Todos conocemos las nefastas consecuencias que tiene el tabaquismo en la salud. Según un informe de Red de Hospitales Universitarios de la Universidad de Buenos Aires, “el consumo de tabaco y la exposición al humo son una de las principales causas de cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias causando en el mundo más de 8 millones de muertes cada año según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De ese total, más de 7 millones se deben al consumo directo y alrededor de 1,2 millones son consecuencia de la exposición de no fumadores al humo ajeno”.
En Argentina, mueren unas 45.000 personas por año por enfermedades relacionadas con el tabaco. Esto representa el 14% de todas las muertes en el país. La mitad de las personas fumadoras muere de una enfermedad relacionada al consumo de tabaco y viven en promedio 10-15 años menos que las no fumadoras.
Más allá de estas graves consecuencias, se ha demostrado que el tabaco no solo afecta la salud física, sino también la salud mental debido a que contiene nicotina, una sustancia química que genera adicción y dependencia.
La adicción a la nicotina
La doctora Cecilia De Simone (MN 93554), médica especialista en Psiquiatría, del servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano de Buenos Aires, magíster en Prevención y Asistencia de las Drogadependencias e integrante del programa de Control de Tabaco Hospital Italiano, explicó a Infobae que el tabaquismo es una adicción y como tal se caracteriza por la búsqueda y uso compulsivo de una sustancia, que en este caso es la nicotina.
“Cuando se fuma tabaco, en cada pitada la nicotina llega en segundos al cerebro generando efectos placenteros a través de la liberación de sustancias llamadas neurotransmisores. Esta rápida llegada al cerebro y el rápido descenso de la nicotina son las características que la hacen fuertemente adictiva, más que otras sustancias como el alcohol, la marihuana o la cocaína”, declaró.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, la definición de adicción contempla: tolerancia (se debe ir aumentando la dosis para tener el mismo efecto); síndrome de abstinencia (cuando no se consume) y consumo compulsivo, a pesar de conocer las consecuencias negativas que tiene en la salud.
El consumo de tabaco genera tres formas de dependencia:
Física: provocada por la nicotina, responsable del síndrome de abstinencia.
Psicológica: fumar se asocia a diferentes situaciones cotidianas y parece imposible cambiar esta relación.
Social: para muchas personas, fumar sigue siendo un imperativo social
Por su parte, el doctor Rolando Salinas (MN 72241), jefe de Salud Mental del Hospital Alemán y profesor de Psicología de la Salud en la Universidad Católica Argentina (UCA) expresó a Infobae que el tabaco produce una dependencia física y psicológica: “Las estadísticas hablan de un 20 % de fumadores en la población, el 8% tiene adicción a nicotina, si bien hay muchas otras sustancias implicadas en la adicción, la realidad es que la conducta adictiva supera en mucho lo físico, e infiere fuertemente en hábitos conductuales. Por otro lado, en los últimos años se ha reportado una relación entre el tabaquismo y el deterioro cognitivo, demostrado por estudios de neuroimágenes, en los que se ve un adelgazamiento en la corteza cerebral en los fumadores”.
De Simone ejemplificó cómo la adicción al tabaco genera un cambio en la conducta del fumador, quien pasa a estar pendiente de tener o no cigarrillos: “Puede llegar a evitar situaciones en las cuales no está permitido fumar, tales como viajar en avión, interrumpir una película en el cine para salir a fumar o aislarse de situaciones sociales en las cuales no pueda hacerlo”.
En el informe de de la Red de Hospitales Universitarios de la Universidad de Buenos Aires, Nicolás Bousoño, licenciado en Psicología y docente de las cátedras de Psicopatología 1 y Clínica de las toxicomanías y el alcoholismo de la UBA, se expresó sobre la reacción de negación que muchas veces los fumadores tienen en relación a su adicción al tabaco.
“Todo lo que hacemos tiene consecuencias pero a veces lo olvidamos. Las adicciones se apoyan mucho en ese olvido; a veces más que olvido es negación. Quien disfruta mucho de algo tiende a olvidar o desmentir efectos nocivos que su gusto pueda implicar. Poner en conexión un acto, el de fumar por ejemplo, y sus consecuencias ayuda a tomar conciencia del punto en el que cada uno se encuentra, del dominio real que se tiene sobre esa satisfacción y a accionar sobre ello”, sostuvo Bousoño.
Cabe aclarar que el informe citado contó con la participación de referentes como el Hospital de Clínicas “José de San Martín”, el Instituto de Oncología Ángel H. Roffo, el Instituto de Investigaciones Médicas Dr. Alfredo Lanari, la Facultad de Psicología de la UBA, la Facultad de Odontología de la UBA y el Hospital Escuela de Ciencias Veterinarias también perteneciente a dicha casa de estudios.
Continuó Bousoño: “Enfatizo dominio real porque es un tema importante en cualquier tratamiento por adicciones: la ilusión que la gente se hace sobre su control de la situación. Es habitual encontrarse con la idea de que uno puede dejar de fumar cuando quiere pero muchas veces esa idea encubre la compulsión a cierto consumo o práctica”.
¿Fumar para relajarse?
Paradójicamente, las personas suelen fumar tabaco para reducir la ansiedad, cuando en realidad puede agravarla. Y el porcentaje de fumadores es alto.
“De acuerdo a la última Encuesta de Factores de Riesgo realizada en Argentina por el Ministerio de Salud de la Nación el 22,2% de los habitantes de la Argentina mayores de 18 años fuman. Los varones fuman más que las mujeres y el grupo de mayor consumo son los jóvenes de 25 a 34 años”, graficó De Simone.
Dijo el doctor Salinas: ”El efecto placentero del tabaco está relacionado con mecanismos neuroquímicos como la liberación de dopamina y la inhibición de una enzima llamada monoaminoxidasa (MAO), y puede ayudar temporalmente a reducir la ansiedad y a mejorar la concentración a corto plazo, pero se cree que el exceso de dopamina en poco tiempo puede producir el efecto contrario. También, a largo plazo habrá una reducción de la capacidad cognitiva, más que un aumento en la capacidad de concentración o memoria. Por supuesto, hay otros elementos conductuales en juego: el proceso adictivo es complejo”.
La doctora De Simone señaló: “Existe la creencia de que fumar tabaco genera supuestos ‘efectos ansiolíticos’. Sin embargo, el tabaco no solo no calma la ansiedad sino que el fumar puede desencadenar o agravar trastornos de ansiedad preexistentes como el trastorno por pánico, la agorafobia o el trastorno de ansiedad generalizada. Es frecuente que al dejar de fumar tabaco y, una vez superada la etapa de la abstinencia nicotínica, se produzca una mejoría de los síntomas de ansiedad”.
La especialista explicó que la persona que fuma cree que regula la ansiedad fumando: “Lo que sucede en realidad es que, cuando se fuma se genera una sensación de alivio de los síntomas de abstinencia luego de haber estado unas horas sin fumar. Es decir, se fuma para no sentir malestar pero esto nada tiene que ver con calmar la ansiedad, sino que es una sensación de placer que se experimenta momentáneamente al volver a fumar”.
Cómo afecta el sueño
El efecto estimulante de la nicotina también puede interferir con el sueño. “La persona que fuma tiene el doble de probabilidades de tener un descanso insuficiente, con menor calidad del sueño y mayor tiempo en iniciar el mismo”, reveló De Simone.
“Una vez iniciado el sueño los fumadores experimentan una abstinencia breve de nicotina durante la noche lo cual conduce a despertares, sueño fraccionado y somnolencia diurna. Además de la nicotina los cigarrillos de tabaco tienen otros componentes tóxicos que interactúan con la regulación normal del cerebro y el sueño”, completó la doctora.
También puede afectar al cerebro. “Según trabajos recientes el humo de tabaco puede afectar en forma desfavorable a las células del cerebro con mayor susceptibilidad al desarrollo de demencia, tanto de demencia vascular (es la causada por la disminución o bloqueo del suministro sanguíneo al cerebro), como de demencia tipo Alzheimer, que es la más frecuente”, advirtió De Simone.
Por qué fumar si es malo para la salud
A pesar de las impactantes fotos y advertencias en los paquetes de cigarrillos que hablan sobre los daños que produce el tabaco en el organismo, es una realidad que un elevado porcentaje de la población continúa fumando. ¿Por qué ocurre esto?
“Vivimos una época de irracionalismo, donde se cuestiona el conocimiento científico, particularmente en salud. Este cuestionamiento del público en general, se refuerza cuando una conducta está sostenida desde la adicción. El tabaquismo no es un simple mal hábito, sino una verdadera adicción, de modo que sus riesgos a largo plazo se pueden poner en duda mediante mecanismos de negación psicológica, ‘A mí no me va a pasar’, ‘Ya dejaré', ‘Este no es mi momento’, sin ver que las consecuencias del tabaquismo son acumulativas”, respondió Salinas.
“De todos modos, la percepción cultural ha cambiado para bien, incluso en forma agresiva para los fumadores en los últimos años, pero los resultados justifican las múltiples restricciones, cargas impositivas y otras medidas desde la comunidad, así como el crecimiento de información y grupos de apoyo”, señaló el médico.
A su vez, De Simone consideró que “la adicción al tabaco es muy poderosa y en ella intervienen factores biológicos, psicológicos (propios de cada persona) y sociales como la elevada disponibilidad y el fácil acceso a los productos de tabaco. Además, muchos fumadores utilizan los cigarrillos para lidiar con determinadas situaciones como el estrés, la soledad, la angustia o el aburrimiento”.
También señaló que la adolescencia es una etapa vital de mayor vulnerabilidad en el inicio del tabaquismo. “Si tienen amigos que fuman, comenzar a fumar refuerza y facilita la incorporación al grupo. Son fundamentales las acciones preventivas focalizadas en los adolescentes, como la prohibición de la publicidad del tabaco”, destacó.
Cómo salir de esta dependencia
La doctora De Simone explicó que si bien muchos fumadores, una vez tomada la decisión de dejar de fumar pueden lograrlo sin ayuda profesional, hacerlo en el contexto de un tratamiento facilita el proceso dado que la persona cuenta con más herramientas para sobrellevar la abstinencia.
“El uso de medicación para dejar de fumar, en aquellos que fuman más de diez cigarrillos diarios duplica las posibilidades de éxito. Algo a tener en cuenta es que si no se tuvo éxito en el primer intento se tienen más posibilidades de lograrlo en el siguiente ya que se trata de un aprendizaje y en cada intento se está más próximo a la meta”, indicó la especialista.
“A partir de la decisión, que pone de relieve la responsabilidad de cada uno por la satisfacción que se da en su vida, es mucho más sencillo implementar los medios y utilizar los distintos dispositivos que la sociedad ofrece para poder llevarla adelante. Decidir dejar de fumar es clave”, señalan en el informe de la UBA.
Desde el Hospital de Clínicas sostienen que está demostrado que consultando a un especialista aumentan 6 veces las chances de conseguirlo.
Por su parte, Salinas expresó: “No hay soluciones mágicas, como en toda adicción la abstinencia es difícil, las recaídas frecuentes, y la ayuda profesional casi imprescindible. Hoy se cuenta con algunos psicofármacos que han demostrado utilidad, como el bupropión, o la vareniclina, que se suman a terapias cognitivo conductuales, terapias de reemplazo para la adicción a nicotina, y a otros recursos. Se ha discutido la utilidad y seguridad de los vaporizadores, dependiendo de las sustancias vaporizadas”.
De Simone destacó que otro aspecto importante para salir de una adicción es la motivación, que es cuando la persona reconoce que tiene un problema y está dispuesta a realizar una acción para el cambio.
“Los tratamientos más efectivos para dejar de fumar tabaco son las intervenciones intensivas que combinan estrategias psicoeducativas y conductuales con tratamiento farmacológico”, indicó la doctora.
“El tratamiento conductual consiste en el aprendizaje de estrategias para mantenerse sin fumar. Los fármacos disponibles son los parches de nicotina, chicles y comprimidos de nicotina, que son de venta libre y el bupropion que es un antidepresivo. Están también las intervenciones breves, que se diferencian de las intensivas por ser de más corta duración”.
Salinas afirmó que la prevención será lo fundamental en el avance en esta problemática. “Pronto estará apoyada fuertemente por los estudios genéticos y epigenéticos, ya que se ha visto que la genes llevan una gran parte como factores de riesgo”.
De acuerdo a la OMS, dejar de fumar, además de protegernos de una adicción, tiene beneficios inmediatos tales como disminuir el ritmo cardíaco, bajar la tensión arterial, reducir el nivel de monóxido de carbono en sangre, entre otros.
Al año, de abandonarlo reduce en un 50% el riesgo de cardiopatía coronaria respecto al de un fumador. En la mujer embarazada que abandona el hábito durante los primeros tres meses de gestación, el riesgo de bajo peso al nacer del bebé se equipara con el de una madre no fumadora. Además, dejar de fumar reduce el adelanto de la menopausia y aumenta la esperanza de vida en la población en general. Por ejemplo, quien abandona el cigarrillo hacia los 30 años de edad gana casi 10 años de esperanza de vida.
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