Antes de que los chicos digan frase, tan temida por algunos padres, “estoy aburrido”, muchos optan por darles lo que tengan a mano con tal de frenar esa emoción. Con frecuencia, lo primero que se les suele ceder es el celular para que vean dibujitos, pero son muchas las opciones a las que acuden los adultos para “prevenir” el tedio.
Sin embargo, los expertos advierten que aburrirse es beneficioso para el cerebro, y sobreestimular a los chicos con novedad constante provoca estrés, cansancio, agobio y frustración entre otras consecuencias negativas.
La Asociación Americana de Pediatría recomienda justamente evitar usar la tecnología como un “chupete” emocional. “Los medios digitales pueden ser muy eficaces para mantener a los niños calmados y callados, pero no debe ser la única forma que utilicen para aprender a calmarse. Se les debe enseñar a los niños a cómo identificar y controlar las emociones fuertes, pensar actividades para controlar el aburrimiento, o calmarse usando técnicas de respiración y encontrar otras estrategias para canalizar las emociones”.
La importancia de aburrirse para el cerebro
La doctora Claudia Amburgo, médica psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) especialista en niños y adolescentes, explicó a Infobae. “Vivimos en un mundo acelerado y está mal visto aburrirse. Los chicos tienen doble escolaridad, van a deportes, talleres, los fines de semana también tienen actividades, sin embargo, también necesitan jugar, con sus padres y abuelos. Jugar no es hacer nada, es hacer otra cosa. El niño desea hacer otra cosa, como descansar, mirar, dibujar, jugar solo o con amigos. El aburrimiento, cuando no es un síntoma fijo, es algo sano, porque se desea hacer otra cosa a seguir una actividad dirigida o recibir órdenes de los padres”.
El doctor Juan Eduardo Tesone, médico UBA, psicoanalista y psiquiatra, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), expresó a Infobae en una nota reciente que la posibilidad de aburrirse, tanto en adultos como en chicos, es importante porque permite contactar con el mundo interior.
“No es conveniente que los padres estén todo el tiempo intentando que los chicos no se aburran proponiendo actividades o distracciones. Creo que es importante, justamente, no dejar que los chicos pasen de una pantalla a la otra, que esto puede adquirir una forma adictiva”, dijo el médico
Y añadió: “Hay momentos en los cuales aburrirse puede ser fructífero, puede ser una experiencia fecunda para la vida interior de la persona en la medida en que la hace encontrarse consigo misma y, de algún modo, contactar con su deseo y con algún proyecto. Parar la acción, detenernos, puede ser útil y fecundo en la medida en que podamos reflexionar, aunque esto implique aburrirse”.
La doctora Amburgo expresó que se perdió el valor del juego con los padres y abuelos. “Los chicos no saben jugar solos o entre hermanos. Esto sucedió porque los adultos no nos sentamos a jugar con los chicos. Los juegos son muy valiosos para su desarrollo ya que enseñan estrategias y ayudan a razonar”, reflexionó la especialista.
Por otro lado, destacó que a veces el aburrimiento puede ser una necesidad de demostración afectiva del padre y de la madre; un duelo o preocupaciones económicas. “Los chicos escuchan y entienden mucho más de lo que los padres creen”, advirtió.
El rol de la dopamina
A los niños les gustan las pantallas y la explicación científica tiene que ver con sus luces, premios, música y todo a un ritmo muy rápido. Todos estos estímulos producen descargas de dopamina, que pueden ser adictivas. Las pantallas tienen el mismo efecto en el cerebro de los niños.
“Todo lo que se utiliza de forma exagerada, no es bueno. Las pantallas no pueden usarse a la noche porque producen insomnio, mal humor, cambios en el carácter de los chicos”, dijo la médica.
En un estudio publicado en la revista Sleep Medicine, se investigó cómo afectaba el uso de las redes sociales y retrasaba los patrones de sueño. Asimismo, resaltaron que “publicar en un sitio de redes sociales antes de la hora normal de acostarse puede retrasar el momento en que las personas se van a dormir”.
Los expertos detectaron que “si un usuario publicaba en el sitio aproximadamente una hora antes de su hora normal de acostarse, era mucho más probable que se quedara despierto” más allá de este punto. Incluso, pudieron advertir que podían permanecer despiertos hasta tres horas más tarde. Y si las publicaciones eran más de una, el retraso en acostarse podía ser aún mayor. En ese sentido, los expertos sugirieron que este comportamiento se relacionaba con un “aumento en los niveles de dopamina debido a la anticipación de una respuesta de otros usuarios” y que esta acción impedía que “se relajen y se duerman”.
“Por otra parte, la sobreestimulación de los niños puede producir cansancio, tristeza, hasta depresión. Hay como un fantasma de que si un chico está tirado en la cama descansando, pierde el tiempo, y no es así, tal vez está cansado”, expresó la médica y describió, como ejemplo, el cuadro típico de las familias en vacaciones de invierno: “Los padres creen que tienen que sobreestimular a los chicos llevándolos a todas partes, y al final del día todos terminan cansados, no dialogaron, no jugaron y están de mal humor”.
Sin embargo, la especialista aclaró que los hijos valoran el tiempo que los padres están con ellos “cuando ellos dejan de hacer lo que están haciendo para prestar les atención”.
Por eso, concluyó que los padres no se deben alarmar cuando un chico está aburrido o descansando, siempre y cuando esta situación no se prolongue en el tiempo. “Los padres deben tener más miradas sobre ellos y ser sostén su afectivo”, concluyó la médica.
¿A qué jugamos?
Especialistas en desarrollo infantil del Área de Lenguaje del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) elaboraron recientemente un informe donde expresaron que la mitad de los adultos no tiene disponibilidad en su agenda para jugar con sus hijos, a pesar de que conocen de su importancia, y 2 de cada 10 no saben qué juegos son los más adecuados.
Sin embargo, está demostrado que el juego tiene múltiples beneficios en el desarrollo del niño relacionados con el cerebro, el lenguaje, la comunicación, la creatividad, entre otros. Al jugar se generan hormonas cerebrales que favorecen la atención, la memoria, el aprendizaje, el bienestar físico, la disminución del estrés, el aumento del placer, etc. Pero los especialistas afirman que se realiza “menos de lo recomendado”.
María Fernanda Rivas, psicóloga y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, especialista en parejas y familias, había descripto a Infobae la importancia de jugar con los hijos: “Es muy valioso dedicarle tiempo (no hace falta que sea cantidad de horas, sino calidad) a jugar ‘porque sí’, para desarrollar la fantasía y la creatividad. Para muchos padres y madres el aprender a jugar con sus hijos es una experiencia sumamente enriquecedora, una forma de conectarse con su ‘niño interior’ y su propia infancia. También se considera que el juego consolida el vínculo y es curativo en sí mismo en relación a angustias, miedos y duelos propios de las etapas del ciclo vital”.
Según el informe de la de la Asociación Americana de Pediatría titulado “El poder del juego”: su función pediátrica para mejorar el desarrollo de los niños pequeños, jugar con ambos padres y otros niños es fundamental para formar mejores cerebros, cuerpos y vínculos sociales que prosperen. La investigación muestra que jugar puede mejorar las capacidades de los niños para planificar, organizar, llevarse bien con los demás y regular sus emociones. Además, el juego ayuda con el lenguaje, las destrezas matemáticas y sociales e incluso ayuda a los niños a sobrellevar el estrés.
En cuanto a los videojuegos, el tiempo de exposición frente a pantallas son puntos clave a tener en cuenta según los especialistas. De acuerdo a un informe de la Asociación Americana de Pediatría, que ha publicado nuevas recomendaciones para el consumo mediático de los niños, tiene que haber un tiempo delimitado para el uso de dispositivos y que sea preferentemente desde los 2 años. Entre los 2 y 5 años, se sugiere que no sea de más de 1 hora al día. Desde los 6 años, “los padres deben establecer límites coherentes”, dicen en la organización.
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