamor, vínculos distintos a los que crecí escuchando. ¿Creés que aumentaron este tipo de nuevas formas de pareja?
— Ocurre más, no solo en jóvenes, también en adultos. Cunado me consultan acerca de las relaciones abiertas, la experiencia que tengo es que en general hay uno de los dos que quiere abrir la relación, que tal vez porque no está tan enganchado o porque cree que es una modalidad que le puede funcionar y, muchas veces, el otro accede para no perder la relación. Creo que muchas veces estas relaciones abiertas terminan teniendo una cuota de sometimiento por parte del que accede. Lo que veo es que un poco, como hablamos en el tema de la infidelidad, hay momentos en donde uno tal vez ya no tolera no ser exclusivo y aparecen celos.
— ¿Creés que la pareja monogámica tradicional se está extinguiendo?
— Creo que no. Por suerte, cambió el rol de la mujer que va ocupando lugares importantes, diferentes y más valorados, y la pareja tradicional está cambiando ya hace muchísimo tiempo. Creo que la monogamia no se está extinguiendo. Si es cierto que la pareja, al requerir de muchísimo esfuerzo, y en tiempos vertiginosos, creo que lo que sí tal vez tendríamos que tolerar es poder trabajar las diferencias, estar menos ansiosos ante un conflicto. Darse el tiempo para poder profundizar, porque muchas veces también escucho de separaciones en las que hubo mucho arrepentimiento: “Y si lo hubiera peleado un poco más, ¿por qué lo hice tan rápido?”.
* Daniela Furst es Psicoanalista, con posgrado en Psicosomática psicoanalítica (UBA) y Pensamiento sistémico, maestría en programación neurolinguística. Especialista en adicciones y adolescentes
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