En los últimos años, el número de afectados por enfermedades alérgicas ha aumentado en los países industrializados. Es por este motivo que el lema propuesto por la Organización Mundial de la Alergia (WAO), en el marco de la semana mundial de las alergias, que se conmemora entre el 18 al 24 de junio, es “El cambio climático empeora las enfermedades alérgicas y hay que estar listos”
Es que, como consecuencia de esta situación, las personas que las padecen estas patologías son más susceptibles a estos efectos y con frecuencia deben adaptar su atención médica y aspectos de su vida diaria. Es por eso que es esencial que los profesionales de la salud se adapten y encuentren nuevos enfoques para controlar las alergias, teniendo en cuenta los cambios ambientales.
Las partículas contaminantes provocan una inflamación a nivel sistémico, que afecta inclusive el sistema cardio-circulatorio, ingresando por el sistema respiratorio. Su presencia genera inflamación local (por ejemplo, fenómenos conocidos como estrés oxidativo, entre otros) y aumenta la inflamación subyacente provocada por la sensibilidad alérgica.
En ese sentido, el cambio climático ha generado un aumento de la capacidad de provocar alergia de algunos elementos ambientales como los pólenes, no sólo por sus características bajo esta influencia climática, sino que se han extendido los períodos de polinización por el calentamiento global. Las temporadas típicas de primavera se han extendido en el antes y después. Incluso, esta situación se complica con los períodos de contagio de enfermedades infecciosas respiratorias, donde en ocasiones llegan a superponerse (final del verano con inicio de otoño, lo mismo fin de invierno con inicio de primavera).
De este modo, la exposición a nuevos alérgenos y contaminantes, tanto de interior (humo del tabaco) como de exterior (polución ambiental), junto a las partículas eliminadas en la combustión de los motores y por la calefacción, crean un ambiente hostil. Por su parte, las plantas para defenderse producen proteínas de estrés que hacen más agresivos a los pólenes, ocasionado una mayor capacidad para producir alergia.
Además, los altos niveles de contaminación urbana impulsan el fenómeno de inversión térmica que impide a los pólenes abandonar la atmósfera sobre las ciudades y, así, aumentan el tiempo de su exposición. Esto explicaría porque en las zonas rurales hay un menor número de alérgicos, a pesar de que haya mayor cantidad de plantas que en las ciudades.
Es que los elementos contaminantes ambientales van desde material particulado en el aire, pasando por elementos de contacto en la vida diaria, a microplásticos que se pueden llegar a encontrar en algunos alimentos. No sirve generar pánico, pero sí sirve estar atentos a situaciones como las descritas a modo de ejemplo.
Asimismo, también a modo de ejemplo, cuando no hay afectación en la piel no debo evitar todo tipo de contacto con cualquier producto químico, pero sí tomar las precauciones necesarias para evitar los excesos. Algunas de estas acciones son usar guantes cuando se manipulan elementos irritativos, además de evitar fumar en cualquiera de sus modalidades pues está demostrado sus efectos a largo plazo, a todo nivel, de la persona.
Para reducir el impacto de esta situación se pueden poner en práctica medidas individuales, algunas de estas son: elegir las horas adecuadas para pasear, tener ventilación en la vivienda y usar de mascarillas, entre otras. Además, en líneas generales, contar con una adecuada alimentación (frutas y verduras, alimentos naturales por sobre procesados, sólo como ejemplo), evitar el sedentarismo (pero cuidado que la actividad al aire libre se realice por fuera de los picos de polinización o de contaminación ambiental), descanso suficiente, ámbito laboral/escolar adecuado y relaciones interpersonales saludables.
Esto es en líneas generales, pues debe personalizarse las recomendaciones por su especialista según el tipo y grado de afectación alérgica que presenta. Un ejemplo de esto puede surgir, por ejemplo, si padece dermatitis atópica, que deberá cuidar los elementos que contactan la piel como tipo de ropa y cómo lavarla, y productos cosméticos necesarios, entre otros. Es de suma importancia evitar la automedicación y en la reiteración de una afectación, por ejemplo “me resfrío con frecuencia o la tos se repite o dura mucho tiempo”, “pensé que me hizo mal una comida en particular pero no he vuelto a consumir y me sigue molestando la piel”, entre otros, acudir a una consulta especializada.
Sin embargo, son escasas las políticas públicas dirigidas a construir parques y jardines hipoalergénicos, que pueden lograrse con la utilización de árboles no alergénicos en las nuevas plantaciones (tilo, olmo, pino) y evitando el uso de los más alergénicos como olivo, plátano de sombra, ciprés y abedul. Incluso, se puede optar por la plantación de especies hembra en aquellas que tienen el género separado (enebros, palmeras), ya que no producen pólenes; o la poda controlada antes de la floración, sobre todo cerca de colegios, hospitales, universidades, y jardines públicos, ya que los pólenes se producen en las ramas más externas; o el mantenimiento de los céspedes, para evitar la floración de las gramíneas con la siega.
La reducción de los contaminantes atmosféricos mejoraría la salud de millones de personas en el mundo y la adecuada protección en la calidad del aire que respiramos es uno de los desafíos más importantes a los que se enfrenta la humanidad.
* El Dr. Maximiliano Gómez (MN 174.006) es especialista en alergia e inmunología y es el presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC)
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