Cuando la desesperanza toma el control: qué es el fenómeno de la indefensión aprendida y cómo enfrentarlo

Este comportamiento afecta la convicción y puede desencadenar sentimientos de frustración, depresión y apatía. Cuáles son las mejores estrategias para superarlo y encontrar soluciones

Se ha comprobado que personas que están expuestas a muchos estímulos negativos pueden adoptar comportamientos y pensamientos de indefensión, ya que sienten que no tienen herramientas para afrontar las situaciones adversas de forma útil y eficaz (Getty Images)

Cuando una persona, ante una situación adversa de su vida, se convence de que haga lo que haga no logrará modificarla, deja de intentar un cambio. Puede adoptar una actitud pasiva, de frustración, bloqueo y desesperanza.

Aunque haya posibilidades de reacción, ya no se siente capaz de actuar, porque la indefensión aprendida ha tomado el control. Esta situación, a su vez, tiene como consecuencia una baja en su autoestima, a causa de la sensación de fracaso.

La doctora Graciela Moreschi, médica psiquiatra (MN 41018), explicó a Infobae: “La indefensión aprendida resulta cuando uno siente que no tiene capacidad de respuesta ante un problema, entonces ni siquiera lo intenta. Se entrega justamente antes de empezar porque siente que no tiene los recursos necesarios”.

La especialista indicó que ocurre en la vida cotidiana cada vez que uno dice por ejemplo, “‘No puedo, esto me supera; o ‘Ya sé que con esto no voy a poder’, estas son creencias que están ligadas a frustraciones anteriores, entonces la persona muchas veces ni siquiera intenta actuar”.

La indefensión aprendida genera pensamientos anticipatorios de inutilidad o incapacidad para resolver conflictos (Getty)

Y ejemplificó: “Quienes desarrollan indefensión aprendida puede ser que de chicos fracasaron mucho al pedir ayuda o, al revés, haber sido niños que los padres sobreprotegieron. Puede darse en ambos casos, por eso insisto en que la vida no es como un juego de ajedrez, no es que una pieza indefectiblemente hace mover a la otra, a veces uno pudo haberse sentido superado por circunstancias y no haber recibido ayuda o haber evitado siempre las consecuencias de todo porque alguien las controló por ellos”, describió Moreschi.

La violencia familiar y/o la violencia de pareja son ejemplos comunes en los que se suelen percibir distintos grados de indefensión aprendida por parte de la víctima.

Por su parte, la doctora Alejandra Gómez, médica psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y magister en Psiconeurofarmacología, describió a Infobae la indefensión aprendida como un término originado en la psicología conductual. “Alude a un estado de impotencia, bloqueo emocional e intelectual para afrontar determinadas situaciones de la vida. Como si al sujeto no le ‘interesara’ superarlas”.

Este concepto fue descubierto por los psicólogos Martin Seligman y Steven F. Maier, quienes lo investigaron en principio con animales y luego lo extendieron a padecimientos del ser humano, como la depresión.

Cuando alguien cae en la indefensión, comienzan a aparecer una serie de desórdenes conductuales, entre los cuales se destacan los estados de ansiedad y depresión, que van avanzando hasta el punto de que la persona afectada es incapaz de ver soluciones a su problema.

La doctora Gómez explicó: “Es una situación extendida en el tiempo de un sentimiento de estima de sí disminuida, donde existe una repetición de situaciones conflictivas en las cuales el sujeto siente que ‘siempre me pasa lo mismo’ y lo que le sucede es que no puede resolver el conflicto. Produce inhibiciones, evitación y, con el tiempo, lleva a un sentimiento angustioso y de desesperanza”.

La indefensión aprendida se origina en la niñez, cuando se dan circunstancias socio-familiares complejas o cuando los chicos piden ayuda y no la reciben. Por eso es tan importante escucharlos con atención

Gómez explicó cómo se desarrolla ese camino que va de la indefensión a la independencia a lo largo de la vida. “Desde el psicoanálisis comprendemos que el cachorro humano nace indefenso y es a través de los cuidados de un otro, de la madre, con dedicación y paulatinamente que se va estructurando su psiquismo para que pueda salir de esa indefensión e ir adquiriendo capacidades para enfrentar el mundo al que ha llegado. El psicoanalista inglés Donald Winnicott hablaba de distintos momentos sucesivos de “dependencia” materno filial para salir de esa indefensión. Primero una dependencia absoluta, luego, relativa y un camino a la independencia (alrededor del primer año), que nunca es absoluta pues los seres humanos nunca somos totalmente independientes”.

En esos cuidados estructuradores del psiquismo también se conforma y afirma la autoestima, el sentimiento de sí, aclaró Gómez y dijo que en este punto se enlaza con el tema de la indefensión aprendida: “Para Sigmund Freud, el sentimiento de sí se forma por una combinación del narcisismo de los padres que impacta en el niño (consideran al hijo un rey, “su majestad el bebé”), más la recompensa que vuelve por los logros - lo que hace - que obtiene ese sujeto en la vida y lo que le llega de los otros, el reconocimiento. Todo ese devenir “trófico” puede fallar”, explicó la médica.

Y aclaró: “El sujeto puede sufrir situaciones traumáticas precoces o repetidas durante su vida. Desamor, descuidos en la crianza, malos tratos, violencia sexual, situaciones conflictivas. O, peor aún, puede impactar en él como caja de resonancia situaciones traumáticas, vergonzosas o silenciadas de generaciones anteriores, lo que se expresa como trauma trasgeneracional. O puede generarse como identificación con un progenitor también débil en enfrentar la vida. Entonces aparece un sujeto inhibido, imposibilitado de resolver situaciones cotidianas, que puede sumirlo en un estado de depresión y desesperanza”.

Moreschi aclaró que hay otro punto que también hace que la persona sienta que ha fracasado muchas veces y que la situación se va a repetir, y este tiene que ver con el control. “A veces se trata de personas que han intentado superarse poniendo el foco en el afuera y no en sí mismo. Entonces, si ponen el foco en el afuera es imposible cambiar. Hay que cambiar el centro y el centro es uno. Las personas que en la vida cotidiana tienen indefensión aprendida sienten que todo el afuera los supera. A veces, también ocurre cuando aparece una enfermedad y no se la puede controlar. Entonces sienten que algo ajeno, ya sea externo o propio, es incontrolable y esto les da una sensación de mucha vulnerabilidad”.

La violencia familiar y/o la violencia de pareja son ejemplos comunes en los que se suelen percibir distintos grados de indefensión aprendida por parte de la víctima C(ortesía: Change. Org.)

Hay tres déficits asociados al síndrome de la indefensión aprendida que pueden ayudar a detectar cuando se está padeciendo. Estos son:

- Déficit motivacional: inactividad o retraso en la aparición de nuevas respuestas, la persona no va a emitir una respuesta si no percibe que va a conseguir un resultado positivo. De esta forma la conducta es: “para qué voy a hacer esto, si no sirve para nada”.

- Déficit cognitivo: retraso o interferencia en el aprendizaje de nuevas tareas de éxito. Es decir, aunque la nueva situación pueda ser afrontada, el individuo indefenso no es capaz de verlo y lo que podría ser un aprendizaje de éxito se convierte en un fracaso.

- Déficit emocional: estado de ansiedad, miedo y depresión.

Cómo superarla

Este trastorno se puede tratar y, especialmente si se interviene a tiempo, se pueden lograr buenos resultados, afirmaron los especialistas.

Para la doctora Moreschi, la indefensión aprendida se supera con terapia cognitivo-conductual. “Esta es ideal porque apunta a las conductas, al tipo de pensamiento disfuncional y a las creencias inhabilitantes, que son las de ‘No puedo’, ‘No es para mí’, ‘Esto me supera’. Todas estas creencias hay que trabajarlas aceptando la dificultad pero con la idea de poner en movimiento otros recursos”, señaló la psiquiatra.

Por otro lado, la doctora Gómez propone el psicoanálisis como una ayuda contundente para estos sufrimientos. “Es fundamental para ese sujeto instalarse en un vínculo confiable con su analista para indagar e interrogarse cómo se enlazan estos síntomas con su historia personal, vincular y familiar. Es muy importante el lugar que ese sujeto ocupa en la dinámica familiar. Si la sintomatología se desliza a un estado depresivo moderado o grave, también se puede pensar en articular y adicionar otros recursos terapéuticos. Pero estos síntomas se pueden significar, desandar y modificar con un abordaje terapéutico a través del psicoanálisis”.

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