Sin duda, el advenimiento de drogas psicoactivas, conocidas como psicofármacos, ha mejorado mucho la posibilidad de tratamiento en una amplia gama de enfermedades psiquiátricas. Sin embargo, el camino no está desprovisto de una serie de peligros. Sin contar los inconvenientes ligados a la indicación no adecuada, que nace de un diagnóstico incorrecto, y que, en muchos casos, se convierte en la regla y no en la excepción.
Es muy habitual que algunos profesionales supongan que la medicación que se agrupa bajo la denominación genérica “antidepresivo” o “ansiolítico” sea aplicable a cualquier persona con cierta patología psiquiátrica, como si no se tratara de un espectro con situaciones y seres diferentes, esto imaginando que el cuadro haya sido bien diagnosticado.
Sabemos que hay subtipos de estas condiciones que hacen que las indicaciones en algunos casos sean diametralmente opuestas. Por otro lado, están los efectos secundarios que genera el consumo de estos fármacos y que a veces no son tenidos en cuenta, o inclusive no son informados, al paciente.
Pero hay un factor al cual se le da importancia creciente, y es la duración del tiempo de tratamiento farmacológico. ¿Por cuánto tiempo se debe tomar un fármaco, para que el mismo sea realmente útil y, a la vez, no ocasione efectos ligados a la cronicidad, acostumbramiento o, y de manera más preocupante, efectos secundarios que pueden ser de difícil resolución?
Es importante considerar cuándo es apropiado suspender o revisar la estrategia farmacológica y terapéutica en el caso de un uso prolongado de ansiolíticos y antidepresivos. Este tema se está convirtiendo en un asunto de salud pública, ya que el número de personas que toman psicofármacos ha aumentado de manera exponencial.
Es decir, no solo está creciendo de manera continua y estable, sino que el crecimiento en sí mismo se está acelerando. Este incremento, al igual que todas las cuestiones relacionadas con la salud mental, se ha visto amplificado durante la pandemia y lo que se conoce como el período postpandemia, es decir, la actualidad.
Esta situación ha puesto en evidencia un tema interesante y es que si bien los fármacos son extremadamente útiles en muchos casos, hay que revisar las indicaciones, es decir, no considerarlos una panacea o un medicamento a dar por su denominación (ansiolítico/antidepresivo) por tiempo indeterminado.
Deben ser controlados y evaluados periódicamente y se debe tener en cuenta que el tiempo de efectividad es mucho menor al que de forma habitual uno observa en la población medicada (o peor, automedicada).
Consecuente a esto, un tema para nada simple y central: cómo discontinuar los psicofármacos. Ya no se trata sólo de cuál medicamento está indicado, qué efectos puede tener en el paciente, sino cómo y cuándo retirarlos.
En cuanto al tema de cómo y cuándo terminar la medicación, se ha visto según muestra un extenso informe reciente, en cuanto a la base estudiada, que está relacionado con la duración del tratamiento, ya que a mayor duración, los efectos negativos o nocivos del retiro (withdrawall) de la medicación son peores.
Hasta hace cierto tiempo los efectos del retiro de la medicación se consideraban de poca duración, pero este axioma está cambiando y se le presta actualmente mayor importancia a este periodo crucial: ¿cuándo terminar la medicación y cómo acompañar al paciente en esos efectos secundarios?
Los efectos secundarios del retiro más frecuentes pueden ser:
- Mareos
- Síntomas similares a un estado gripal o vertiginoso, mareos.
- Insomnio
- Cansancio
- Estado confusional
- Alteraciones sensoperceptivas o hiperalgesia (mayor sensibilidad a estímulos sensoriales y/o al dolor)
- Malestares digestivos diversos
Es muy frecuente que uno de los estigmas ligados a la psiquiatría que impiden que la gente tome a las enfermedades mentales como algo tan común como otras enfermedades “corporales”, sea no solo todas las ideas ligadas a la consideración social y personal sobre una enfermedad mental, sino también el tema de la medicación.
Por eso, no se busca frecuentemente ayuda en el profesional capacitado y adecuado, el psiquiatra, sino en alternativas diversas, que no van a implicar “estar medicada/o”.
El mito repetido de “el psiquiatra es para dar la medicación y el psicólogo para la terapia”, no solo es falso sino una concepción parcial, he impide algo que hemos planteado en varias ocasiones y es ver al individuo como un todo.
La idea de “¿voy a tener que tomar medicación toda la vida?”, tan frecuente en la consulta, es un miedo real y auténtico, pero no se corresponde con la realidad, y esta creencia evita favorecerse con un tratamiento que daría lugar a que esa persona pueda realizar un proceso psicoterapéutico eficiente y posible en muchos casos.
La evidencia es que a medida que vamos aprendiendo más y viendo la evolución en pacientes y, al mismo tiempo, tomando en cuenta estudios internacionales sobre largas series poblacionales y extendidas en el tiempo, es que los psicofármacos son extremadamente útiles, en caso de estar bien indicados.
Eso sí, deben darse bajo un diagnóstico muy preciso, con un control permanente, reevaluar las razones y estrategia de tratamiento de manera periódica, y especialmente no convertirlos en una tratamiento crónico.
A su vez, tener clara conciencia de que en un momento se deberá interrumpir su tratamiento o reevaluar la indicación y que si el episodio indica la terminación del mismo, esto debe realizarse con extremo cuidado y en colaboración e información junto al paciente.
El concepto de bueno/malo basado únicamente en el nombre no es aplicable en ninguna área de la medicina, incluso en el caso de medicamentos de reemplazo como algunos hormonales (aunque esto no aplica a la psiquiatría), que son revisados periódicamente.
Sin embargo, el mayor peligro surge cuando recibimos a un paciente en una situación crítica debido a que, por su cuenta y ante la cronificación del tratamiento farmacológico, decide interrumpirlo sin una supervisión especializada.
Una vez cumplidas todas estas precauciones, de la misma manera en que nadie tomaría un antibiótico de por vida únicamente por el nombre, la medicación psicofarmacológica, cuando se prescribe adecuadamente, puede ser una solución eficaz para problemas que, de otra forma, afectarían negativamente la calidad de vida.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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