Si bien los casos están en retroceso, la Argentina enfrenta este año la peor epidemia de dengue de su historia. Desde el inicio de 2023 hasta la primera quincena de julio pasado, se reportaron 12.0714 casos confirmados de personas con el diagnóstico de la infección viral que se transmite por la picadura de mosquitos y murieron 65 personas.
Ahora, un estudio realizado por un grupo de investigadores del Conicet, que fue publicado en la revista Parasites & Vectors, reveló primera vez que en el Área Metropolitana de Buenos Aires, más conocida como AMBA, existen poblaciones de mosquitos Aedes aegypti que tienen mutaciones que los hacen resistentes a los plaguicidas.
Eso significa que los mosquitos son resistentes a las fumigaciones con insecticidas de tipo piretroides. Esos productos atacan una proteína ubicada en las membranas de las neuronas, y generan parálisis o la muerte de los insectos.
Antes de realizar el trabajo, los investigadores tuvieron en cuenta que en Brasil, ya se había detectado que muchas poblaciones del mosquito eran altamente resistentes a los productos químicos más utilizados. Pero esa cuestión nunca se había examinado en la Argentina.
Entonces, pusieron en marcha el estudio y comprobaron que el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), junto a dos localidades de Salta y Jujuy, están habitadas por mosquitos Aedes aegypti que acarrean mutaciones genéticas que les facilitan evadir los efectos de los insecticidas.
Qué tan peligrosos son los mosquitos
Sheila Ons, investigadora del CONICET en el Laboratorio de Neurobiología de Insectos vinculado al Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada (CENEXA, CONICET-UNLP- asociado a CICPBA) y autora principal del estudio, explicó que hay tres genotipos o variedades genéticas de mosquitos.
Una variedad es el “sensible”. Son aquellos mosquitos que son alcanzados por el efecto del insecticida y mueren por volteo. Luego está el genotipo llamado R1, que tiene una mutación que los hace resistentes pero en un nivel bajo. Por último, el genotipo R2, que presenta dos mutaciones y se asocia a una resistencia alta.
“En los asentamientos urbanos del Gran Buenos Aires encontramos poblaciones R1, que en muchos municipios incluso superan en cantidad a las sensibles. La situación en el Noroeste es más complicada: allí detectamos grupos R2″, explicó.
“Era de esperar que la situación de Brasil tuviera una correlación aquí, porque de hecho otras investigaciones recientes reportan la presencia de las mismas mutaciones en Misiones”, reconoció.
En tanto, María Victoria Micieli, investigadora del CONICET, directora del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, CONICET-UNLP- asociado a CICPBA) y otra de las autoras de la investigación, comentó que “siempre tenemos que estar mirando lo que sucede en países vecinos del norte de Sudamérica porque el dengue es un problema regional”.
Todo comienza con una persona que viaja y contrae dengue. Cuando vuelve, puede ser picada por otro mosquito que en ese momento se infecta y que sigue picando mientras en su interior el virus cumple un ciclo de 14 días, con lo cual es una dinámica exponencial, que va aumentando a lo largo del tiempo.
El problema está en que hay un uso incorrecto e indiscriminado de la fumigación para el control del vector. “El monitoreo de resistencia es una de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin esta información, fumigar es como tirar veneno a ciegas, sin saber qué funciona y qué no”, recordó Ons.
En el país, los únicos productos autorizados para uso sanitario son los piretroides, conocidos por ser muy efectivos contra los insectos y al mismo tiempo de baja toxicidad para humanos y otros mamíferos. “La confirmación de que cada vez más mosquitos están sorteando sus efectos nos pone en alerta”, subrayaron las especialistas.
La investigación, que se desarrolló en el marco de la Red Argentina de Vigilancia de la Resistencia a los Plaguicidas de uso en Salud Pública (RAReP), incluyó tres puntos geográficos del partido de La Plata: la zona del ex zoológico o Bioparque y el cementerio municipal, consideradas perirubanas, y la localidad de Arturo Seguí, tomada como rural por la menor densidad de viviendas.
“En estos lugares encontramos el genotipo R1, pero todavía la mayoría de los mosquitos son sensibles”, detalló Ons. “Esto indica que, cuanto más se usan los insecticidas, evolutivamente se va seleccionando el genotipo resistente y de a poco van quedando solamente los individuos con esta ventaja genética, que a su vez tienen descendencia con una mayor proporción de resistencia”, remarcó.
Los marcadores hallados son la señal de alarma que las autoras de la investigación junto a otros colegas participantes deben reportar al Ministerio de Salud de la Nación.
“Estos resultados se suman a lo que ya se sabe sobre la biología de los insectos transmisores de organismos causantes de enfermedades, y todo se informa a las autoridades de salud para que lo tengan en cuenta al momento de diseñar estrategias de control: una vez que se encuentran resistencias, hay que repensar las campañas y analizar la posibilidad de alternar los insecticidas químicos con métodos biológicos, trampas-cebo, entre otras”, comentó Micieli.
Alberto Barrera Illanes, Marina Ibañez Shimabukuro, Ademir Martins, y Soledad Santini, directora del Instituto Nacional de Parasitología “Dr. Mario Fatala Chaben” (INP) también fueron coautores del estudio.
Tartagal en Salta y Parque Nacional Calilegua en Jujuy son los sitios que se incluyeron en la investigación junto con las localidades bonaerenses de Quilmes, Merlo, La Matanza, Tigre, Lomas de Zamora y Avellaneda, además de las zonas de La Plata ya mencionadas.
“El hecho de que el genotipo más resistente se detecte en el Noroeste y no en el AMBA tiene correlación con las epidemias de dengue, que son más antiguas en la región norte. Es decir, cuanto más se utilizan los insecticidas piretroides, más se desarrollan las mutaciones genéticas asociadas a resistencias, y esto se agrava si encima ese uso es irracional o incorrecto”, afirmó Ons.
“No siempre la fumigación es una solución, y tampoco se hace en cualquier época u hora del día. En muchas plazas, parques y barrios cerrados se fumiga durante todo el año o antes del verano de modo ‘preventivo’, pero eso no funciona. Aquí el pico de actividad de las hembras de A. aegypti es en febrero y marzo, y echar veneno fuera de ese período solo favorece la resistencia genética a los químicos”, enfatizó Micieli.
Seguir leyendo: